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Seminario Reina Valera
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15. La Elocuencia Del Sermón Homilética es el arte y ciencia de predicar para comunicar el mensaje de la Palabra de Dios. Se estudia cómo organizar el material, preparar el bosquejo y predicar efectivamente. Presenta a través del estudio de sermones ejemplares un modelo útil para los que empiezan a lanzarse al dificil arte de la predicación, mostrándo cómo decir las cosas de un modo claro y concreto. La elocución del sermón
Muletillas. — El predicador que no se ciñe estrictamente a un manuscrito, sino que predica con un simple bosquejo o sin él, se ve obligado a construir en el mismo pulpito muchas frases del sermón. Muchas de ellas habrán sido pensadas de antemano durante el estudio y volverán a la mente del predicador por asociación de ideas, pero muchas tendrán que ser improvisadas en el mismo momento de la predicación, y si el predicador no viene muy bien preparado, encontrará dificultad en formular las frases con la rapidez requerida. En tal caso corre gran peligro de introducir palabras de significado vago, que se avienen a toda clase de conceptos y se llaman "muletillas", o sea, apoyos que permitan al predicador descansar un instante para buscar las palabras que le conviene hallar. Hay personas que se hacen insoportables por el gran abuso de muletillas que usan en la misma conversación, y no menos pesado se hace el orador que cae en el hábito de usar alguna de tales muletillas con excesiva frecuencia durante la predicación. He aquí una lista de las MULETILLAS MÁS USUALES "Precisamente", "verdaderamente", "ciertamente", "sencillamente", "de cierto", "en verdad", "grandemente", "oportunamente", "maravillosamente", "amigos míos", "queridas almas", "queridos hermanos", "en vista de esto", "en razón de lo dicho", "¿entendéis ahora?", "sabemos, pues", "compréndelos", "podemos pensar", "podemos estar seguros", podemos "afirmar", "podemos creer", "es necesario suponer", "en conciencia", "con toda verdad", "con toda certeza", "es innegable", "lo cual". A veces se convierte en muletilla la repetición frecuente de un texto bíblico o de la línea de un himno. Hay predicadores que no pueden terminar un sermón sin tratar de demostrar la absoluta perdición de la insuficiencia humana por medio de la frase de Isaías: "Todas nuestras injusticias son como trapos de inmundicia", o bien: "Pasóse la siega, acabóse el verano y nosotros no hemos sido salvos." Frases que a causa de su alto simbolismo resultan incomprensibles para el oyente nuevo y, por lo tanto, debieran evitarse, si no hay la oportunidad de explicar la figura. Spurgeon fue advertido por un crítico, quien cada domingo dejaba sus observaciones escritas sobre su púlpito, del gran abuso que hacía de las siguientes líneas del himno: Ningún precio traigo a ti, Mas tu cruz es para mí. Spurgeon reconoció la verdad de la crítica y nos dice que se esforzó en no abusar de una estrofa tan apropiada y de gran significado, pero que al ser repetida en tantos de sus sermones había llegado a perder gran parte de su valor para sus habituales oyentes. En las oraciones, las muletillas más corrientes y la propia mención del nombre del Señor, que algunas veces se repite de un modo realmente abusivo, resultando, sin darse cuenta, un quebrantamiento del tercer mandato del decálogo. Otros recurren a una muletilla más larga añadiendo algún adjetivo al nombre del Señor como "Padre de misericordia", "Padre amantísimo", "Señor todopoderoso", expresiones que repiten docenas de veces en unos minutos. Todas las palabras y frases que hemos citado, y muchas más que podríamos añadir, son correctas y útiles usadas alguna vez en el lugar que les corresponde, pero se convierten en fastidiosas muletillas tan pronto como se hace de ellas un uso abusivo. El predicador debe velar sobre sí mismo para evitar tales hábitos viciosos, y debe aun enseñar a sus miembros a evitarlos si es posible. PRONUNCIACIÓN Y ENTONACIÓN A la corrección de estilo sigue en importancia la buena elocución, o sea, la correcta pronunciación y entonación del sermón. Spurgeon dice al respecto: "Empieza a hablar con calma y sin levantar excesivamente la voz desde el principio. Ya vendrá la ocasión de hablar con calor en el curso del sermón. Sin embargo, principia con aire decidido, como el que está seguro de que tiene algo importante que comunicar, y asegúrate de que el volumen de voz es suficiente para que los que están sentados en los últimos bancos puedan oír desde la primera palabra." Aspira profundamente en las pausas, para que la falta de aire no te obligue en los párrafos largos a apresurarte y bajar la voz. Articula las palabras distintamente. Procura corregir los defectos de pronunciación regional. Los ingleses tienen sus propios defectos regionales. En cuanto a nosotros, podemos notar: las vocales abiertas, en los predicadores catalanes; la z en lugar le s y la falta de terminación de muchas palabras, entre los de origen andaluz. Tanto unos como otros pueden, con perseverancia y esfuerzo, lograr hablar buen español. No es excusa el origen regional del predicador para no esforzarse a tal respecto. Todos deben esforzarse en conseguir la pronunciación correcta y completa. Acostúmbrate —dice el Dr. Blackwood— a poner las pausas en el lugar que les corresponde. Tanto en textos bíblicos como los propios párrafos del sermón resultan mucho más comprensibles para los oyentes si el predicador los pronuncia con las pausas adecuadas. Haz la prueba con los siguientes textos, pronunciándolos, primero de corrido o como tienes por costumbre, y luego poniendo atención a las pausas según se indica. Mateo 11:28 "Venid a Mí (pausa) todos los que estáis trabados y cargados (pausa) y Yo os haré (ligera pausa) descansar." Juan 4:8 "Dios es (pausa) amor." Nótese la diferencia en el texto tan breve si se pronuncian las tres palabras de corrido sin hacer la pausa que se indica, si se pone antes del verbo "es". En tal caso la solemne frase perderá sentido, porque, sobre todo los oyentes de los últimos asientos, la percibirán como "dioses amor", expresión sin significado alguno. Juan 5:24 "De cierto, de cierto os digo (pausa): El que cree en Mí (pausa ligera) tiene (pausa) Vida Eterna (pausa) y no vendrá (pausa ligera) a condenación (pausa), mas pasó (pausa ligera) de muerte a vida". Isaías 1:18 "Venid luego (pausa ligera), dirá Jehová (pausa), y estemos (pausa ligera) a cuentas (pausa). Si vuestros pecados fueren (pausa ligera) como la grana (pausa), como la nieve (pausa ligera) serán emblanquecidos (pausa); si fueren rojos (pausa ligera) como el carmesí (pausa), vendrán a ser (pausa) como blanca lana." Hágase la prueba de alterar las pausas aquí señaladas y se verá cómo se empeora la dicción y, por ende, la buena comprensión del oyente. En las pausas marcadas como ligeras la voz debe mantenerse pronunciando la última sílaba más larga que las demás, mientras que en las pausas normales debe detenerse la voz en la forma acostumbrada cuando hallamos una coma en el escrito. Al pronunciar frases muy solemnes y de amonestación y en todas las de alabanza a Dios, citas de la Sagrada Escritura, etc., la atención a las pausas es de gran importancia. En el calor del discurso y de la argumentación el predicador no podrá prestar tanta atención a las pausas; pero si está habituado a observarlas de un modo correcto al hablar despacio y con solemnidad, lo hará instintivamente al hablar aprisa. El sentido común, más que las reglas, ha de ser su guía al respecto. Si no se detiene sino en las puntuaciones propias de la peroración, puede privar a su público de parar atención a ciertas palabras principales y producir la desagradable sensación de que está recitando su discurso como aprendido de memoria. Si, por el contrario, hace sus frases demasiado cortas o pone las pausas en lugar indebido, corre el peligro de hacerse pesado a los oyentes, dando la impresión de un niño que empieza leer. Predicadores bastante cultos producen a veces esta impresión cuando, pretendiendo hacerse solemnes, en el algún período del sermón apelan al curso de las frases cortas. El público inteligente: se da cuenta a la legua de cuando las frecuentes pausas y frases cortas son naturales y tienen como razón la solemnidad del mensaje, o cuando obedecen simplemente a la falta, de palabras o a la vanidad del predicador. VELOCIDAD EN LA DICCIÓN DEL DISCURSO ¿Qué es preferible en el predicador, la predicación rápida, o la dicción lenta y pausada? No puede darse regla fija al respecto, porque su conveniencia depende de muchos factores. En primer lugar el temperamento del predicador. Hay predicares a quienes por su carácter les caería mal la predicación pausada. Parecería un fingimiento, para los que conocen al predicador en la intimidad. Otro factor determinante de la velocidad es la clase de sermón y los diversos períodos del mismo, ningún predicador sensato pronunciará su sermón desde la primera frase hasta la última a la misma velocidad, ya que con ello daría la sensación de que está recitando. Como indicamos en la cita de Spurgeon, es necesario empezar a paso moderado y aumentar naturalmente la velocidad al hablar con mayor vehemencia. Cuando lleguéis a alguna frase que seáis que el oyente recuerde bien, parad el ritmo del discurso y pronunciad aquella frase con calma, o da una sensación de alivio a la mente de los oyentes, sobre todo si el predicador es fogoso y ya ha hablado largo rato a gran velocidad. Spurgeon acostumbraba hablar a razón de 140 palabras por minuto según su taquígrafo. La predicación por la radio suele hacerse a razón de 120. Estos datos se refieren a palabras de lengua inglesa. Las palabras españolas suelen ser más largas, y el número de ellas es inferior, excepto en predicadores muy fogosos. La predicación por la radio suele ser más regular que la del pulpito, debido a que la ausencia del auditorio priva al orador del entusiasmo que produce un público atento.
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