Historia Eclesiásticaes el estudio de la historia de la Iglesia
Cristiana desde el final del Nuevo Testamento hasta el principio del
movimiento evangélico. Se pone énfasis en el sacrificio de los
mártires, las controversias doctrinales, el desarrollo del
catolicismo, los precursores de la reforma, Martín Lutero y la Reforma
Protestante.
Casiodoro de Reina
Primer traductor
de la Biblia. Nacido en Montemolín (entonces Reino de Sevilla,
actualmente Extremadura) en 1520 aprox. y fallecido en Frankfort
en 1594. Con otros, abandonó el monasterio jerónimo de San
Isidoro del Campo, próximo a Sevilla, en 1557, al descubrirse la
comunidad protestante sevillana, fijando su residencia en
Ginebra. Su deseo de ponerse a salvo del Santo Oficio,
diferencias con sus nuevos correligionarios, las intrigas de
Felipe II (que puso espías cerca de él y precio a su cabeza),
necesidades económicas, la política española en Flandes y la
impresión de su traducción de la Biblia - la primera completa al
castellano de los originales - le obligaron a cambios constantes
de domicilio. Así lo vemos en Frankfort, Londres, Amberes,
Bergerac, Castillo de Montargis, Basilea y Estrasburgo.
Como traductor,
se le debe la conocida como Biblia del Oso (Basilea,
1569) y la traducción al francés de Historia Confessionis
Augustanae (Amberes, 1582). Fue el autor de la
Declaración o Confesión de Fe hechas por ciertos fieles
españoles, que huyendo de los abusos de la Iglesia Romana y la
crueldad de la Inquisición de España, hicieron a la iglesia de
los fieles para ser en ella recibidos (Frankfort, 1577); de
comentarios a porciones de los Evangelios de San Juan y San
Mateo (aparecidas en latin en 1573, Frankfort) y de un
Catecismo (1580), publicado en latín, francés y holandés.
También redacto unos Estatutos para una sociedad de ayuda
a los pobres y perseguidos, en Frankfort, que ha llegado hasta
nosotros.
En el Auto de Fe
de la inquisición de Sevilla, el 26 de abril de 1562, fue
quemado en efigie y figuró en el Indice como autor de
primera clase. Al morir le sucedió en el pastorado de la
comunidad luterana de habla francesa en Frankfort uno de sus
hijos, Marcos. Allí se conserva un retrato suyo al óleo que reza
así: "Casiodoro de Reina, nacido en Sevilla..."
La
Biblia de Casiodoro de Reina es la primera Biblia completa impresa en
lengua española y también la única traducción protestante hoy
existente, pues en la mal llamada Biblia de Cipriano de Valera
(Amsterdam 1602) el nuevo editor se limitó, como abajo explicamos, a
cambiar el orden de los libros y a añadir o quitar notas marginales,
con alteraciones cuantitativamente mínimas del texto bíblico fijado
por el primer traductor, cuyo nombre viene además ostentosamente
silenciado en la portada.
Este silencio se explica por la enemistad de más de treinta años que
el superortodoxo calvinista Cipriano de Valera sintió con su antiguo
maestro en el convento jerónimo de San Isidro del Campo extramuros de
Sevilla, por haberse negado Casiodoro a someter su traducción de la
Biblia a la censura de los eclesiásticos de Ginebra. Pero partamos de
más atrás, pues la historia del protestantismo español está aún por
escribir.
Casiodoro de Reina (propiamente habría que escribir Reyna, como él
mismo firmaba y Valera le nombró) era considerado en Sevilla como el
maestro indiscutido de la naciente comunidad evangélica. De todos los
frailes de San Isidro del Campo que en 1557 huyeron de Sevilla y se
dirigieron a Ginebra, fue Casiodoro de Reina el único que no tuvo que
hacer estudios suplementarios de teología bajo Théodore de Bèze en
Lausanne y también el único (aparte de Juan de Sosa, un joyero
anabaptista de Sevilla, ahogado en Amberes en 1560) a quien los
Inquisidores sevillanos en el Auto de Fe de 23 abril 1562 dieron el
honorable título de ‘heresiarca’, es decir, maestro de herejes. Según
testimonio de los mismos inquisidores Casiodoro había propagado con
mucho éxito la doctrina evangélica entre los seglares de Sevilla (interrogatorio
de María de Bohorques); basándose sobre documentos hoy desaparecidos,
el historiador de la Inquisición Juan Antonio Llorente asertó ser
debida a ‘un Fray Casiodoro’ la súbita conversion al luteranismo de
todos monjes de San Isidro; en su libro ‘Sanctae Inquisitionis
Hispanicae artes’, afirma Casiodoro solamente que fueron dos frailes
de San Isidro a dar ‘inicio a este negocio’, con el resultado que en
pocos meses casi todos los frailes del convento o se habían convertido
o al menos simpatizaban con ellos. Uno de estos iniciantes fue
naturalmente el propio Casiodoro, quien por modestia o cautela
silencia aquí su nombre, siendo él (y no Antonio del Corro, como
sostenía Vermasseren y tendía a creer Gordon Kinder) el verdadero
autor de este primer gran libro contra la Inquisición publicado por
primera vez en Heidelberg en 1567 bajo el pseudonimo de Reginaldus
Gonsalvius Montanus (cfr. el capítulo sobre Reina en mi libro
Spanien und der Basler Buchdruck, Basel/Stuttgart 1985).
Cuando Casiodoro llegò a Ginebra, forjó el plan de traducir la Biblia
completa al español. Sobre sus planes debiò hablar con Juan Pérez de
Pineda, quien acababa a la sazón de publicar una edición del Nuevo
Testamento (Ginebra, Jean Crespin, 1556), basada sobre la traducción
de Francisco de Enzinas (Amberes, P. Mierdman, 1543). A estos mismos
planes aludió Casiodoro seguramente en uno de sus encuentros con
Calvino, quien no dejaría de recordarle, cómo Enzinas le había
solicitado cinco años atrás de intervenir personalmente para asegurar
el financiamiento final de la espléndida Biblia en español que el
humanista protestante burgalés estaba terminando de traducir en
Estrasburgo y que a la sazón quería imprimir en Ginebra. Aunque hijo
de un banquero del emperador Carlos V, Enzinas se había quedado corto
de dinero, en parte por confiscación de su herencia y en parte por
haber gastado una enorme suma tanto en la realización de los
sescientos grabados contratados al artista Franz Oberritter en
Estrasburgo como en la fundición de los majestuosos y bellísimos tipos
de letra (utilizados posteriormente en la segunda edición en folio
real de la Humani corporis fabrica de Andreas Vesalius, Basilea,
J. Oporino, 1555). Lo que Calvino no pudo contar a Casiodoro fue que
la temprana muerte de Enzinas le había ahorrado al reformador
ginebrino la mayor afrenta de su vida: En efecto, de los libros del
Antiguo Testamento hasta entonces por él traducidos, Enzinas no
publicó más que cuatro (Salmos, Job, Proverbios y Sirach), todos en
Estrasburgo pero con el falso pie de imprenta de Lyon, Sebastian
Gryphus, 1550. Según las últimas cartas de Enzinas a Calvino, en el
verano de 1552 estaba la traducción de los otros libros casi terminada,
pero el burgalés no hizo alusión a lo más importante: Su traducción no
estaba hecha a partir de los textos originales, sino de la versión
latina de Sebastian Castellion, apóstol de la tolerancia religiosa,
amigo íntimo de Enzinas y el hombre más odiado por Calvino y los
calvinistas. La excelente versión en latín clásico de Castellion que
fascinó, además de Enzinas, también al primer adalid español de la
difusión de la Biblia en idioma vulgar, el valenciano Fadrique Furió
Ceriol, debió gustar tanto a Casiodoro, que éste se decidió, a
despecho de Juan Pérez, Valera y otros españoles sumisos a Calvino, a
escribir una carta al "docto et pio viro Sebastiano Castalioni".
Sospechoso se hizo Casiodoro a los ultraortodoxos calvinistas de
Ginebra por sostener que también a los anabaptistas se les debía
considerar como hermanos, por propagar entre los refugiados españoles
el libro de Castellion sobre ‘que no se debían quemar los herejes’ y
por decir que Miguel Servet había sido quemado injustamente en Ginebra.
Sus enemigos reprocharon a Casiodoro que cada vez que él paseaba
delante del lugar de la hoguera de Servet se le saltaban las lágrimas
y cuando se enteraron de que Casiodoro se marchaba a Inglaterra, para
fundar una nueva iglesia española no tardaron en ponerle el sobriquete
de Moisés de los españoles, pues logró llevarse consigo a no
pocos de sus compatriotas.
Llegado a Londres a finales de 1558 Casiodoro organiza allí una
Iglesia de lengua española, aceptando como miembros a italianos y
neerlandeses caídos en desgracia en sus iglesias respectivas. En enero
de 1560 redacta la ‘Confesión de fe hecha por ciertos fieles españoles,
que huyendo de los abusos de la iglesia Romana y la crueldad de la
Inquisición d’España hizieron a la Iglesia de los fieles para ser en
ella recibidos por hermanos en Christo’. Y desde entonces no deja de
trabajar en la traducción de la libros sagrados que pensaba llevar a
buen término en un tiempo razonable. Pero eso era no contar con las
acechanzas provenientes de dos grupos que, aunque totalmente opuestos
en sus intereses, se hallaron unánimes en la voluntad de impedir la
labor del traductor de la Biblia. De una parte los inquisidores,
quienes lograron infiltrar un agente provocador en la naciente iglesia
(se trataba nada menos que de Gaspar Zapata, el asistente de Casiodoro
en el trabajo de traducción) e hicieron chantaje o promesas a algunos
miembros débiles, dispuestos a denunciar al propio pastor ante las
autoridades inglesas hasta del crimen nefando. Y de otra parte los
celosos calvinistas de las iglesias francesa y flamenca de Londres,
quienes, guiados por su extrema descofianza y antipatía por Casiodoro,
no hacían sino espulgar los textos todavía incompletos, buscar
herejías por todas partes y denunciarlas inmediatamente a Ginebra,
llegando al extremo de apoyar ciegamente el doble juego montado a
todas vistas por el embajador de España en Londres y por agentes de la
Santa Inquisición. El resultado de esta doble conjura fue la huída
precipitada de Casiodoro a Amberes en enero 1564 y la inmediata
dispersión de la iglesia española de Londres. Por fortuna el traductor
pudo poner a salvo sus manuscritos, que le fueron enviados semanas
después a Amberes por el viejo prior de San Isidro, Francisco de
Farias, o por otro ex-fraile de toda su confianza.
Fue entonces cuando el Rey Felipe II puso precio a la cabeza de
Casiodoro, como se lee en una carta del gobernador de Amberes a la
regente de los Paises Bajos: ‘Su Majestad ha gastado grandes sumas de
dineros por hallar y descubrir al dicho Casiodoro, para poderle
detener, si por ventura se encontrase en las calles o en qualquier
otro lugar, prometiendo una suma de dinero a quien le descubriese’.
Acechado en todas partes por los esbirros de la Inquisición y
sospechoso de herejía o de peores cosas aún por sus hermanos de fe,
Casiodoro erró durante más de tres años entre Francfort, Heidelberg,
el sur de Francia, Basilea y Estrasburgo buscando un lugar donde
establecerse como pastor de la iglesia o como simple artesano, y poder
dar así término a su traducción. En 1567 y 1568 le encontramos de
nuevo ocasionalmente en Basilea, en casa del banquero calvinista
Marcos Pérez, quien ya había protegido a Casiodoro en Amberes y quien
ahora continuó defendiéndole contra las acusaciones de sus
correligionarios, subveniendo finalmente a los costes de impresión de
la Biblia.
El primer contrato para la edición de 1100 ejemplares de la Biblia fue
firmado en el verano de 1567 con el famoso editor Oporino, antiguo
amigo de Enzinas e interesadísimo en el libro de Casiodoro sobre las
Artes de la Inquisición, cuyo permiso de impresión le fue negado dos
veces por el consejo de la ciudad. Por desgracia para Casiodoro, en el
mes de julio 1568 y antes de poder dar comienzo a la impresión de la
Biblia, Oporino murió y resultó estar de tal manera arruinado, que no
cabía la menor esperanza de recuperar los 400 florines pagados por
adelantado del fondo de dineros reunidos en Francfort por los
refugiados españoles para la edición de la Biblia. Para colmo de
desdichas, los enemigos españoles de Casiodoro, que habían decidido de
reimprimir en Paris el Nuevo Testamento de Juan Pérez con todas las
notas marginales de la Biblia francesa de Ginebra, comenzaron a exigir
para su proyecto una parte de los dineros del mismo fondo. A este
conflicto puso inopinadamente fin el embajador español Don Francés de
Avila, quien teniendo noticia del proyecto, hizo detener
provisoriamente en el verano de 1568 al impresor flamenco (¿Diego
López?), mientras que los editores Pedro Martínez de Morentín y a un
cierto Viruel pudieron abandonar Paris a tiempo. Los cuadernos ya
impresos de este Nuevo Testamento, así como el ejemplar de 1556 con
los añadidos de mano para la nueva edición, cayeron en manos del
embajador, que se apresuró a enviárselos al rey Felipe como el más
estimado trofeo. Felipe II felicitó al embajador por su "diligencia en
haber el Testamento Nuevo en español", ordenándole a la vez de
continuar las pesquisas: Y si vos pudiésedes haber a lo menos el
original para quemarlo, sería el verdadero remedio, no quedando otro
ningún traslado y procurando el castigo del librero. Menos éxito
tuvieron el rey y sus agentes para impedir el proyecto de Basilea,
quizá por no estar informados suficientemente sobre el tiempo y lugar,
donde Casiodoro estaba imprimiendo su Biblia. Quizá fue el mismo
Casiodoro quien indirectamente les había puesto sobre una pista falsa
al escribir a Théodore de Bèze en abril 1567 que estaba dispuesto a
someter a su control el texto bíblico antes de la impresión, que
podría muy bien ser efectuada en la imprenta de Jean Crespin en
Ginebra. Naturalmente que Casiodoro con este acto de sumisión no
pretendía sino obtener de los ministros ginebrinos el ‘placet’
necesario para lograr el deseado puesto de pastor en una de las
iglesias reformadas, no pensando en ningún momento de poner su
traducción en manos de sus contradictores y menos de hacerla imprimir
en Ginebra. Pero la noticia debió llegar a oídos de algún espía de la
Inquisición, el cual se apresuraría a transmitirla a Madrid. En todo
caso ya en el verano de 1568 la Suprema ordenó a los inquisidores de
los puertos de la península de estar bien sobre aviso sobre los libros
que entran, pues ‘Casiodoro ha impreso en Ginebra la Biblia en lengua
española’. La respuesta del Tribunal de Granada no se hizo esperar:
‘Después de muchos controles podemos segurar a vuestras Excelencias
que en este reino [de Granada] no ha entrado ni un solo ejemplar de la
Biblia de Casiodoro’. Bien lo podían decir, pues por esa fecha (2 de
julio) la Biblia de Casiodoro no sólo no se había comenzado a imprimir,
sino que la muerte de Oporino (acaecida cinco días mas tarde) así como
el embargo inmediato de sus bienes crearon nuevas dificultades y
ocasionaron un ulterior retraso. Fue entonces que intervino de nuevo
Marcos Pérez, prestando a Casiodoro a fondo perdido la suma de 300
florines (equivalente al sueldo de tres años de un profesor de
Universidad) que sirvieron para cerrar un nuevo contrato con el
impresor Thomas Guarin, quien imprimió finalmente 2600 ejemplares. La
impresión tuvo lugar en los talleres del mismo Guarin y no, como se
viene de antiguo diciendo, en la minúscula imprenta de Samuel Apiario,
de la que entonces no valían sino libros de pequeño formato y texto
limitado. Pero a Casiodoro debió gustar enormemente la simbólica
estampa con el oso que Apiario ya no utilizaba como marca tipográfica
desde mucho tiempo atrás, y o le compró o le pidió prestado el
susodicho clisé para ilustrar la portada de la después llamada Biblia
del oso. En todo caso, el mismo Casiodoro confirmó en su dedicatoria
autografa del ejemplar regalado a la Universidad de Basilea que la
impresion había sido efectuada en la tipografia de Guarin (‘typis ab
honesto viro Thoma Guarino cive Basiliensi excusam’). Además, en el
catálogo o cartel de ventas que Guarin imprimió para la feria de
libros de Francfort de 1578 figura la Biblia de Casiodoro: ‘Biblia in
Hispanicam linguam traducta’.
La impresión, que ocupó durante varios meses una o dos prensas de
Guarin, fue terminada probablemente el 24 de junio 1569, día en que
Casiodoro notificó a un amigo la entrega inmediata del último cuaderno:
‘postremum folium totius texti biblici tam Veteris quam Novi
Testamenti’. Quedaban sin embargo por imprimir la ‘Praefatio’ latina
al lector sobre la visión de Ezequiel, la ‘Amonestación del interprete
al lector’ y la finalmente no publicada dedicación de la Biblia a la
reina de Inglaterra. Sobre la oportunidad de esta dedicación Casiodoro
se dejó aconsejar por su amigo Johannes Sturm de Estrasburgo, a quien
había
enviado previamente su prefacio (‘cum mea praefatione’). Según
Menéndez y Pelayo (a quien siguieron aquí ciegamente tanto Boehmer
como Kinder) la ‘praefatio’ enviada por Casiodoro a Sturm no era sino
la ‘Amonestación castellana’, mientras que la ‘Praefatio hispanici
sacrorum librorum interpretis ... ex prima visione Ezechielis’ habría
sido la obra exclusiva de Sturm. Esto es totalmente falso. Casiodoro
no tenía ningún motivo para enviar la ‘Amonestación castellana’ a
Sturm, puesto que éste no sabía una palabra de español y, además, el
tema tratado en la ‘Praefatio’ latina sobre la visión del profeta
Ezequiel y el oficio de los príncipes cristianos Casiodoro lo había
tratado ya en el epígrafe del correspondiente capítulo (Ezequiel 28)
que estaba ya mpreso meses antes de su consulta al maestro de
Estrasburgo: ‘y por alusión a los Cherubines que llevaban el carro de
la gloria de dios, como al mismo Propheta fue mostrado, pinta y
declara la vocación y officio de los reyes del mundo: del qual por
haber faltado, le amenaza con muerte ignominiosa’. La labor de Sturm,
pues, se redujo al examen y a algunas correcciones de esta ‘praefatio’
de contenido religioso y político de explosiva actualidad, que no sólo
es obra del solo Casiodoro (‘praefatio hispanici interpraetis’), sino
también la única pieza de la Biblia donde éste firmó con las iniciales
de su nomber: C.R. Con el nombre completo de Casiodoro de Reina esta
‘Praefatio’ se imprimió separadamente de nuevo en Estrasburgo en
1613. Sobre las fuentes utilizadas por Casiodoro para la traducción
de su Biblia nos informa parcialmente él mismo en su ‘Amonestacion al
lector’: Además de las fuentes originales hebrea y griega, la version
de Sanctes Pagnini y la doble edición judeo-española de Ferrara 1553.
Para las partes griegas del Antiguo Testamento Casiodoro parece haber
seguido sobre todo la Biblia latina de Zürich y en parte la de
Castellion, de quien tomó no solo el término ‘Jehová’ en lugar del
comunmente usado Señor’, sino también el modo de indicación de los
textos añadidos de la Vulgata. Ambas Biblias ‘herejes’ vienen
naturalmente silenciadas por Casiodoro, así como las versiones
castellanas igualmente utilizadas (Enzinas, Juan Pérez y Juan de
Valdés), pues todas figuraban ya en el Indice de libros prohibidos de
Roma y de España. Y siendo precisamente la divulgación de la Biblia en
España su mayor interés, Casiodoro intentó prevenir a la ineludible
prohibición inmediata, haciendo pasar su Biblia como obra católica y
respetando el orden de los libros bíblicos según la Vulgata, cuyo
Canon había sido recientemente confirmado por el concilio de Trento.
Por cuanto toca al modo de utilizar sus predecesores españoles en la
obra de traducción de libros bíblicos no me quiero extender mucho aquí,
pues ya lo he tratado en mi libro ‘Spanien und der Basler Buchdruck’,
pp. 396-400, que actualmente se está traduciendo al español. Solo
quiero repetir que, cuando se comenzó la impresion, la traducción de
Casiodoro no estaba ni mucho menos terminada, sobre todo la del Nuevo
Testamento, y que, a medida que avanzaba el trabajo de las prensas, el
intérprete se vio cada vez más apremiado por el tiempo. Las esperanzas
que Casiodoro tenía de utilizar todavía la revisión del Nuevo
Testamento de Juan Pérez que se imprimía en Paris se vieron frustradas
en 1568 por la intervención del embajador español arriba mencionada.
Sólo le quedaban pues la versión de Enzinas y las cartas paulinas
traducidas por Valdés, de donde Casiodoro a veces incorporó
literalmente frases o expresiones en su propio texto o a veces las
indicó solamente al margen como ‘otras variantes’. Al llegar al
Apocalipsis, en junio de 1567, la labor del impresor había casi ya
alcanzado a la del intérprete y a Casiodoro no quedó otro remedio que
servirse a manos llenas del correspondiente texto de Enzinas,
contentandose meramente con una rápida revision. Dicho sea esto no con
menoscabo de la labor de Casiodoro, pues como monumento de alta piedad
y erudición o como modelo de precisión y propiedad de la lengua
española tanto valen la exquisita y elegante prosa del humanista
burgalés como la ligera y brillante del reformador andaluz. Después de
la publicación de la Biblia, ‘en septiembre 1569’ como reza la portada
y en la que, por razones obvias de cautela para su difusión en tierras
católicas, no se mencionaban ni el nombre del traductor ni el lugar de
impresión, los enemigos de Casiodoro no levantaron la guardia. Apenas
un año y medio más tarde, el 19 de enero 1571, el Consejo Supremo de
la Inquisición se había enterado ya de que ‘la Biblia en romance’ se
había impreso en Basilea y ordenó la recogida de todos los ejemplares
que se descubrieran. Diez años después, en 1581, el titular del
obispado de Basilea, Blarer von Wartensee, denunciaba al cardenal
Carlo Borromeo que en Basilea se habían impreso con fecha de 1569 unos
1600 ejemplares de la Biblia en español y que 1400 de ellos acababan
de ser enviados de Francfort a Amberes. En Amberes finalmente se
cambiaron las portadas de muchos de estos ejemplares por el
frontispicio del célebre Diccionario de Ambrogio Calepino a fin de
poderlos mejor difundir en España. Esta estratagema no funcionó
siempre, como demuestra el caso un envío descubierto por la
Inquisición en 1585, que dio lugar a un nuevo avisó a los tribunales
de provincia: ‘Biblias en español, cuviertas de ojas del Calepino, se
prohiven’. Otros muchos ejemplares quedaron durante decenios
depositados en manos de los miembros de la familia de Casiodoro en
Francfort, quienes hicieron ‘refrescar’ periódicamente los ejemplares
invendidos actualizando las portadas. Esto explica que existan
ejemplares con el falso pié de imprenta ‘Francfort 1602’, Francfort
1603’ o ‘Francfort 1622’. Cipriano de Valera no llevaba del todo razón
al escribir en el prólogo de ‘su’ Biblia de 1602 que ‘los dos mil y
seyscientos exemplares [de la traslación de Cassiodoro de Reyna] por
la misericordia de Dios se han repartido por muchas regiones. De tal
manera que hoy casi no se hallan exemplares, si alguno los quiere
comprar’. En realidad, lo que Valera con su nueva edición pretendía,
no era sólo de suplir a la falta de ejemplares, reimprimiendo la
‘translación’ que su antiguo maestro Casiodoro (‘movido de un pio zelo
de adelantar la gloria de Dios y de hazer un señalado servicio a su
nación’)[y a pesar de los muchos escollos alzados por los propios
correligionarios, cosa que Valera olvida aquí discretamente de
mencionar] había llevado a buen término. Su verdadero intento, más o
menos consciente, era por el contrario de acabar de una vez por todas
con el hecho, vergonzoso en los ojos de algunos estrechos calvinistas
españoles, de tener que servirse de una Biblia, que tanto en el orden
de los libros como en las anotaciones teológicas marginales, no
correspondía exactamente a las Biblias oficiales de Ginebra. Verdad
es, que al salir la Biblia de Casiodoro, los pastores de Ginebra la
examinaron minuciosamente. Y cierto es también, como se puede leer en
el informe oficial de Niccoló Balbani de 10 de agosto 1571, que estos
mismos pastores, no obstante ‘la sinistra opinione’ que dicen seguir
teniendo de Casiodoro, no encontraron absolutamente nada de reprochar
a la edición, sino un insignificante error tipográfico en Genesis I 27
(‘macho hembra los crió’). También Casiodoro se dio pronto cuenta del
‘gazapo’, haciendo imprimir una pegatina con las palabras ‘y hembra’
que el mismo insertó en la correspondiente linea de un gran número de
ejemplares. De las verdaderas ‘herejías’ exegéticas, que Casiodoro
introdujo ingeniosamente en los epígrafes de muchos capítulos de su
Biblia, ni se enteraron los pastores de Ginebra ni tampoco Cipriano de
Valera, pues los dejó intactos en su revisión. No obstante esta
aprobación tácita de la versión de Casiodoro por los pastores de
Ginebra (mucho peso no podía tener en relidad, puesto que Balbani
declaró abiertamente ‘che io non intendo la lingua’) Valera se puso
hacia 1580 en Londres y por propia cuenta a revisar la Biblia de
Casiodoro, quien por entonces le era doblemente sospechoso: por sus
servetismos pasados (la expresión es de Théodore de Bèze) y por su
oficio presente de pastor de la iglesia luterana. Pero para evitar la
acusación de comportarse como un plagiario, Valera esperó hasta la
muerte de Casiodoro, acaecida en Francfort el 15 de marzo 1594,
deviniendo ‘saltatumbas literario’ al publicar en Londres en 1596 una
‘propia’ edición del Nuevo Testamento. Esta edición de Valera no
parece haber tenido mucha difusión en el continente, pues tres años
más tarde, con ocasión de la edición de Elias Hutter del Nuevo
Testamento en doze lenguas, Nurenberg 1599-1600, el texto allí impreso
no es el de Valera, sino el de la Biblia de Casiodoro.
La diferencia no se hubiera en realidad hecho mucho notar, pues la
labor de Valera en su edición del Nuevo Testamento no había consistido
en mucho más que en quitar o añadir notas marginales, alterar de vez
en cuando el texto y pasar absolutamente bajo silencio el nombre del
difunto traductor. Un tal silencio, naturalmente, Valera no lo pudo
del todo mantener en su edición de la Biblia completa, impresa en
Amsterdam en 1602, a es por esto que en el largo prefacio al verdadero
traductor vienen dedicadas apenas cuatro líneas, no carentes de
reticencia, mientras que el nombre del revisor, Cipriano de Valera,
figura en grandes letras en medio de la portada. Pero también en esta
‘revision’, como era de esperar, la labor propia de Valera consistió
sobre todo en acomodar el orden de los libros al Canon reformista y en
quitar o añadir notas marginales, siguiendo especialmente las notas de
las Biblias de Ginebra. Las alteraciones del texto, que Valera presume
de haber efectuado ‘algunas vezes’, no significan siempre mejoría,
sino a veces más bin empeoramiento, y lo mismo se diga de su
escrupulosa eliminación de expresiones como ‘por ventura’, que Valera
borra, como él mismo escribe, ‘por saber a gentilidad’. Cierto es que
Valera ha señalado por medio de letras cursivas todos los añadidos
propios en las notas marginales, pero no dejó ninguna huella de las
notas que eliminaba. Por lo que atañe al texto propio de la Biblia (el
solo a ser reproducido en las ediciones modernas) las diferencia entre
las dos Biblias no puede ser menor. Basta que esperemos solamente a
que tanto el texto original de Casiodoro como el texto original
de Valera se tranfieran al lenguaje electrónico y vengan puestos en
una Site de Internet, para poder mensurar efectivamente el porcentaje
cuantitativo y cualitativo de los cambios introducidos por Valera.
No sería en absoluto sorprendente, si – aparte de
detalles de ortografía o de evidentes errores tipográficos – el
porcentaje de las ‘alteraciones’ introducidas por Valera en el texto
propio de la Biblia no sobrepasara un insignificante 0,5%. Es pues
hora de dejar de hablar constantemente de la Biblia de Valera,
poniéndola por las nubes, pues la traducción es exclusivamente de
Casiodoro de Reina: Es a saber, de un protestante independiente y
abierto, quien (de haberse hecho realidad los deseos de Valera y de
sus amigos calvinistas) nunca hubiera podido llevar a buen término una
traducción de la Biblia en español, que ni Cipriano de Valera (cuyo
estilo es para dormirse de pie) ni ningún otro protestante español de
la segunda mitad del siglo XVI hubiera sido capaz de hacer, privando
así a los hispanohablantes de ayer y de hoy de un inestimable
monumento de la religiosidad y de la lengua españolas. Bastante les
han privado ya en los siglos pasados los esbirros de la Santa
Inquisición y también en tiempos más modernos los no pocos eruditos
del nivel intelectual de un Fray Martín Sarmiento OSB, quien en
su Catalogo de libros curiosos no tuvo reparo en escribir: ‘Hay una
versión castellana de toda la Biblia, que para maldita la cosa se
necesita. Carlos
Gilly, Basilea
Cipriano de Valera
Nacido en Valera la Vieja (Herróbriga), entonces
perteneciente al Reino de Sevilla, en 1531 o 1532, y fallecido después
de 1602 al parecer en Londres. Sobre todo, es conocido como el revisor
y editor de la primera traducción castellana de la Biblia desde los
originales.
Fue condiscípulo de Arias Montano, mientras estudiaba
en Sevilla. Al terminar seis años de estudios de Filosofía, y con el
grado de Bachiller, ingresó en el Monasterio Jerónimo de San Isidoro
del campo, próximo a Sevilla, desde el que huyó, con otros, en 1557, a
Ginebra para librarse del Tribunal de la Inquisición, que llegó a
quemarlo en efigie ("por luterano") en 1562 y le colocó en el "Índice
de Libros Prohibidos", como autor de primera clase.
De Ginebra pasó a Londres, al subir al trono Isabel I, y allí residió
el resto de sus días, menos el tiempo que le llevó en Amsterdam la
impresión de la segunda edición, notablemente revisada por él, de la
traducción castellana de la Biblia, que había publicado su compatriota
y compañero de monasterio Casiodoro de Reina, en Basilea (1569). En
Inglaterra fundó una familia, enseñó en las universidades de Cambridge
y Oxford y publicó varios libros.
De sus obras originales, la primera que vió la luz fue Dos Tratados.
El primero el del Papa y su de autoridad, colegido de su vida y
doctrina, y de lo que los doctores y concilios antiguos y la misma
Sagrada Escritura enseñan. El segundo trata de la misa, recopilado de
los doctores, concilios y de la Sagrada Escritura (1588 y, la segunda
edición, 1599). Le siguió Tratado para confirmar a los pobres cautivos
de Berveria...(1594), que incluye en un apéndice: "Enxambre de los
falso milagros y ilusiones del demonio con que María de la
Visitación... engañó a muy muchos". De sus traducciones, la más
destacada es la que hizo de la Institución de la Religión Christiana,
de Juan Calvino (1597).
Cipriano de Valera(Fregenal
de la Sierra, Badajoz,
1532-Londres, 1602) fue un religioso y
humanista español , que perteneció junto conCasiodoro
de Reina al
monasterio de San Isidro del Campo.
Conoció a
Juan Calvino, de quién fue discipulo y
traductor de sus obras (traduciendo la primera edición castellana de
Institución de la Religión Cristiana en
1597). Se estableció en
Inglaterra en
1558, enseñando enCambridge,
Oxford y Londresartes,
teología y castellano.
Empezó la revisión de la famosaBiblia
del Oso , de su paisano Casiodoro de Reina, a
partir de1582 con la
dedicación de Para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia
Española. Al cabo de 20 años y antes de su muerte, la pudo
concluir en septiembre. Fue perseguido por la
Inquisición , aunque al
final salió ileso. También fue editor.