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  23. Las Profecías

Historia del Antiguo Testamento presenta un análisis literaria que reconoce que el Antiguo Testamento mismo manifiesta ser más que el relato histórico de la nación judía. Tanto para judíos como para cristianos, es la Historia Sagrada que descubre la Revelación que Dios hace de Sí mismo al hombre y en él se registra no solo lo que Dios ha hecho en el pasado, sino también el plan divino para el futuro de la humanidad.

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Capítulo XXIII

Las naciones extranjeras en las profecías

Tres profetas menores dedican su atención sobre una nación extranjera cada uno: Abdías sobre Edom, Nahum sobre Asiría y Habacuc sobre Caldea. A desemejanza de Isaías, Amos y otros profetas, los autores de estos oráculos apenas si se refieren a otras naciones. Ofrecen aliento o increpan a su pro­pio pueblo sólo en forma de contraste o comparación.

Los tres libros no proporcionan información que pudiera satisfacer la curiosidad concerniente a la vida personal de los profetas. Al mismo tiempo, las limitadas referencias a sucesos contemporáneos hacen imposible lograr la certidumbre en fechar sus respectivas carreras. Consecuentemente, existen problemas en relacionar a esos hombres con los tiempos en que vivieron.

Abdías —el orgullo de Edom —Abdías 1-21

El libro más reducido del Antiguo Testamento, es el de Abdías. No te­nemos medios de saber nada respecto al profeta aparte de su nombre y no hay base para identificarle con cualquier otra persona que lleve tal nombre. Las fechas sugeridas para el ministerio de Abdías, basadas en el contenido de su oráculo, van desde el tiempo de Amos a la última parte de los tiempos de Jeremías. La profecía se divide en cuatro secciones:

I. La segura posición de Edom Abdías vs. 1-9

II. Las desgracias de Jerusalén vs. 10-14

III. El destino de Edom vs. 15-16

IV. El triunfo de Israel sobre Edom vs 17-21

Edom es orgulloso. Seguro en su inexpugnable fortaleza rocosa los edomitas reflejan la actitud de aquellos que están por encima del peligro de la invasión y la conquista. No sólo se jactan de su seguridad dentro de su fortaleza natural, sino que, además, son orgullosos y soberbios en su preten­dida sabiduría. Aunque complacidos en su creencia de que nada les ocurrirá, la divina humillación pende sobre ellos. Los ladrones sólo pueden robar lo suficiente para ellos y los recolectores de uvas suelen dejar rebusca, pero Edom aguarda el pillaje por los confederados que, indudablemente, conocen bastante respecto a los tesoros que tienen escondidos. Decepcionados por aliados y amigos, los edomit-as llegarán a comprobar que ni su sabiduría ni su poder pueden salvarles (vs. 1-9).

¿Está justificado el juicio sobre Edom? Los cargos contra ella están cla­ramente establecidos y declarados. En el día de la calamidad de Jerusalén[2] los edomitas se habían recreado en el mal ajeno e incluso habían entregado fugitivos al enemigo, siendo culpables de flagrante injusticia (10-14).

El día del Señor será un día de rendir cuentas para todas las naciones. Abdías, sin embargo, está especialmente preocupado con Edom y su rela­ción con el estado y la situación final de Judá. Edom será juzgada por sus acciones. Beberá la copa de la ira y se desvanecerá como si nunca hubiera existido (15-16).

Por contraste, el monte de Sión será establecido. Mientras Edom desapa­rece sin un solo superviviente, los israelitas serán restaurados con seguridad en su propia tierra, desde Neguev en el sur hasta Sefarad en el norte, con el Señor como gobernante. Incluso los exiliados de Sefarad retornarán para compartir la reclamación de las ciudades del Neguev. Monte de Esaú, una vez representativa del orgullo y la altivez de los edomitas, será gobernada desde monte Sión (17-21).

Nahum —la suerte de Níníve —Nahum 1:1 - 3:19

Los matices internos del libro de Nahum ofrecen una evidencia fiable para fechar a este profeta en la segunda mitad del siglo VIL La referencia de Nahum a la caída de Tebas hace el 661 a. C. el terminas a quo y la dicción de la caída de Nínive sugiere el 612 a. C., como el terminus quem para el período de su carrera. Dentro de esos límites es, por supuesto, imposible fijar un tiempo exacto para su ministerio.

La conquista de Tebas por Asurbanipal, representaba el máximo punto del avance asirio, a unas quinientos treinta kilómetros al sur del Cairo. Pero no transcurrió mucho tiempo en que las rebeliones comenzaron a tras­tornar el imperio de Asurbanipal. Su propio hermano, Samasumukin, nom­brado gobernador de Babilonia por Esar-hadón, dio lugar a una rebelión fracasada y pereció en la quema de Babilonia en el 648 a. C. Cuando mu­rió Asurbanipal, alrededor del 633, las rebeliones estallaron con éxito en varias zonas para advertir a Asina de su próxima condenación. Cyáxares asumió el reinado de Media y en menos de una década Nabopolasar estuvo bien establecido sobre el trono de Babilonia. Aliando sus fuerzas con los medos y los babilonios, convergió sobre Asiría para llevar a efecto la destrucción de Nínive en el 612 a. C. A los pocos años, el Imperio Asirio estaba absorbido por los vencedores.

Seguramente, Nahum estaba familiarizado con algunos de tales aconte­cimientos. Aunque Elcos, la población natal de Nahum, no ha sido nunca identificada con certidumbre, es verosímil que él fuese un ciudadano de Judá. A Nahum le eran conocidas las calamidades que Judá tuvo que so­portar durante el siglo de la dominación asiría. No hay duda de que estaba al tanto de la opresión asiría, mediante la cual, incluso Manases, el rey de Judá, fue llevado al destierro por una temporada.

El siguiente análisis sugiere los temas importantes como están desarrolla­dos en el libro de Nahum:

I. La majestad de Dios en el juicio y en la

    misericordia Nahum 1:1-14

II. El sitio de Nínive y su destrucción 1:15-2:13

III. La razón de la caída de Nínive 3:1-19

La majestad de Dios es el tema introductorio de Nahum. Soberano y Omnipotente, Dios gobierna de forma suprema en la naturaleza. Los malva­dos —enemigos de Dios por sus acciones— continuarán porque Dios es lento en su cólera. A su debido tiempo, la venganza de un Dios celoso, será ma­nifestada. Para aquellos que confían en El, serán salvados en el día de la ira, pero el enemigo será completamente destruido (l:l-8).

Aparentemente, algunos entre el auditorio de Nahum se hallaban dudo­sos respecto al cumplimiento de su predicción (1:9). Con seguridad, el profeta declara que el juicio de Dios es tan decisivo, que no tienen por qué temer ni sentir aflicción de Nínive de nuevo. Las dificultades que Asiría ha impuesto sobre Judá no se repetirán (1:12-13). Dirigiéndose a los asirios Nahum predice que esta destrucción borrará su nombre a perpetuidad.

Para Judá, la destrucción de Nínive es el alivio de la opresión. De for­ma pintoresca, el profeta habla del mensajero que viene con las buenas noticias (1:15). El pueblo es amonestado a renovar su devoción religiosa en gratitud por su liberación. Por contraste con esta breve exhortación para Judá, el mensaje para Nínive contiene una grave advertencia. Nahum vi­vidamente describe el asedio, la conquista y la total ruina de la capital de Asiria (2:1-13). Esta orgullosa ciudad de los asidos, que sembró de calami­dades a Jerusalén, está ahora sujeta al horrible efecto de un asedio en que prevalecerá la más completa confusión. El enemigo entra, destroza y reduce a Nínive a ruinas, dejándola totalmente desolada.

ims ciudadanos de Nínive han precipitado esta catástrofe; a ellos se les carga con un comercialismo sin escrúpulos y cruel rapiña. Describiendo vividamente una de las más dramáticas escenas de batallas existentes en la literatura del Antiguo Testamento, Nahum describe los carros de guerra avanzando y cargando los jinetes mientras aplastan los cadáveres de los defensores de Nínive. Utilizando el símil de una ramera, Nahum describe la vergonzosa exposición de Nínive ante las naciones que tan cruelmente había oprimido. Todos la mirarán de reojo con, desprecio, sin que haya uno que lamente su ruina.

La destrucción de Tebas se cita por comparación (3:8-15). A despecho de sus vastas fortificaciones, esta populosa ciudad egipcia fue conquistada y destruida por los asirios en el 661 a. C.[9] ¿Es Nínive mejor que Tebas? Fuerte, fortificada, y apoyada por Put y Libia, la ciudad de Tebas no podría soportar el asalto asirio. Tampoco aguardará Nínive en el día de su ataque. Sus fortificaciones serán inefectivas bajo la aplastante carga del enemigo que avanza como un fuego devastador.

En la final descripción del destino de Nínive, Nahum utiliza la figura de la plaga de la langosta, tan familiar para la mentalidad de los orientales. Comparando la población de Nínive a la langosta, el profeta predice que se esparcirá por la ciudad buscando refugio, pero será esparcida a lo lejos y desaparecerá. A diferencia de Judá, la nación de Asiria no tiene esperanzas de que quede un remanente. Además, todos se gozarán de su destrucción, puesto que ningún pueblo había escapado a las atrocidades y saqueos de la máquina de guerra asiría.

Habacnc —Dios utiliza a los caldeos —Habacuc 1:1 - 3:19

Con toda verosimilitud, Habacuc fue testigo del declive y caída del im­perio asirio en el transcurso de su vida. Sincronizado con la decadencia asi­ría y su influencia en Judá, llega la reavivación. con la jefatura de Josías. Simultáneamente con estos acontecimientos llegó el resurgir del poder de Media y Babilonia en la parte oriental del Creciente Fértil. La caída de Nínive pudo haber ocurrido antes de que Habacuc hiciese su aparición como portavoz de Dios. La descripción de la violencia, la lucha y la apostasía, tan frecuente en Judá durante los tiempos de Habacuc (1:2-4), parece encajar con el período inmediatamente siguiente a la muerte de Josías en el 609. Los caldeos no se han manifestado como una suficiente amenaza para Judá, pues­to que el control de Egipto se extendía desde el Eufrates hasta la batalla de Carquemis (605). Consecuentemente, los años transcurridos entre el 609 y el 605 proporcionan una conveniente base para el mensaje de Habacuc.

El diálogo entre Habacuc y Dios es digno de mencionarse. El profeta plantea la cuestión filosófica de una aparente discrepancia entre los hechos de la historia y la revelación divina. Finalmente, él resuelve sus dificultades expresando su fe en Dios. Hecho básico a la totalidad de la discusión, es el uso de Dios de un pueblo pagano para castigar a su propio pueblo.

Como guía para ulterior consideración del mensaje de Habacuc, lleva por sí mismo a la siguiente perspectiva:

I. ¿Por qué Dios permite la violencia? Habacuc 1:1-4

II. Dios levanta a los caldeos para castigar a Judá 1:5-11

III. ¿Por qué deberían los malvados castigar a los justos? 1:12-2:1

IV. La vida justa por la fe y la esperanza 2:2-4

V. Denuncia de la injusticia 2:5-20

VI. Un salmo de alabanza 3:1-19

Habacuc se siente turbado por los males que prevalecen en su generación. Prevalece la injusticia, la violencia y la destrucción continúan, la Tora es ignorada, y respecto a esto el profeta apela impacientemente a Dios; pero nada cambia. ¿Por cuánto tiempo ignorará Dios su oración y tolerará tales condiciones?

La respuesta de Dios está en marcha. Los rudos e impetuosos caldeos se están aproximando. Rápidos en su avance, esparcen el terror con la cap­tura de nuevas tierras, la destrucción de las fortalezas y la supresión de los reyes. Dios está permitiendo a esos feroces conquistadores para que lleven la justicia a Judá (1:5-11).

¿Utiliza Dios a los malvados para castigar a los infieles en Judá? ¿Es que no son los ofensores entre el pueblo de Dios —no importa lo culpa­ble que sean— todavía mejores que los brutos idólatras procedentes de Babilonia? Habacuc imagina si la revelada naturaleza de Dios como santa y justa y las actuales condiciones de los paganos invasores, garantizan real­mente la acusación de que Dios permita esto. Turbado y perplejo porque Dios ha ordenado a los caldeos que lleven a efecto el juicio, Habacuc espera impaciente la respuesta (1:12-2:1).

El profeta es invitado a registrar la revelación. Este divino mensaje es tan significativo que debería ser preservado para futuras consideraciones. La predicción es cierta en su cumplimiento, aunque el tiempo no haya lle­gado aún. Simple y con todo, es profundo el básico principio expresado aquí: el justo deberá vivir en su fidelidad. Por contraste, la nación opresora será visitada después con la maldición. La fe en Dios es la piedra de toque de la perseverancia en una vida de fidelidad.

Mirando a su alrededor, Habacuc ve una vivida demostración de los males que prevalecen. El enumera a aquellos que son soberbios y seguros de sus formas de proceder:

1. Los agresores injustos 2:6-8

2. Aquellos que justifican sus malos actos 2:9-11

3. Los que derraman sangre para provecho personal 2:12-14

4. Aquellos que decepcionan a sus vecinos 2:15-17

5. Aquellos que confían en los ídolos 2:18-19

Observando agudamente aquellas múltiples manifestaciones de presun­tuosidad respecto a él, Habacuc encuentra alivio en la realización de que el Señor está en su santo templo. Inmediatamente será pronunciado el solemne aviso de que toda la tierra debería guardar silencio ante El.

Esos pensamientos evocan un salmo de alabanza de los labios del profeta. Conocidas para él, son las grandes obras de Dios en tiempos pasa­dos. Con una llamada para que Dios recuerde su misericordia en su ira, Habacuc implora de El que haga de nuevo conocer sus poderosas acciones. Dios manifestó su gloria y utilizó a la naturaleza para llevar la salvación á su pueblo de Israel cuando les trajo desde el desierto y les estableció en la tierra prometida. Habacuc desea soportar las presentes calamidades con el conocimiento de que el día de Dios y su ira caerá sobre el agresor. Aunque los campos y los rebaños fallen en sus provisiones materiales, él todavía se gozará en el Dios de su salvación. Mediante una fe viva en Dios, el profeta reúne fuerza para encararse a un futuro incierto.

Habla el Antiguo Testamento por Samuel J. Shultz

 
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