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Seminario Reina Valera
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20. Pascua 2 Homilética es el arte y ciencia de predicar para comunicar el mensaje de la Palabra de Dios. Se estudia cómo organizar el material, preparar el bosquejo y predicar efectivamente. Presenta a través del estudio de sermones ejemplares un modelo útil para los que empiezan a lanzarse al dificil arte de la predicación, mostrándo cómo decir las cosas de un modo claro y concreto. ¿QUE, PUES, HARÉ DE JESÚS? (Mateo 27:22)
Jamás una pregunta más importante ha sido formulada por labios humanos. 1. El gran dilema de Pilato El que la hizo era un hombre inteligente, escéptico, conocedor de muchas religiones, que había llegado a dudar de todas y de todo. Por esto, cuando aquel extraño acusado llamado Jesús le fue presentado y oye de sus labios palabras jamás oídas antes de boca de ningún reo —"Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad; todo aquel que es de la verdad, oye mi voz"—, responde burlonamente: "¿Qué cosa es verdad?" Para él no hay otra verdad que la de las conveniencias humanas; subir en la estimación del César; tener más y más poder y más dinero, esto es lo que vale. ¿No hay muchos así hoy día? Pero en este caso se encuentra en una posición embarazosa; la más embarazosa de su vida. Con su perspicaz vista de juez y de político comprende que aquel acusado es justo. Su esposa se lo ha advertido (Mateo 27:19). De momento, quizá se dice: "Supersticiones de mujeres".... Pero queda un ¡quién sabe! Por esto trata de librarle, primero apelando a la compasión popular; después a la costumbre establecida de soltar un preso por la Pascua. Ambas estratagemas le salen mal y se queda con Jesús delante; aquel Jesús con quien su esposa y su conciencia le han advertido no tener que ver nada.... La sombra de aquel preso le persigue; ha intentado echarlo sobre Herodes, y allí está otra vez.... Entonces se da la paradoja de que el juez pregunta a los acusadores: ¿Qué, pues, haré? ¿Dónde está, Pilato, la justicia y la conciencia? ¿Dónde queda tu honor de juez? ¿Para qué has estudiado jurisprudencia? ¿Para descender a preguntar a un populacho: ¿Qué haré? El temeroso Pilato se halla entre dos aguas, teniendo por un lado el acicate de la conciencia y por el otro los fariseos con sus amenazas.... Y aquel justo le estorba.... ¡Ojala pudiera quitárselo de delante sin poner sus manos sobre El! ¡Que lo tomara el pueblo y lo apedreara! ¡Que lo hiciera ejecutar Heredes....! ¡Que él no tuviera nada que ver con este extraño caso! ¡Ojala que nunca se lo hubiesen puesto delante....; que hubiese estado ausente....! ¡Así se dice Pilato, inquieto y perturbado! Pero no, allí está, y no puede evadir la responsabilidad de juzgarle. Por esto maldice Pilato aquel aciago día, maldice a los fariseos, al pueblo y a su mala suerte, porque allí está Jesús, no desaparece de su vista. Allí está con toda su majestad, su bondad, su ternura, su justicia.... Y Pilato tiene que hacer algo: o condenarle o soltarle. Y, ¡desgraciado!, opta por el camino de la conveniencia, ahogando la voz de la conciencia y de la justicia. 2. Nuestro propio dilema La pregunta de Pilato se repite como un eco a través de los siglos.... Se presenta a cada generación y a cada ser humano: ¿Qué haré de Jesús? Cuando tú y yo llegamos a la vida nos encontramos con un mundo más o menos bueno o malo, con instintos propios, buenos y malos a la vez, y con un medio ambiente en el cual hemos encontrado a Jesús. El hecho histórico de Jesús, la doctrina de Jesús, que ya estaba en el mundo al nacer nosotros, se nos ha aparecido más o menos confusa o claramente....; más claramente desde aquel día cuando empezamos a escuchar la predicación del Evangelio. Sabíamos desde niños que existió en Judea un hombre maravilloso llamado Jesús que vivió haciendo bienes, que lo crucificaron y que resucitó, como lo declaran testigos fieles que llegaron a dar su vida por su causa. Comprendemos que tales hombres no podían ser locos todos, ni engañadores. Sabemos también que donde se predica este Evangelio de Jesús, se regeneran las almas, los hombres cambian de modo de ser.... Y el dilema que este presentó a otras mentes y corazones en siglos pasados se presenta de nuevo en nuestra mente: ¿Qué haré de Jesús?, ¿qué actitud tomaré? Nuestra conciencia personal nos dice: Es justo: el Justo por excelencia, debe ser el Hijo de Dios.... Sus hermosas doctrinas; sus ofertas de paz, perdón y vida eterna, responden a las necesidades de mi alma.... Pero en algunas cosas este Jesús y sus doctrinas se oponen a mis conveniencias...., a los bajos deseos de mi carne...., a mis intereses.... ¿Qué voy a hacer con este Jesús y su Evangelio? ¿Qué harás? No puedes decir: "No haré nada." Veamos cómo reaccionan a esta pregunta ciertos hombres. Algunos han dicho: 1) Negaré su existencia....; diré que es un mito Este es el camino que tomó Emilio Bossi y como él, algunos otros pocos filósofos y escritores; pero esta actitud es absurda. Si existió, el negarlo no cambiará los hechos. Y que existió es evidentísimo. Su lugar en la historia está bien definido (véase Lucas 3:1-2). Estos son personajes históricos. Asimismo lo son Tácito y Suetonio, que en sus narraciones históricas, ajenas a todo interés religioso, mencionan la existencia de Jesús y el martirio de los cristianos. Nadie hubiera dado la vida por un Cristo inexistente.... Cuadrato nos habla de los enfermos que Jesús curó como vivientes en sus días.... Ireneo y Papias nos refieren sus relaciones con el apóstol San Juan.... 2) Existió pero era un mero hombre Era un hombre notable, pero no divino, alegan algunos. La fama de su divinidad se fraguó a través de los siglos. Pero esta suposición es puramente gratuita. La divinidad de Jesús es aceptada y preconizada por sus discípulos desde los primeros días del cristianismo. En el capítulo anterior hallamos la respuesta de Jesús a Caifas (Mateo 36:64-66). Si Cristo hubiese sido un mero hombre, ¿cómo hubiera levantado fe en su divinidad en sus mismos días? ¿Cómo demos Jaría su resurrección? ¿Cómo habría logrado justificar su profecía de que el Evangelio sería predicado por todas partes del mundo? (Véase anécdota El consejo de Talleyrand.) Ciertamente tienes tú más motivos para creer que Pilato y que el centurión que le crucificó, a pesar de no haber visto a Cristo con tus ojos materiales.... ¿Qué harás de Jesús? 3) No haré caso de El Algunas personas no quieren discutir un tema que dicen ser tan complicado.... No quieren afirma ni negar. —No sé —exclaman—. Quizá sí, quizá no. Hombres más sabios lo discuten. ¿Qué diré yo? Ni afirmo ni niego.... Pero, amigo, no puedes evadir así la cuestión. Si el Hijo de Dios, el Creador, dejó su gloria, padeció y murió por ti, no puedes dejar de hacer caso de semejante hecho. Es la más terrible ofensa que puedes inferirle. Es ingratitud, desdén, desprecio, del amor más grande inmerecido y sublime que ha visto el Universo. No hacer caso es declararte su enemigo.... Es lo que quería hacer Pilato, evadir la cuestión; pero no lo logró. 4) Le relegaré a un Salvador de reserva Esta es la actitud, aparentemente un poco más plausible, que tratan de tomar algunos frente al gran dilema. No se atreven a negar, tampoco a rechazar, pero temen las consecuencias de tomar una actitud decidida. Llegan a estar persuadidos de que Jesús es real y divino; de que es su Salvador y de que lo necesitan. Pero no les conviene dilucidar el asunto demasiado pronto. —Lo aceptaré —dicen— en el momento que me interese. Sus doctrinas son demasiado puras, demasiado justas para comprometerme con ellas ahora. Prefiero el mundo a Cristo. Cuando no tenga recurso alguno para continuar "viviendo" "mi vida", entonces me acordaré de El y lo aceptaré. ¿Es esto lo que piensas hacer con Cristo? (Véase anécdota Moody y el incendio de Chicago u otras apropiadas.) 5) Lo aceptaré, lo amaré y lo serviré Esta es la mejor actitud; la que han tomado muchos, y están tomando aquellos que tienen en verdadero aprecio el porvenir eterno de sus almas. Mirando de frente y sin excusas el gloriosísimo hecho de la venida de Cristo a este mundo dicen: Si tú eres Jesús, el Mesías prometido.... Si eres el Redentor indispensable para una humanidad pecadora, de tal modo que no fue posible al Padre celestial librarte de la muerte.... Si eres el Hijo de Dios que has de venir a juzgar a los hombres.... Si eres el hombre-Dios, perfecto, el único y supremo modelo.... No puedo, ni quiero hacer otra cosa, con tu Divina persona, que fue entregada por mis delitos y resucitada para mi justificación, que aceptarte y amarte como Tú me has amado. 3. La pregunta invertida Algún día el que fue humilde y despreciado Redentor de los hombres, será el Juez de vivos y muertos. Y la misma pregunta será repetida a la inversa, siendo tú el reo ante su majestad. Algún día El tendrá que decir acerca de ti lo que tú, indispensablemente, tienes que preguntarte hoy acerca de El. ¿Qué haré de esta alma pecadora? ¿Cómo he de sellar su destino? Pero la respuesta no está en su arbitrio, sino al tuyo. Su decisión depende enteramente de la tuya. (Palabras de llamamiento según la inspiración personal de cada predicador, sin olvidar que el sermón ha terminado y se halla en el período de Conclusión y no debe alargarse mucho más.) ANÉCDOTAS EL CONSEJO DE TALLEYRAND Un racionalista francés, inventor de la llamada "Religión Natural", se quejaba al conocido ministro Talleyrand del poco éxito que había tenido su religión, a pesar de haber escogido para la misma la mejor ética contenida en el cristianismo y en otras religiones, y le pidió consejo sobre el mejor modo de acreditarla. —Es muy sencillo —replicó Talleyrand—. Haga usted unos cuantos milagros aquí en París y en otras ciudades de Francia; después, déjese crucificar, resucite al cabo de tres días, y verá usted cómo muchas personas creerán en su religión. MOODY Y EL INCENDIO DE CHICAGO En 1871 prediqué en Chicago una serie de sermones sobre la vida de Cristo, durante cinco noches. El último serón era sobre el tema "¿Qué haré con Jesús?", y creo que cometí uno de los mayores errores de mi vida. Era una noche de octubre, y escuché que pasaban las maquinas del cuerpo de bomberos, pero no hice mucho caso, ya que a menudo oíamos las campanas que anunciaban la existencia de un incendio. Cuando terminé de predicar le dije al auditorio: —Quiero que llevéis la pregunta a vuestras casas; que penséis sobre ella y que el domingo que viene me digáis qué vais a hacer con Cristo ¡Qué error! Nunca más he dicho una cosa así. En aquellos momentos se estaba iniciando el gran incendio de Chicago, en el que perecieron centenares de víctimas. Recuerdo que Sankey cantaba: "Hoy llama el Salvador. Acude a El. Cae la tormenta Y está cerca la muerte." Y así fue de un modo particular en aquella ocasión. Después del culto me fui a casa. A la una de la mañana se quemó el local donde habíamos estado reunidos y no hubo oportunidad de volver a predicar a los supervivientes de la catástrofe. Muchas almas pasaron sin Cristo a la eternidad. Púlpito Cristiano por Samuel Vila |
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