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Seminario Reina Valera
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25. Retiro 2 Homilética es el arte y ciencia de predicar para comunicar el mensaje de la Palabra de Dios. Se estudia cómo organizar el material, preparar el bosquejo y predicar efectivamente. Presenta a través del estudio de sermones ejemplares un modelo útil para los que empiezan a lanzarse al dificil arte de la predicación, mostrándo cómo decir las cosas de un modo claro y concreto. LA VERDADERA GRANDEZA (Lucas 1:13-17; Mateo11:7-E2)
En Lucas 1:15 leemos de un hombre que fue llamado "gran hombre" antes de nacer. Algunos vienen a serlo después de su muerte, y muchos lo procuran durante toda su vida sin lograrlo. Está la humanidad tan baja, que se llama grandes hombres a muchos que no lo son en realidad. ¿Fueron grandes hombres César, Napoleón, Hitler? ¿Merecen realmente tan honroso calificativo? Aun entre los que adquieren su renombre por medios más honrados (estadistas, escritores, cantantes, artistas o inventores), sus biógrafos no pueden ocultar sus defectos. Saber manejar bien un pincel o un violín, poseer una buena voz, dar una buena estocada a un toro o una diestra patada a un balón, no es ser un gran hombre. Pero aquí encontramos a uno —nadie lo diría por su aspecto— que lo era realmente, pues lo era para Dios y esto es lo que importa. Se le da el título antes de nacer y después de terminada su carrera, por el único juez justo, que no hace acepción de personas (Mateo 11:11). ¿En qué consistía su grandeza? ¿En su cargo de precursor del Mesías? No meramente por esto. No es el cargo, sino las cualidades. Generalmente el cargo se recibe por razón de éstas. A Juan no le hubiera sido confiado el honroso cargo de precursor del Mesías, si Dios, en su omnisciencia, no hubiese previsto antes su grandeza moral. ¿En qué consistía? 1. En su completa consagración a su obra Comprendió la importancia de su misión. Cuando su madre le contaría los maravillosos sucesos acaecidos con motivo de su nacimiento, podía tomar dos actitudes: a) La de no creer nada. Podía llamar a la visión de Zacarías, «una ilusión del viejo», sobre todo al llegar a su edad juvenil, podía despreciar la historia, juzgarlo como un fenómeno psíquico de su padre, Zacarías, debido a su deseo de tener un hijo. La de creer toda la historia, pero someterse a sus exigencias de mala gana, haciendo lo menos posible en relación con la misión impuesta a su persona antes de su nacimiento. ¿No es éste el caso con muchos hijos de creyentes? ¿Cómo tomáis el hecho de haber nacido en hogares cristianos? ¿Os sentís atados o privilegiados? Dios nos ha llamado, habiéndonos elegido antes de nuestro nacimiento, a ser, si no precursores, sí seguidores del Hijo de Dios. No tenemos que anunciar al que vendrá, sino al que vino. ¿Qué actitud tomaremos? ¿Seremos incrédulos o cristianos fríos? Juan añadió mucho más a lo que se exigía. Muchos buenos profetas de la antigüedad no vivieron tan ascéticamente como él vivió; pero él quiso hacer su obra bien. Quizá debido al estado caído de su pueblo comprendía que era necesario algo dramático, un hombre de aspecto singular, en su persona, y se sometió voluntariamente a una vida poco grata. Dios nos exige muy poco a nosotros para ser salvos, solamente creer; pero ¿no nos consagraremos a El y le daremos mucho más del mínimo que nos pide? ¿No lo exige en nuestro caso el estado de nuestra generación? 2. En su irresistible fervor El fuego acumulado en los años de meditación salió como un volcán el día que empezó a predicar. No era monótono y frío, como los escribas, porque conocía la verdad de Dios y lo solemne del momento en que su pueblo vivía. La llegada del Mesías. Es ardiente por la salvación de sus oyentes, teme que las gentes se engañen en su mismo arrepentimiento; por esto exclama: "Haced frutos dignos." Esta es una de las cualidades que más agradan a Dios. (Véase anécdota El pastor y el comediante.) Pensad en lo que Cristo ha amado a las almas, nada le place más que vernos participar de la misma pasión que a él le consumía. "Dame Escocia o me muero", decía Knox. (Véase anécdota El discurso del Dr. Duff) Jesús llama grandes únicamente a esta clase de hombres, que se elevan sobre lo transitorio y viven para la eternidad. 3. En su humildad Conocía la grandeza de Cristo y le aceptó anticipadamente como Señor. Antes de que Dios revelara a San Pedro el misterio de su divinidad, ya Juan no se creía digno de desatar la correa de su zapato. Viene Cristo, bien diferente de que él pensaba. ¡Con qué entusiasmo le dice: "Yo necesito ser bautizado de ti, y tú vienes a mí?" (Mateo 3:14). Pero Cristo no se pone a su lado a predicar, ni promete hacerle su ministro en el reinado mesiánico, sino que pasa de largo y empieza a hacerle la competencia. Entonces dice: "A El conviene crecer, a mí menguar." Por eso Cristo le ensalzó, cumpliendo su misma promesa "El que se ensalza, será humillado...." Si se hubiese ensalzado habría tenido que humillarle, como a Pedro. (Véase anécdota Una lección de humildad.) Bien nos conviene decir como uno de nuestros grandes místicos: Sólo es grande en tu presencia El que tiene la excelencia De conocerse inferior. Pues sea yo, dulce Dueño, Cada día más pequeño, Para ser, siempre mayor. Así se ha cumplido infinidad de veces. (Véase anécdota Mildney y Morrison.) 4. En su inquebrantable justicia Esta se manifiesta en forma gradatoria: a) Ante los fariseos. No les adula porque son jefes del pueblo, teme por la salvación de sus almas a causa de sus errados conceptos religiosos. "No digáis, somos hijos de Abraham." Aunque el lenguaje es duro, era la verdad. b) Ante los soldados. Actitud no menos difícil. Eran los conquistadores; pero para Juan son almas pecadoras. "No hagáis extorsión y contentaos cuando podáis hacerlo", habría sido el consejo de un patriota judío o de un revolucionario de nuestros días; pero Juan, con su mirada puesta en el Reino de Dios, les dice: "Contentaos con vuestros salarios y dad de ellos limosna." Este es el verdadero comunismo. Puede decirse que era fácil para Juan dar este consejo porque no tenía nada. Cierto; pero poseía aún un valor: su propia vida. ¿Estaría dispuesto a sacrificarla? c) Ante el rey. Esta fue la prueba suprema (explicar el caso de Herodías). Dios le va llevando de grado en grado en la prueba de sus virtudes, y sobre todo de su valentía. Véase anécdota El pastor y el rey.) San Juan Bautista era hombre de este temple. No temía sino a Dios. 5. En su noble actitud ante la tentación Hay un momento en que Juan parece flaquear; pero flaquear un instante no es perder la fe. ¿Quién no ha sido tentado? Hizo lo mejor que podía con sus dudas: llevarlas a Jesús. Este es todavía el mejor método. Hay tres cosas que las gentes suelen hacer con sus dudas. a) Decirlas a los hermanos. Es el procedimiento peor, ya que con ello podemos perjudicarles gravemente. La duda resuelta para nosotros puede continuar molestando y perjudicando al hermano menos inteligente, a quien tuvimos la debilidad de confesarla. b) Decirlas al pastor. Esto es mucho mejor. Es un servidor de Dios para ayudarnos y tiene mejores posibilidades. Los curas quieren, por lo general, que la feligresía crea a ciegas. Parecen escandalizarse ante las preguntas de la juventud y muchas veces no tienen mejor argumento que el de la autoridad de la Iglesia. Esta ha sido a veces, también la actitud de algunos pastores. Jesús no lo hizo así con Juan, sino que le dio pruebas. Se alegró de poder ayudarle, aunque no como Juan deseaba. Así debe hacerlo el buen servidor de Dios. Millares de cristianos se han perdido por falsa vergüenza, por no declarar sus dudas; y millares se han salvado por poner remedio a tiempo, mediante un buen consejero. c) Decirlas a Jesús. Confesarle toda la verdad, diciéndole como Pedro: "A pesar de todo, Tú sabes que te amo", y escuchar su respuesta en su Palabra. Observemos que Jesús no le hizo ninguna nueva revelación a Juan: estaba reservado a Pablo y a otros conocer los profundos misterios de su humillación y redención; a Juan le recordó simplemente los escritos que ya conocía y que se estaban cumpliendo. Así nos responde el Señor por su Palabra. Cuando nos sentimos desalentados y apurados por las circunstancias que atraviesa el mundo y que a veces nos afectan cruelmente, ¿no es el cumplimiento de lo que está escrito? ¿No tenemos que sentirnos alentados de ver que la Palabra de Dios es fiel, por duro que resulte en nuestra vida presente? Vayamos siempre a Jesús a confesarle todo. Judas se perdió porque se confesó con sacerdotes ciegos y "guías de ciegos". Juan se hizo grande porque fue a Jesús. 6. Una gran promesa para nosotros "El más pequeño en el Reino de los Cielos, mayor es que Juan." ¿Quién no quiere ser grande? A duras penas nos conformamos con nuestra condición pues todos quisieran subir. Aquí hay una promesa para el más pequeño y aun para el peor. En el período de la Iglesia, todos los redimidos hasta el más pequeño somos mayores que Juan, porque el precursor inauguró la nueva dispensación de la Iglesia, esposa del Verbo, pero El se llamaba a sí mismo "amigo del esposo". Por esto Jesús declaró: "El Reino está a vuestra mano desde los días de Juan." Antes estaba lejos, porque la muerte no significaba ir al Reino, pero desde la inauguración del ministerio de Cristo el Reino está cerca, porque el mismo Rey se nos acercó. Puede ser obtenido en el acto, como Zaqueo, y gozado en el mismo día, como el ladrón de la cruz. Los que en él entran por la fe son más bienaventurados que los que creyeron porque vieron (Juan 20:29). ¿Queremos ser grandes en el Reino de los cielos? Podemos serlo. No importa que nuestro nombre sea desconocido en la tierra. ¿De qué vale hacerse un nombre aquí? (Véase anécdota Francisco de Borja en la muerte de Isabel La Católica.) ¿Qué importan grandezas que pasan? Como decía otro de nuestros místicos: Pues a cuanto el mundo alaba Pone fin la sepultura; No quieras bien que no dure, Ni temas mal que se acaba. ¡Pero cuántos héroes ignorados aquí brillarán esplendorosamente allá! ¡El menor, más grande que Juan! Cada uno tendremos cuanto menos en el Reino, la misma consagración a Dios, la misma humildad, la misma justicia y la misma fe que Juan el Bautista tenía cuando estaba en el mundo. Lo mejor del cielo no serán sus calles de oro o su mar de cristal, sino el cambio moral y espiritual que hemos de experimentar personalmente. Nos sentiremos como cuando uno ha recobrado de una enfermedad. ¿Yo soy aquel hombre o aquella pobre mujer que se llamó Antonio, Pedro, Lola o Josefa en el mundo?, diremos. Esta es la grandeza que vale, pedidla al Señor con humildad y con verdadero arrepentimiento. Pedidle el perdón de vuestros pecados y que os ayude a vencer, a ser pequeños aquí para poder ser grandes allá. ANÉCDOTAS EL PASTOR Y EL COMEDIANTE Cierto pastor decía a un actor cómico: —Parece raro que yo predico cosas que son verdad, y usted finge ser verdad lo que todo el mundo sabe que es mentira; y sin embargo, se llena el teatro y está medio vacía la iglesia. El comediante, que conocía lo monótono de las largas peroraciones del pastor, le dijo: —Es que yo presento la mentira como si fuese verdad, y usted habla de la verdad como si fuera mentira. EL DISCURSO DEL DOCTOR DUFF Este gran misionero en la India, predicó cierta noche en Escocia acerca de la necesidad espiritual de aquel vasto país con tanta vehemencia, que cayó desmayado en el pulpito de la iglesia invitante. Al volver en sí, en el despacho del pastor, preguntó: —¿Había terminado mi discurso? Cuando le dijeron que no, que el desvanecimiento había venido repentinamente, dijo: —Pues tengo que volver enseguida al pulpito. Y así fue: volvió a predicar de nuevo con tanto fuego que centenares de jóvenes se levantaron aquella noche para manifestar su deseo de servir a Dios predicando el Evangelio a los paganos, aunque ello les costase la vida. UNA LECCIÓN DE HUMILDAD Se cuenta que en un magnífico desfile de gala al que asistía la reina Victoria con su familia, una hija de ésta, de 15 años de edad, admirando a los vistosos jinetes que sentados en sus caballos con sus espadas en alto saludaban a la carroza real, tuvo un malicioso pensamiento: Lo interesante que sería que alguno de aquellos elegantes oficiales viniera a inclinarse ante ella particularmente. Sacó su pañuelo bordado, y con disimulo lo dejó caer al suelo. Al instante media docena de gallardos mozos estaban pie en tierra dispuestos a ser cada uno el primero en prestar un servicio a la princesa. Pero habiendo advertido la reina Victoria la maniobra de su hija, se levantó severa y dirigiéndose a los oficiales les dijo: —Señores, cada uno a su puesto. Es una orden —y dirigiéndose a la avergonzada niña, le ordenó—: Baja tú misma a recoger el pañuelo. La princesa obedeció, roja como una amapola, y al volver a su asiento, la comitiva reanudó la marcha. MILNEY Y MORR1SON Cuando el célebre misionero Morrison ofreció sus servicios a la Misión de China, fue rechazado por no poseer un título académico. En lugar de sentirse desairado, el consagrado joven respondió: —He dado mi vida al Señor para servirle en China. Si no puedo ir como misionero, ¿no podría la Misión tomarme como criado de uno de los misioneros? A la Junta Misionera les pareció acertada la idea, pues habría trabajos domésticos que un chino no sabría realizar en aquellos tiempos Así que Morrison fue designado como doméstico del misionero Milney. El joven, que poseía una fantástica memoria, aprendió tan rápidamente el idioma chino que pronto pudo vestirse al estilo del país y mezclarse con el pueblo chino sin que su habla le delatase. Poco después empezó la traducción de la primera Biblia china al idioma tamil, con lo que hizo su nombre famoso entre los misioneros y en el mundo entero, lodo ello lo consiguió por el camino de la humildad. EL PASTOR Y EL REY Advirtieron a un predicador de la corte de Francia que sus predicaciones estaban molestando al rey de tal manera que peligraba su vida. En lugar de amedrentarse, el predicador contestó: —Temo demasiado a Dios, para poder temer la ira del rey. FRANCISCO DE BORJA Y LA MUERTE DE ISABEL LA CATÓLICA Cuenta la historia que el capitán Francisco de Borja fue designado para acompañar a Sevilla el cadáver de la reina de España Isabel la Católica. Ese caballero militar, que era un gran admirador de la reina, tuvo a gran honor la designación. Pero cuando llegó el cadáver a su destino, después de tantos días de traqueteo por los polvorientos camines de aquel tiempo, y fue abierto el ataúd para identificar el cadáver, éste tenía un aspecto tan borroso y despedía un hedor tan nauseabundo, que el joven militar tuvo aquel choque tremendo que le llevó a escribir los famosos versos: "No más abrasar el alma En sol que apagarse puede; No más servir a señores Que en gusanos se convierten." Desde aquel momento, Francisco abandonó la carrera militar y se dedicó a la religión, convirtiéndose en el renombrado misionero jesuita de fama mundial. Púlpito Cristiano por Samuel Vila |
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