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  9. Reino Dividido

Historia del Antiguo Testamento presenta un análisis literaria que reconoce que el Antiguo Testamento mismo manifiesta ser más que el relato histórico de la nación judía. Tanto para judíos como para cristianos, es la Historia Sagrada que descubre la Revelación que Dios hace de Sí mismo al hombre y en él se registra no solo lo que Dios ha hecho en el pasado, sino también el plan divino para el futuro de la humanidad.

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Capítulo  IX

El reino dividido 

Los dos reinos que surgieron tras la muerte de Salomón, son comúnmente conocidos y diferenciados por los apelativos de "Norte" y "Sur". Este último designa el estado más pequeño gobernado por la dinastía de David desde su capital en Jerusalén hasta el 586 a. C. Consistía en las tribus de Judá y Benjamín, quienes apoyaron a Roboam con un ejército cuando el resto de las tribus se levantaron en rebelión contra las opresivas medidas de Salomón y su hijo (I Reyes 12:21). El Reino del Norte designa las tribus disidentes, que hicieron a Jeroboam su rey. Este reino duró hasta 722 a. C, con su capital sucesivamente en Siquem, Tirsa y Samaría.

Las designaciones bíblicas comunes para estos dos reinos, son "Israel" y "Judá". La primera está restringida usualmente en su uso al Reino del Norte, mientras que la segunda se refiere al Reino del Sur. Originalmente el nombre de "Israel" fue dado a Jacob (Gen. 32:22-32). Durante toda su vida fue ya aplicado a sus hijos (Gen. 44:7), y siempre desde entonces cualquier descendiente de Jacob ha sido referido como un "israelita". Desde los tiempos patriarcales a la ocupación de Canaán, "Israel" ha especificado la totalidad de la nación hebrea. Esta designación prevaleció durante la monarquía de David y Salomón, incluso aunque estaba dividida a principios del reinado de David.

La tribu de Judá, que se hallaba estratégicamente situada y excepcional-mente fuerte, llegó a su prominencia durante el tiempo de Saúl (ver I Sam. 11:8, etc). Después de la división en 931 a. C. el nombre de Judá iden­tificaba el Reino del Sur, que continuó su alianza con la dinastía davídica. A menos que no se indique otra cosa, los nombres de "Israel" y "Judá" en este volumen representan respectivamente a los reinos del Norte y del Sur.

Otro apelativo para el Reino del Norte es "Efraín". Aunque este nom­bre es originalmente dado a uno de los hijos de José (Gen. 41:52), designa específicamente a la tribu que condujo la secesión. Estando situada al norte de Benjamín y Judá, "Efraín" representaba la oposición a Judá y con fre­cuencia incluía la totalidad del Reino del Norte (ver Isaías y Oseas).

Cronología

Este es el primer período en la historia del Antiguo Testamento en que algunas fechas pueden ser fijadas con virtual certeza. La historia se­cular, descubierta mediante la investigación arqueológica, proporciona una lista epónima que cuenta para cada año en la historia de Asiria desde 891 a 648 a. C. Tolomeo, un brillante erudito que vivió aproximadamente en 70-161 a. C, compuso un canon, relacionando a los gobernantes babilonios y persas, desde el tiempo de Nabonassar, 747 a. C. hasta Darío III, 332 a. de C. Además de esto, también da una lista los gobernantes griegos, Alejandro y Filipo de Macedonia, los gobernantes tolomeicos de Egipto y los gobernantes romanos que llegan hasta el año de nuestra era, 161. Como astrónomo, geógrafo, historiador y cronologista, Tolomeo proporciona una vital información. Lo más valioso para los historiadores modernos es el material astronómico que ha hecho posible comprobar la precisión de sus datos en numerosos puntos, de tal forma, que "el canon de Tolomeo puede ser utilizado como guía histórica con la mayor confianza".

Dos hechos significativos suministran el eslabón entre la historia asiría y el relato bíblico de los reyes hebreos durante el período del reino dividido. Las inscripciones asirías indican que Acab, rey de Israel, participó en la batalla de Karkar (853 a. C.), contra Salmanasar III, y que Jehú, otro rey de Israel, pagó tributo al mismo rey asirio en 841 a. C. Al equiparar los datos bíblicos concernientes a los reyes hebreos Ocozías y Joram a este período de doce años de la historia asiría, Thiele ha sugerido una pista para la adecuada interpretación de la cronología. Con estas dos fechas de­finitivamente establecidas en el sincronismo entre la historia hebrea y asiría, propone un esquema de absoluta cronología para el período que va desde la disgregación a la caída de Jerusalén. Esto sirve como una clave práctica para las interpretaciones de las numerosas referencias cronológicas en los relatos de Reyes y Crónicas.

Permitiendo un año como factor variable, las fechas terminales para Israel (la caída de Samaría) y para Judá (la caída de Jerusalén) están fijadas respectivamente como 722 y 586 a. C. Lo mismo puede decirse para la batalla de Karkar en 853 a. C. La fecha para el comienzo de los dos reinos está sujeta a mayor variación.

Una simple adición de todos los años admitidos para los reyes hebreos totalizan casi cuatro siglos. Sobre la base de esta tabulación, muchos eru­ditos, tales como Hales, Oppert, Graetz y Mahler, han fechado la disgrega­ción del reino salomónico dentro del período de 990-953 a. C. La fecha más popularizada es la dada por Ussher, adoptada por Edersheim, e in­corporada al margen de muchas Biblias durante el pasado siglo. Los re­cientes descubrimientos arqueológicos relacionados a la historia contem­poránea del Próximo Oriente, han iluminado muchos pasajes bíblicos que necesitaban una reinterpretación de los datos bíblicos.

El período del reino dividido está adecuado a un período aproximado de tres siglos y medio. Sobre la base de la cronología asiría y la historia contemporánea del Cercano Oriente, Olmstead, Kittel, Albright y otros fe­chan el comienzo de este período dentro de los años 937-922 a. C. La fecha más popularizada en la literatura corriente del Antiguo Testamento es el año 922 a. C.

El más amplio estudio de la cronología para el período del Reino Divi­dido está publicado en el libro de E. R. Thiele, The Mysterious Numbers of the Hebrew Kings. Mediante un detallado análisis de ambos datos es­tadísticos, en el relato bíblico y en la historia contemporánea, concluye que el 931 a. C. es la más razonable fecha para el comienzo de este período. Mientras que muchas cronologías se han construido bajo la presunción de que existen numerosos errores en el presente texto de Reyes y Crónicas, Thiele comienza con el supuesto de que el texto presente es fiable. Con ello en mente, el número de referencias cronológicas que permanecen proble­máticas a la luz de nuestro entendimiento de tal período, es mucho menor que los problemas textuales que implica el resultado a priori de la presunción de que el texto hebreo está en el error. Aunque permanecen aún sin resolver problemas en la cronología de Thiele, parece ser la más razonable y completa interpretación de las fechas escriturísticas y los hechos históricos contempo­ráneos que nos son conocidos hasta el presente. De ser la fecha del año 959 a. C. para el comienzo del templo de Salomón, confirmada como co­rrecta, podría apelar a una reinterpretación de parte de esta cronología. En el presente, esta fecha está aceptada con un alto grado de probabilidad A través de todo este análisis del reino dividido, la cronología del período del reino dividido de Thiele está adoptada como patrón. Cualquier desvia­ción de la misma se indica oportunamente.

Algunos de los factores básicos que tengan una relación sobre el análisis de las fechas cronológicas de este período, merecen una breve consideración. En Judá, el sistema del año de accesión y su cuenta, fue utilizado desde el principio de los tiempos de Joram (850 a. C.), quien adoptó el sistema de la no accesión que ha utilizado en Israel desde los días de Jeroboam I. Durante los reinados de Joás y Amasias (800 a. C.), ambos reinados cambiaron al sistema del año de accesión.

La cuestión de la corregencia tiene que ser considerada estableciendo una cronología para este período. A veces, los años durante los cuales un padre y un hijo gobernaron juntos fueron acreditados a ambos reyes, calculando la duración de su reinado.

Fechas importantes

Un cierto número de fechas son de importancia para una adecuada comprensión de cualquier período histórico. Los tres acontecimientos más importantes de esta era del reino dividido, son como sigue:

931—La división del reino

722—La caída de Samaria

586—La caída de Jerusalén

Sin tener que acudir a listas tabulares para estos reinos, con fechas para cada rey, resulta apropiado sugerir un índice cronológico para esos siglos. El desarrollo ocurrido en el Reino del Norte conduce por sí mismo a un esquema simple en el orden cronológico, como sigue:

931—Dinastía de Jeroboam I

909—Dinastía   de  Baasa

885—Dinastía de Omri

841—Dinastía de Jehú

752—Últimos reyes

722—Caída de Samaria

Todos los reyes, los profetas e importantes acontecimientos pueden ser aproximadamente fechados utilizando esta estructura cronológica.

Los acontecimientos contemporáneos en el Reino del Sur, pueden ser convenientemente relacionados a esta estructura de referencia. Colocando los cuatro importantes reyes de Judá en su propia secuencia, y añadiendo una fecha, se convierte en una cuestión sencilla para desarrollar una crono­logía que sirva en forma simplificada.  

Utilizando estas fechas sugeridas como un esquema útil, la cuestión de las fechas cronológicas en el relato bíblico puede ser reducida a un mínimo. Aunque las fechas individuales para cada rey se dan subsiguiente­mente, no son necesarias para una comprensión del desarrollo general. Para propósitos de examen las fechas arriba citadas son suficientes, mientras que las individuales se hacen de mayor importancia para un estudio detallado.

El relato bíblico

La primera fuente literaria de la era del reino dividido es I Reyes 11:1 hasta II Reyes 25:30 y II Crón. 10:1-36:23. Puede encontrarse material suplementario en Isaías, Jeremías y otros profetas que reflejan la cultura contemporánea.

La única fuente que presenta un relato histórico continuo del Reino del Norte es I Reyes 12:1 - II Reyes 17:41. Integrado en este registro se hallan los acontecimientos contemporáneos del Reino del Sur. Con la ter­minación del Reino del Norte en el año 722 a. C., el autor del libro de los Reyes continúa el relato del Reino del Sur en II Reyes 18:1-25:30, hasta la caída de Jerusalén en el 586 a. C. Un registro paralelo para el Reino del Sur, desde 931 a 586 a. C. se da en II Crón. 10:1-36:23, donde el autor concluye con una referencia final al cese del cautiverio bajo Ciro (538 a. C.). El relato en Crónicas suplementa la historia registrada en el Reino del Norte, y en los libros de los Reyes, donde tiene una relación directa sobre los acontecimientos del Reino del Sur.

Puesto que cada reino tuvo aproximadamente una lista de veinte go­bernantes, es esencial un simple análisis para evitar la confusión. La memorización de dos listas de reyes con frecuencia impide un cuidadoso análisis de este período como fondo esencial en el estudio de los mensajes profetices del Antiguo Testamento. Puesto que todo un número de familias gobernaron el Reino del Norte, en contraste con una sola dinastía en Judá, sugiere un simple bosquejo basado en las dinastías remantes en Israel. Esto puede ser utilizado como una conveniente estructura para la asociación de otros nombres y sucesos.

Puesto que Israel cesó de existir como gobierno independiente, la última parte de Reyes se dedica al relato del Reino del Sur. Israel quedó reducida a una provincia asiria. 

Acontecimientos concurrentes

Las relaciones internacionales son vitalmente significativas durante esos siglos, cuando el imperio salomónico se dividió en dos reinos, y que final­mente sucumbió a fuerzas y poderes extranjeros. Estando estratégicamente situado en el Creciente Fértil, entre Egipto y Mesopotamia, no podían escapar a la presión de varias naciones que surgían con gran poder durante ese período. Consecuentemente, para una adecuada comprensión de la historia bíblica, esas naciones merecen consideración.

El reino de Siria

El reino de Aramea, con Damasco como capital, es mejor conocido como Siria. Durante dos siglos gozó de poder y prosperidad a expen­sas de Israel. Cuando expandió su reino, derrotó a Hadad-ezer, gobernante de Soba, y estableció amistad con Toi, rey de Hamat. Salomón extendió la frontera de su reino a 160 kms. más allá de Damasco y Soba, conquis­tando Hamat sobre el Orontes y estableciendo ciudades de aprovisionamien­to en aquella zona. Durante la última parte de su reinado, Rezón, que ha­bía sido un joven oficial militar bajo las órdenes de Hadad-ezer en Soba con anterioridad a su derrota por David, se apoderó de Damasco y puso los cimientos para el resurgir del reino arameo de Siria. La rebelión surgida bajo Roboam sirvió de pretexto a esta oportunidad. Durante dos siglos, Siria llegó a ser un serio contendiente por el poder en la zona Sirio-Palestina.

La guerra entre Judá y el Reino del Norte, con Asa y Baasa como respectivos gobernantes, permitió a Siria, bajo Ben-Adad, la oportunidad de emerger como la nación más fuerte en Canaán, cerca del final del siglo IX a. C. Cuando Baasa comenzó a fortificar la ciudad fronteriza de Rama, a solo ocho kms. al norte de Jerusalén, Asa envió los tesoros del templo a Ben-Adad como un soborno, haciendo una alianza con él y contra el Reino del Norte. Aunque esto hizo que se cumpliese el inmediato propósito de Asa y fuese relevado de la presión militar procedente de Baasa, en realidad dio a Siria la superioridad, de tal forma que los dos reinos israelitas fueron con el tiempo amenazados de invasión desde el norte. Tomando posesión de una parte del reino de Israel en el norte, Ben-Adad estuvo en condiciones de controlar las rutas de las caravanas a Fenicia, que proporcionó una inmensa riqueza a Damasco, reforzando así el reino de Siria.

La supremacía de Siria como poder militar y comercial fue atemperada por el Reino del Norte, cuando la dinastía de Omri comenzó a gobernar en el 885 a. C. Omri quebrantó el monopolio comercial con Fenicia, al esta­blecer relaciones amistosas con Etbaal, rey de Sidón. Esto resultó en el matrimonio de Jezabel y Acab. El creciente poder de Asiría en el este sirvió como otra prueba para Siria en los días de Acab. Durante los años que Assurnasirpal, rey de Asiría, estuvo contento de no pasar por Siria hacia el norte, extendiendo sus contactos en el Mediterráneo, Acab y Ben-Adad frecuentemente se opusieron el uno al otro. En el curso del tiempo Acab ganó el equilibrio del poder. En el 853 a. C., sin embargo, Acab y Ben-Adad unieron sus fuerzas en la famosa batalla de Qarqar en el valle de Orontes, al norte de Hamat. Aunque Salmanasar III afirmó haber obte­nido una gran victoria es dudoso de que esto fuese efectivo, puesto que no avanzó a Hamat ni a Damasco hasta varios años más tarde. Inmediatamen­te tras esto, la hostilidad sirio-efraimítica continuó, siendo muerto Acab en una batalla. Como Asiría renovó sus ataques contra Siria, Ben-Adad no pudo tener el apoyo de Joram. Cuando murió Ben-Adad, aproximadamente por el 843 a. C., Siria fue fuertemente presionada por los invasores asirios, al igual que sufrió la falta de apoyo del Reino del Norte.

Hazael, el siguiente gobernante, usurpó el trono y se convirtió en uno de los reyes más poderosos, extendiendo el dominio de Siria hasta Palestina. Aunque Jehú, el nuevo rey en Israel, se sometió a Salmanasar III pagando impuestos (841 a. C.), Hazael resistió la invasión de este rey asirio con sus solas fuerzas. En pocos años, Hazael estuvo en condiciones de agrandar su reino cuando los asirios retrocedieron. Se anexionó un extenso territorio del Reino del Norte a expensas de Jehú. Tras el año 841 a. C. Joacaz, rey de Israel, se hallaba tan debilitado que los ejércitos de Hazael pasaron a través de su territorio y tomaron posesión de la llanura filistea, destruyendo a Gat, exigiendo tributo del rey de Judá en Jerusalén.

Ben-Adad (ca. 801 a. C.) fracasó en mantener el reino establecido por su padre Hazael. Durante los últimos años de su reinado, Adad-Nirari III de Asiría sometió a Damasco lo bastante como para exigirle un fuerte tributo. Además de todo esto, Ben-Adad tuvo que enfrentarse con una hostil opo­sición procedente de los estados sirios del norte. Esto dejó a Damasco en una condición tan débil que cuando la presión asiría continuó, Joás reclamó para Israel mucho del territorio tomado por Hazael. En los días de Jeroboam II (793-753), Siria incluso perdió Damasco y "los accesos a Hamat", res­taurando la frontera norte sostenida por David y Salomón (II Sam. 8:5-11).

Damasco tuvo una vez más una oportunidad para afirmarse cuando el poderoso Jeroboam murió en 753 a. C. Rezín (750-732 a. C.), el último de los reyes árameos en Damasco, volvió a ganar la independencia siria. Con la accesión al trono asirio de Tiglat-pileser III (745 a. C.) tanto Siria como Israel estuvieron sujetas a la invasión y a un pesado tributo. Mientras Tiglat-pileser (Pul) estaba luchando en Armenia (737-735 a. C.), Rezín y Peka organizaron una alianza para evitar el pago del tributo. Aunque Edom y los filisteos se unieron a Siria y a Israel en una especie de pacto anti-asirio, Acaz, rey de Judá, envió tributo a Pul, rogándole una alianza. En respuesta a esta invitación, Pul llevó a cabo una campaña contra los filisteos estable­ciendo contacto con Acaz, y por el 732 había conquistado Damasco. Sama-ria fue salvada en esta época cuando Peka fue reemplazado por Oseas, quien voluntariamente pagó tributo como un rey marioneta. Con, la muerte de Rezín y la" caída de Damasco, el reino de Siria llegó a su fin, para no levantarse de nuevo jamás.

El gran imperio Asirlo

En el rincón nordeste del Creciente Fértil, extendiéndose en unos 563 kms. a lo largo del río Tigris y con una anchura aproximada de 322 kms. se encontraba el país de Asiria. El nombre probablemente se debe al dios nacio­nal, Asur, una de cuyas ciudades fue llamada así. La importancia de Asiria durante el período del reino dividido se hace aparente inmediatamente por el hecho de que en la cima de su poder absorbió los reinos de Siria, Israel y Judá, e incluso Egipto hasta Tebas. Por aproximadamente dos siglos y medio ejerció una tremenda influencia sobre los acontecimientos de la tierra de Canaán y de aquí que con tanta frecuencia aparezca en los registros bíblicos.

Aunque algunos eruditos trazan los comienzos de Asiria al principio del tercer milenio, se conoce poco anterior al siglo XIX, cuando los agresivos establecimientos comerciales de esta zona extendieron sus intere­ses comerciales en el Asia Menor. En los días de Samsi-Adad I (1748-1716), Asiria gozó de un período de prosperidad con Asur como ciudad más im­portante. Por varios siglos a partir de entonces, Asiria fue obscurecida por el reino heteo en Asia Menor y el reino mitanni que dominaba la zona su­perior del Tigris-Eufrates.

La verdadera historia de Asiria tiene sus comienzos aproximadamente en el 1100 a. C. con el reinado de Tiglat-pileser I (1114-1076 a. C.). De acuerdo con los anales propios, extendió el poder de su nación hacia el oeste en el mar Mediterráneo, dominando las naciones más pequeñas y débiles existentes en aquella zona. Sin embargo, durante los siguientes dos siglos el poder asirlo retrocede mientras que Israel, bajo David y Salomón, surge como un poder dominante en el Creciente Fértil.

Comenzando con el siglo IX, Asiria emerge como un poder creciente. Las listas epónimas asirías desde aproximadamente el 892 a. C. al 648 a. C. hacen posible correlacionar e integrar la historia de Asiria con el desa­rrollo de Israel, como se registra en el relato bíblico. Asur-nasir-pal II (883-859 a. C.) estableció Cala como su capital. Tras haber desarrollado un fuerte poder militar, comenzó a presionar hacia el oeste, aterrorizando las naciones que se le oponían con dureza y crueldad cruzando el Eufrates y estableciendo contactos comerciales sobre el Mediterráneo. Frecuentes contactos con los sirios hacia el sur, tuvieron como resultado la batalla de Qar-qar sobre el río Orantes en el 853 a. C. en los días de su hijo Salmanasar III (858-824 a. C.). En la coalición encabezada por Ben-Adad de Damasco, y Acab, rey de Israel, se unieron 2.000 carros de batalla y 10.000 soldados constituyendo la mayor unidad en este grupo. Aunque el rey asirio afirmó su victoria, resulta dudoso que así fuera, ya que Salmanasar III evitó el contacto con los sirios por varios años después de la batalla. En 848 y de nuevo en 845 a. C., Ben-Adad resistió dos invasiones asirías más, pero no se hace mención de cualquier fuerza israelita que ayudara a los sirios en. aquel tiempo, Jehú, que usurpó el trono en Samaría (841 a. C), hizo propo­siciones de subordinación a Salmanasar III enviándole tributo. Esto dejó a Hazael, el nuevo rey de Damasco, con el problema de resistir la agresión asiría. Aunque Salmanasar acosó a Siria durante unos pocos años en los días de Hazael, volvió su atención hacia las conquistas de zonas en el norte tras el año 837 a. C., proporcionando a Canaán un respiro de la presión asi­ría durante varias décadas.

Por casi un siglo, el poder asirio se pierde en las neblinas del fondo histórico. Samsi-Adad V (823-811 a. C.) se mantuvo muy ocupado supri­miendo revueltas en varias partes de su reino. Adad-Nirari III (810-783 a. C.) atacó Damasco antes de terminarse el siglo, capacitando a los israelitas para obtener un respiro de la presión siria. Salmanasar IV (782-773 a. C.), Asurdán III (772-755), y Asur-Nirari (754-745) mantuvieron con éxito la importancia de Asiria como nación poderosa pero no eran lo suficientemen­te fuertes como para ensanchar sus dominios como había hecho el preceden­te gobernante.

Tilgat-pileser III (745-727 a. C.) fue un guerrero sobresaliente que con­dujo a su nación a ulteriores conquistas. En Babilonia, donde era reconoci­do como rey, era conocido como Pulu. I Reyes 15:19 se refiere a él como Pul. En la conquista de territorios adicionales hacia el oeste, adoptó la política de dividir la zona en provincias sometidas para un más seguro con­trol. Aunque esta práctica ya había sido utilizada anteriormente, él fue efectivo en aterrorizar a las naciones al cambiar grandes grupos de personas en una ciudad conquistada con cautivos de una zona distante. Esto defini­tivamente comprobó la posibilidad de una rebelión. También sirvió como un proceso de nivelación lingüística, de tal manera, que el idioma arameo desplazó a otros en el gran, territorio del reino. Al principio de su reinado, Pul exigió tributo de Manahem, rey de Israel, y Rezín, rey de Damasco. Puesto que Judá era la nación más fuerte en Canaán en aquella época, es posible que Azarías pudiese haber organizado una coalición de fuerzas para oponerse a los asirios. Parece que sus sucesores, Jotam y Acaz, resistieron la presión procedente de Israel y Siria uniéndose a ellas al igual que los filisteos y Edom al oponerse a Pul. En su lugar, Acaz inició amistosas rela­ciones hacia Pul, en respuesta a lo cual las fuerzas asirías avanzaron hasta el país de los filisteos en el 733 a. C., poseyendo territorios a expensas de esas naciones opuestas. Tras un terrible asedio, cayó la gran ciudad de Damasco, Rezín fue muerto y el reino sirio capituló. Samaría conjuró la conquista reemplazando a Peka con Oseas.

Salmanasar V (727-722 a. C.) siguió con los procedimientos y la po­lítica de su padre. En los días de Oseas los israelitas estaban ansiosos de terminar con su servidumbre a Asiria. Salmanasar respondió con una invasión del país y por tres años sitió a Samaría. En el 722 a. C. Sargón II» que servía como general en el ejército, usurpó el trono y fundó una nueva dinastía en Asiria. En los registros se afirma que capturó a Samaría, aunque algunos creen que Salmanasar V fue quien realmente tomó la ciudad y Sargón se adjudicó el éxito. Gobernando desde 721-705 a. C. utilizó a Asur, Cala, y Nínive como capitales, pero finalmente construyó la gran ciu­dad de Korsabad, por la cual se le recuerda mejor. Su campaña contra As-dod en el 711 puede ser la que se menciona en Is. 20:1. El reino de Sargón terminó abruptamente por su muerte en una batalla.

Senaquerib (704-681 a. C.) hizo famosa la ciudad de Nínive como su gran capital, construyendo una muralla de 12 a 15 mts. en su entorno y de cuatro kms. de longitud, a lo largo del río Tigris. En sus anales, él anota la conquista de Sidón, Jope, cuarenta y seis ciudades amuralladas en Judá, y su asalto a Jerusalén en los días de Ezequías. En 681 fue muerto por dos de sus hijos.

Aunque Senaquerib se había detenido en las fronteras de Egipto, su hijo Esar-hadón (681-668 a. C.) avanzó hacia Egipto y derrotó a Tirhaca. Su interés en Babilonia está evidenciado por la reconstrucción de la ciudad de Babilonia, posiblemente porque su esposa pertenecía a la nobleza de Ba­bilonia. Senequerib nombró a Samasumukin como gobernante de Babilonia; pero este último se rebeló, tras un período de gobierno de diez y seis años, contra su hermano Asurbanipal y pereció en la quema de Babilonia (648 a. C.). Durante el reinado de Esar-hadón, Manases, rey de Judá, fue tomado cautivo en Babilonia (II Crón. 33:10-13). La muerte le llegó a Esar-hadón cuando dirigía sus ejércitos contra Egipto.

Durante el reinado de Asurbanipal (668-630 a. C.), el Imperio Asirio alcanzó su cénit en riqueza y prestigio. En Egipto llevó sus ejércitos hasta algo así como 800 kms. por el río Nilo capturando Tebas en el 663 a, C. La guerra civil (652 a. C.) con su hermano, que estaba a cargo de Babilonia, resultó con la captura de dicha ciudad en el 648. Aunque era cruel y rudo como general y militar, Asurbanipal es mejor recordado por su profundo interés en la religión, en lo científico y en obras literarias. Enviando escribas por toda Asiría y Babilonia para copiar registros de creación, diluvios y la antigua historia del país, obtuvo una gran cantidad de material en la gran biblioteca real de Nínive.

En menos de tres décadas tras la muerte de Asurbanipal, el reino asirio, que había ejercido tan tremenda influencia por todo el Creciente Fértil, se desvaneció, para no volver a levantarse jamás. Los tres gobernantes que le sucedieron, fueron incapaces de enfrentarse con los reinos que surgían en Media y Babilonia. Nínive cayó en 612 a. C. Con las batallas de Harán (609) y Carquemis (605) desapareció el último vestigio de la oposición asiría. Expandiéndose hacia el oeste, el reino babilonio" absorbió al Reino del Sur y destruyó a Jerusalén en el año 586 (a. C.).

Habla el Antiguo Testamento por Samuel J. Shultz

 
1. Los Principios
2. Edad Patriarcal
3. La Emancipación
4. La Religión
5. La Nacionalidad
6. La Ocupación
7. De Transición
8. David y Salomón
9. Reino Dividido
10. La Secesión
11. Los Realistas
12. Revolución
13. Judá y Siria
14. Desvanecimiento
15. Las Naciones
16. Mano de Dios
17. Interpretación
18. Isaías
19. Jeremías
20. Ezequiel
21. Daniel
22. Prosperidad
23. Las Profecías
24. Después
 

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