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  13. Judá y Siria

Historia del Antiguo Testamento presenta un análisis literaria que reconoce que el Antiguo Testamento mismo manifiesta ser más que el relato histórico de la nación judía. Tanto para judíos como para cristianos, es la Historia Sagrada que descubre la Revelación que Dios hace de Sí mismo al hombre y en él se registra no solo lo que Dios ha hecho en el pasado, sino también el plan divino para el futuro de la humanidad.

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Capítulo XIII

Judá sobrevive al imperialismo asirio

El gobierno de noventa años de la dinastía davídica en Jerusalén, fue bruscamente terminado con la accesión al poder de Atalía en el año 841 a. C. La fruición de la política practicada de forma impía por Josafat llevó a la malvada hija de Acab y Jezabel al trono de Judá, menos de una década después de la muerte de Josafat. De acuerdo con la divina promesa hecha a David, el linaje real fue restaurado tras un interludio de siete años.

Durante este período, cuando ocho reyes de la dinastía davídica goberna­ron sobre Judá, la etapa religiosa más significativa fue la del reino de Ezequías. El relato histórico de esos dos siglos se halla registrado en II Re­yes 11:1-21:26 y II Crón. 22:10-33:25. Contemporáneo de Ezequías fue el gran profeta Isaías, que también proporciona una información su­plementaria.

Atalía —un remado de terror

Con el entierro de su hijo Ocozías, Atalía se hizo cargo del trono en el Reino del Sur en el 841 a. C. Para asegurar su posición como gobernante, ordenó la ejecución de todos los descendientes reales, iniciando así un reinado de terror. Aparentemente no escapó ninguno de los herederos al trono, excepto Joás, el infante hijo de Ocozías. Durante el remado de siete años de Atalía, Josaba, hermana de Ocozías, escondió al heredero real en el templo.

Un drástico cambio en el clima religioso siguió a la muerte de Josafat. Siendo una fanática seguidora de Baal, como lo fue su madre Jezabel, Atalía promovió este culto idolátrico para ser practicado en Jerusalén y por todo Judá. Los tesoros y objetos del templo fueron tomados y aplicados al culto de Baal. Matan sirvió como sumo sacerdote en Jerusalén. Indudablemente el derramamiento de sangre y la persecución del baalismo en el Reino del Norte, bajo Jehú, hizo que Atalía emprendiese con más ardor el establecimiento del culto a la fertilidad en aquella época en Judá.

Joiada, un sacerdote que había sido testigo del resurgimiento religioso en la época de Asa y Josafat, fue el instrumento en la restauración del linaje real. A su debido tiempo, aseguró el apoyo de la guardia real y Joás fue coronado rey en la corte del templo. Cuando Atalía oyó las aclamaciones, intentó entrar, pero fue detenida, arrestada y ejecutada en el interior del palacio. 

Joás —reforma y reincidencia

Joás no era sino un muchacho de siete años cuando comenzó su largo reinado (835-796 a. C.). Puesto que Joiada instigó la coronación de Joás, la política del estado fue formulada y dirigida por él mientras vivió.

Con la ejecución de Atalía el culto de Baal también quedó destruido! Los altares de Baal fueron destrozados y Matan el sacerdote, muerto. Joiada inició una alianza en la que el pueblo prometió servir a Dios. Mientras vivió el interés general prevaleció en el verdadero culto a Dios, aunque algunos de los lugares altos todavía quedaron en uso.

El templo y sus servicios habían quedado grandemente abandonados du­rante el reinado del terror, y Joás, de acuerdo con el consejo de Joiada, apo­yó la restauración de los holocaustos. Como el templo tenía que ser vuelto a utilizar, y de forma oficial, se hizo obvio que debía ser reparado. Para tal propósito, tales sacerdotes fueron instruidos en recolectar fondos por toda la nación, pero sus esfuerzos fueron infructuosos. En el vigésimo tercer año del reinado de Joás (ca. 812a. C.) se adoptó un nuevo método para obtener fondos. Se colocó una caja en el atrio, al lado derecho del altar. En res­puesta a una proclamación pública, el pueblo daba con entusiasmo al prin­cipio, como lo había hecho cuando Moisés pidió donativos para construir el tabernáculo. Artesanos y artistas pusieron manos a la obra reparando y embelleciendo los lugares elegidos. Del oro y la plata que quedaba aún, hi­cieron los ornamentos apropiados. La liberalidad del pueblo para este pro­pósito, no disminuyó las contribuciones regulares en favor de los sacerdotes. El apoyo popular a la verdadera religión alcanzó una nueva cima bajo la influencia de Joiada, con la restauración del templo.

Poco tiempo después, el juicio divino cayó de nuevo sobre Judá. Tras la muerte de Joiada, la apostasía surgió nuevamente, conforme los príncipes de Judá persuadían a Joás de volver a los ídolos y al asherim. Aunque los fieles profetas advirtieron al pueblo, éste ignoró las admoniciones de los santos varones. Cuando Zacarías, el hijo de Joiada, advirtió al pueblo que no prosperaría si continuaban desobedeciendo los mandamientos del Señor, fue lapidado en el atrio del templo. Joás ni siquiera recordó la bondad de Joiada, pudiendo haber salvado la vida de Zacarías.

Hazael ya había extendido su reino sirio-palestino hacia el sur, a expen­sas del Reino del Norte. Tras de la conquista de Gat, en la llanura filistea, se encaró con Jerusalén, a solo 53 kms. tierra adentro (II Reyes 12:17-18). Para evitar una invasión de este rey guerrero, Joás despojó al templo de los tesoros que habían sido dedicados desde los tiempos de Josafat, y los envió a Hazael juntamente con el oro del tesoro de palacio. A causa de este signo de servidumbre, Jerusalén quedó libre de la humillación de haber sido sitiada y conquistada. Presumiblemente debió ser el fallo en pagar el tributo lo que empujó al rey arameo a enviar un contingente de tropas contra Jeru­salén, algún tiempo más tarde (II Crón. 24:23-24). Puesto que el "rey de Damasco" no está identificado por el nombre, es altamente probable que Ben-adad II ya había sido reemplazado por Hazael sobre el trono de Siria. Esta vez, el ejército sino entró en Jerusalén. Tras matar a algunos de los príncipes, y dejando a Joás herido, volvieron a Damasco con el botín. Los servidores de palacio se aprovecharon de la situación para vengar la sangre de Zacarías, asesinando a su rey. Joás fue enterrado en la ciudad de David, pero no en la tumba de los reyes.

Mientras tanto Asa había derrotado a un gran contingente armado con su pequeño ejército, porque se colocó al servicio de Dios poniendo en El toda su fe, Joás había sido destruido por una pequeña unidad armada ene­miga. Aquello fue un claro juicio de Dios. Tras de la muerte de Joiada, Joás permitió la apostasía que se infiltró en Judá e incluso toleró el derramamiento de sangre inocente.

Amasias —victoria y derrota

Con la brusca terminación del reino de Joás, Amasias fue inmediatamen­te coronado rey de Judá. Aunque reinó un total de veintinueve años (796-767 a. C.) fue el único gobernante por sólo un corto período. Tras el 791 a. C. Uzías, su hijo, comenzó a reinar como corregente sobre el trono de David.

Tanto Judá como Israel habían sufrido muy seriamente bajo el agresivo poder de Hazael, rey de Siria. Su muerte a la vuelta del siglo, marcó el punto crucial en la fortuna de los reinos hebreos. Joás, que ascendió al trono en Samaría en el 798 a. C. organizó un fuerte ejército que en su mo­mento desafió al poder sirio. Amasias adoptó una política similar para Judá capacitando a su nación para recuperarse de la invasión y de la sangre real vertida.

Uno de los actos primeros de agresividad de Amasias fue recobrar Edom. Joram había derrotado a los edomitas, pero había fallado en someterlos a Judá. Aunque Amasias disponía de un ejército de 300.000 hombres, se hizo con una tropa mercenaria de otros 100.000 hombres procedentes de Joás rey de Israel. Un hombre de Dios vino a advertirle que si utilizaba a tales soldados israelitas, Judá sería derrotado en la batalla. En consecuencia, Amasias desechó los contingentes del Reino del Norte, aunque había pagado por sus servicios. Con su propio ejército, derrotó a los edomitas y capturó Seir, la capital. Al volver a Jerusalén, Amasias introdujo a los dioses edo­mitas en su pueblo y les prestó culto. Su idolatría no quedó impune, ya que un profeta anunció que Amasias sufriría la derrota por su extravío en el reconocimiento de Dios (II Crón. 25:1-16).

Amasias, con una victoria sobre Edom en su haber, se confió tanto en su poder militar que desafió a Joás a la batalla. Las tropas israelitas, que habían sido despachadas sin hacer el servicio militar, fueron tan provocadas que rapiñaron las ciudades de Judá desde Bet-horón a Samaría (II Crón. 25:10,13). Esto pudo haber sido la causa de la deliberada decisión toma­da por Amasias de romper la paz que había existido entre Israel y Judá por casi un siglo. Joás acusó bruscamente a Amasias de ser demasiado arro­gante y le advirtió de que el cardo, que había hecho una presuntuosa deman­da al cedro del Líbano, sería aplastada por una bestia salvaje. Amasias no prestó atención y persistió en confrontar su ejército contra el del Reino del Norte. En la batalla de Bet-semes, Judá fue completamente derrotado. Los vencedores derribaron parte de la muralla de Jerusalén, rapiñaron la ciudad, y tomaron a Amasias cautivo (II Reyes 14:11-14). Con rehenes reales y un gran botín Joás retornó jubiloso a Samaria. Cuan desastrosa pudo ser esta derrota para Amasias, es algo que no se detalla en la Sagrada Escritura. El acto de abrir una brecha en la muralla, significa una total sumisión en el lenguaje del mundo antiguo.

Thiele fecha la invasión de Israel en Jerusalén en el 791-790 a. C. Esto coincide con el tiempo en que Uzías con diecisiete años de edad, comenzó a reinar. Con la captura de Amasias, que había realizado tal fanfarronada en su estúpido desafío a Israel, los líderes de Judá hicieron a Uzías corregente. El hecho de que Amasias viviese quince años después de la muerte de Joás (II Reyes 14:17), sugiere que posiblemente el rey de Judá fue retenido como prisionero tanto tiempo como vivió Joás. En el 782-781 a. C. fue dejado en libertad y restaurado en el trono de Judá, mientras Uzías continua­ba como corregente. En aquel tiempo, Jeroboam II, que ya había sido co­rregente con su padre desde el 793, asumió el mando total de la expansión del Reino del Norte. La liberación de Amasias pudo haber sido parte de su política de buena voluntad hacia Judá, conforme dirigía sus esfuerzos a recuperar el territorio que había sido perdido a Siria.

La íntima asociación de Israel y Judá en los días de Joás y Amasias, verosímilmente cuenta por el cambio en el sistema de fechas. El sistema del año de no accesión había sido usado en Israel desde los tiempos de Jeroboam I y en Judá desde el reinado de Jorán. Entonces ambos adoptaron el sistema del año de accesión. Si Judá fue tributaria de Israel, se sigue lógicamente que ambas adoptasen el sistema de calcular lo que se hizo común en Asia Occidental bajo la creciente influencia de Asiría.

Aunque a principios de su reinado, Amasias había abrigado esperanzas para mejorar la fortuna de Judá, sus propósitos para el éxito de la empresa quedaron deshechos con su captura por Joás. Cuando fue restaurado en el trono de David en Jerusalén, bien fuese en el 790 ó 781, tuvo que haber sido completamente ineficaz en conducir la nación hacia un lugar de supre­macía como anteriormente lo había sido. Por todo el resto de su reino, Judá fue ensombrecida por la expansión israelita. Amasias finalmente se escapó a Laquis, donde fue víctima de asesinos que le persiguieron.

Uzías o Azarías —prosperidad

Sobresaliente en la historia de Judá, figura el reino de Uzías (791-740 a. C.). Incluso aunque ocurrieron diversos acontecimientos durante su gobierno de 52 años, el relato bíblico es relativamente muy breve (II Crón. 26:1-23; II Reyes 14:21-22; 15:1-7). Es notable el hecho de que durante este largo período, Uzías fue único gobernante sólo por die­cisiete años. Tan efectivo fue en levantar a Judá del vasallaje hasta con­vertirla en un poder nacional fuerte, que es reconocido como el más capaz de los soberanos del Reino del Sur que se había conocido desde Salomón.

El orden de los acontecimientos durante esta parte del siglo VIII, puede apreciarse por la siguiente tabla:

798                  Joás comienza su reinado en Israel

797-96             Amasias sucede a Joás en Judá

793-92             Jeroboam II hace de corregente con Joás

791-90             Uzías comienza la corregencia con Amasias (Judá es derrotada y Amasias hecho cautivo)

782-81             Joás muere. Jeroboam II se queda de gobernante solo. (Probablemente Amasias fue puesto en li­bertad en este momento)

768-67             Amasias es asesinado. Uzías asume el gobierno

753                  Fui del reino de Jeroboam. Zacarías gobierna seis meses.

752                  Salum (un mes de gobierno) es reemplazado por Manahem

750                  Uzías es atacado por la lepra. Jotán hace de corregente

742-41             Pekaía se convierte en rey de Israel

740-39             Fin del reinado de Uzías

Cuando Uzías fue súbitamente elevado al trono, las esperanzas naciona­les de Judá estaban hundidas en su punto más bajo desde la división del reinado salomónico. La derrota a manos de Israel no fue más que una enorme calamidad. Es dudoso que Uzías fuese capaz de hacer más que re­tener una semblanza de gobierno organizado durante los días de Joás. Pudo haber reconstruido las murallas de Jerusalén, pero si Amasias permaneció en prisión durante el resto del reinado de Joás, hubiera sido una cosa fútil para Judá afirmar su fuerza militar en ese momento. Aunque Amasias ganó su libertad en el 782 a. C. cuando murió Joás, es también dudoso que tu­viese el respeto de su pueblo cuando la totalidad de la nación estaba sufrien­do las consecuencias de su desastrosa política. Muy verosímilmente Uzías continuó usando con plena autoridad una considerable influencia en los asuntos de estado, puesto que Amasias huyó finalmente a Laquis.

El silencio de la Escritura concerniente a la relación entre Israel y udá en los días de Jeroboam II y Uzías, parece garantizar la conclusión prevaleció la amistad y la cooperación. El vasallaje de Israel a tuvo que haber terminado, a lo sumo a la muerte de Amasias o tal con su puesta en libertad quince años antes. Además de restaurar las murallas de Jerusalén, Uzías mejoró las fortificaciones que rodeaban la ciudad capital. El ejército fue bien organizado y equipado con las mejores armas.

Una buena preparación militar conduce a la expansión. Hacia el sudoe^ te, las murallas de Gat fueron atacadas y destruidas. Jabnía y Asdod tam­bién capitularon a Judá conforme Uzías presionaba hasta derrotar a los filisteos y los árabes. Mientras Amasias había subyugado Edom, Uzías estaba entonces en condiciones de extender las fronteras de Judá tan al sur como Elat en el golfo de Acaba. El reciente descubrimiento del sello de Jotam, hijo de Uzías, atestigua la actividad judaica en Elat durante este período. Hacia el este, Judá impuso su poder sobre los amonitas, que tuvieron que pagar tributo a Uzías. Por otra parte, las dificultades internas de Israel, tras la muerte de Jeroboam, pudo haber permitido a Uzías el tener las manos más libres en la zona transjordana.

Económicamente, Judá marchó bien bajo Uzías. El rey estaba vitalmente interesado en la agricultura y en el crecimiento ganadero. Grandes rebaños en zonas del desierto necesitaban el cavar pozos y la erección de torres de protección. Los cultivadores de viñedos expandieron su producción. Si Uzías promovió esos intereses al comienzo de su largo reinado, tuvo que haber tenido un efecto muy favorable sobre el estado económico de toda la nación.

La expansión territorial colocó a Judá en el control de ciudades comer-cialmente importantes y en las rutas que conducían a Arabia, Egipto y otros países. En Elat, sobre el mar Rojo, las industrias y las minas de cobre y hierro que tanto florecieron bajo el reinado de David y en el de Salomón, fueron reclamadas para el Reino del Sur. Aunque Judá se quedó atrás res­pecto del Reino del Norte en su expansión económica y militar, gozó de un sólido crecimiento bajo el caudillaje de Uzías y continuó su prosperidad in­cluso cuando Israel comenzó a declinar tras la muerte de Jeroboam. El crecimiento de Judá y su influencia durante este período, sólo fueron infe­riores a los experimentados en los días de David y Salomón.

La prosperidad de Uzías estuvo directamente relacionada con su de­pendencia de Dios (II Crón. 26:5, 7). Zacarías, un profeta, por cierto des­conocido, efectivamente instruyó al rey, quien aproximadamente en el 750 a. C. tenía una actitud totalmente saludable y humilde hacia el Señor. A la altura de su éxito, sin embargo, Uzías asumió que podía entrar en el templo y quemar el incienso. Con el apoyo de ochenta sacerdotes, el sumo sacer­dote cuyo nombre era también el de Azarías, hizo frente a Uzías resaltando que el hecho era prerrogativa de aquellos que estaban consagrados para tal propósito (Ex. 30:7 y Núm. 18:1-7). Irritado, el rey desafió a los sacer­dotes. Como resultado del juicio divino, Uzías se enfermó de la lepra. Por el resto de su reinado, quedó reducido al ostracismo fuera de su palacio y le fueron denegados sus privilegios sociales. No pudo ni siquiera entrar en el templo. Jotam fue elevado a la categoría de corregente y asumió las res­ponsabilidades reales por el resto de la vida de su padre.

La ominosa amenaza de la agresión asiría, también hundieron las esperanzas nacionales de Judá durante la última década del largo y provechoso reinado de Uzías. Si había acariciado las esperanzas de haber restaurado la totalidad del imperio salomónico para Judá, tras la muerte de Jeroboam II, Uzías las vio deshechas por el resurgir del poder asirio En el 745 a. C. Tiglat-pileser III comenzó a desmoronar su imperio. En su ata­que inicial, sometió a Babilonia. Entonces, se volvió hacia el oeste para de­rrotar a Sarduris III, rey de Urartu. Durante esta campaña noroccidental (743-738 a. C.) encontró oposición cuando se dirigió hacia Siria. En sus anales, menciona combatiendo en Arpal contra Azarías, rey de Judá.   Esta batalla está fechada por Thiele al comienzo de la campaña noroccidental, preferiblemente en el 743. Aunque Tiglat-pileser aplastó la oposición con­ducida por Azarías (Uzías), no afirma haber tomado tributos procedentes de Judá. Puesto que Manahem había pagado una enorme suma para evitar una sangrienta invasión de los feroces asirlos, Tiglat-pileser no hizo avanzar a sus ejércitos hacia el sur, hacia Judá, en esta época. Uzías estuvo, por consiguiente, en condiciones de mantener una política anti-asiria con un Israel pro-asirio como estado tapón hacia el norte.

Jotam —política anti-asiria

Jotam estuvo íntimamente asociado con su padre desde el 750 al 740 a. C. Puesto que Uzías era un gobernante fuerte y decidido, Jotam tuvo una posición secundaria como regente de Judá. Cuando asumió plenas fun­ciones de gobierno en el 740-39, continuó la política de su padre.

Las empresas del interior del país de Jotam, proporcionaron la erección de ciudadelas y torres para alentar el cultivo de la tierra por toda Judá. Se construyeron ciudades en lugares estratégicos. En Jerusalén, promovió el interés religioso construyendo una puerta superior en el templo, pero no se interfirió con los "lugares altos" en donde el pueblo rendía culto a los ídolos.

Los amonitas, con toda probabilidad, se habían rebelado contra Judá a la muerte de Uzías. Jotam, por consiguiente, sofocó la revuelta y exigió tributos. El hecho de que el pago esté anotado en el segundo y tercer año de Jotam (II Crón. 27:5), puede implicar que los problemas con Asiría se hicieron tan graves que Judá fue incapaz de insistir sobre la leva.

Con una temible invasión asiría pendiente, Jotam encontró problemas en mantener su política anti-asiria. Cuando los ejércitos asirlos se pusieron en actividad en las regiones de monte Nal y Urartu en el 736-735, un grupo pro-asirio en Jerusalén elevó a Acaz al trono de David como corregente cpn Jotam. Los registros asirlos confirman el 753 como la fecha de la accesión de Acaz.

Jotam murió en el 732 a. C. El total de su reinado se calcula en veinte años, pero había reinado sólo por tres o cuatro. Como corregente con su padre, tuvo pocas oportunidades de afirmarse por sí mismo. Más tarde, la amenaza asiría precipitó la crisis que le colocó en el retiro mientras que Acaz hizo de campeón de buena amistad con la capital sobre el Tigris.

Acaz —administración pro-asiria

El reinado de veinte años de Acaz (II Crón. 28:1-27; II Reyes 16:1-20) estuvo acosado por las dificultades. Los reyes asirios avanzaban en su pro­pósito de conquistar y hacerse con el control del Creciente Fértil y Acaz estuvo continuamente sujeto a presión internacional.

El Reino del Norte ya había suscrito la política de la resistencia de Peka. A la edad de veinte años, Acaz tuvo que encararse con el formidable pro­blema de la paz entre Siria e Israel, y de mantenerla. En el 734 Tiglat-pileser III marchó con sus ejércitos contra los filisteos. Es perfectamente posible que Acaz pudo haber apelado al rey asirlo, cuando los filisteos ata­caron en gran extensión los distritos fronterizos de Judá. Su alineamiento con Tiglat-pileser pronto llevó a Acaz a serios apuros. Más tarde y en aquel año, tras que los invasores asirios se hubieran retirado, Peka y Rezín decla­raron la guerra a Judá.

Al mismo tiempo y en esta tremenda crisis, Isaías había permanecido activo en su ministerio profetice aproximadamente seis años. Con un men­saje de Dios, encaró a Acaz con la solución de su problema. La fe en Dios era la clave de la victoria sobre Israel y Siria. Peka y Rezín intentaron colo­car un gobernante marioneta en el trono de David en Jerusalén; pero Dios anularía el proyecto sirio-efrainita en respuesta a la fe (Is. 7:1 ss.). El malvado y testarudo Acaz ignoró a Isaías. Como desafío, encontró una salida en sus dificultades haciendo un desesperado llamamiento a Tiglat-pileser III.

Cuando los ejércitos de Siria e Israel invadieron Judá, pusieron sitio, aunque no capturaron a Jerusalén, que había sido tan recientemente refortificado por Uzías. Sin embargo, Judá sufrió grandes pérdidas, mientras que mataron a miles y otros fueron llevados como cautivos a Samaría y a Damas­co. Pero afortunadamente existía alguien en el Reino del Norte, que no había repudiado a Dios. Cuando un profeta reprochó su conducta al clan de los líderes, estos respondieron efectuando el acto de dejar en libertad a los prisioneros de Judá.

Aunque fuertemente presionado, Acaz sobrevivió al ataque sirio-efrai-mita. Su súplica a Tiglat-pileser tuvo inmediatos resultados. En dos cam­pañas sucesivas (733 y 732) los asirios sometieron a Siria e Israel. En Samaría Peka fue reemplazado por Oseas, quien rindió acto de sometimiento y lealtad al rey asirio.

Acaz se encontró con Tiglat-pileser en Damasco y le dio seguridades del vasallaje de Judá. Tan impresionado se hallaba Acaz que ordenó a Urías, el sacerdote, duplicar el altar de Damasco en el templo de Jerusalén. A su retorno el propio rey tomó la decisión de conducir el culto pagano, atrayendo hacia sí la condenación en su propia cabeza.

En todo su reinado, Acaz mantuvo una política pro-asiria. Conforme cambiaban los gobernantes en Asiría y el Reino del Norte se encaminaba hacia su fin con la rebelión de Oseas, Acaz condujo a su nación con éxito a través de las crisis internacionales. Incluso aunque Judá había perdido el derecho de su libertad y pagaba pesados tributos a Asiría, la prosperidad econóniica prevaleció como había sido establecida bajo la sana política de Uzías. La riqueza estaba menos concentrada que en el Reino del Norte, donde ha­bía sido de exclusivo uso de la aristocracia. Mientras que los devastadores ejércitos no turbaron el statu quo, Judá pudo permitirse el pagar una considerable leva a Asiría.

Incluso con el gran profeta Isaías como contemporáneo, Acaz promovió el más aborrecible de los usos y prácticas idolátricos. De acuerdo con las costumbres paganas, hizo que su hijo caminase sobre el fuego. No sólo tomó mucho del tesoro del templo para hacer frente a las demandas del rey asirio, sino que además introdujo cultos extraños en el mismísimo lugar en donde sólo Dios tenía que ser adorado. Por eso, no era de maravilla que incurriese en la ira de Dios.

Ezequías —un rey justo

Ezequías comenzó su reinado en el 716 a. C. Su gobierno de veintinueve años marca una era sobresaliente en materia religiosa de Judá. Aunque bloqueado por los asirios, Ezequías sobrevivió al crucial ataque sobre Je­rusalén, llevado a cabo en el 701 a. C. Durante la última década de su reinado, Manases estuvo asociado con Ezequías como corregente. En adi­ción a lo que relata II Reyes 18-20 y II Crón. 29-32, existe una pertinente información en Is. 36-39, respecto a la vida de Ezequías.

En una drástica reacción a la deliberada idolatría de su padre, Ezequías comenzó su reinado con la mayor y más extensa reforma de la historia del Reino del Sur. Como un joven de veinticinco años había sido testigo de la gradual desintegración del Reino del Norte y la conquista asiría de Samaría, sólo a unos 64 kms., aproximadamente al norte de Jerusalén. Con la certera constatación de que la cautividad de Israel era la consecuencia de una alianza rota y de la desobediencia a Dios (II Reyes 18:9-12), Eze­quías colocó toda su confianza en el Dios de Israel. Durante los primeros años de su gobierno, llevó a efecto una efectiva reforma, no solamente en Judá sino en partes de Israel. Puesto que Judá ya era un vasallo de Asiría, Ezequías reconoció la soberanía de Sargón II (721-705 a. C.). Aunque las tropas asirías fueron despachadas para Asdod en el 711 a. C., el rey de Judá no tuvo serias interferencias de parte de Asiría.

Ezequías inmediatamente volvió a abrir las puertas del templo. Los levitas fueron llamados para reparar y limpiar el lugar del culto. Lo que había sido utilizado para los ídolos fue suprimido y arrojado al río Cedrón, mientras que los vasos sagrados que habían sido profanados por Acaz, fueron santificados. En dieciseis días el templo estuvo dispuesto para el culto.

Ezequías y los oficiales de Jerusalén iniciaron los sacrificios en el templo. Grupos musicales con sus arpas, címbales y liras participaron, como labia sido la costumbre en tiempos de David. Los cantos litúrgicos fueron acompañados a la presentación de los holocaustos. Los cantores alababan a Dios en las palabras de David y Asaf mientras el pueblo rendía culto.

En un intento de cicatrizar la brecha que había separado a Judá e Israel, desde la muerte de Salomón, el rey envió cartas por todo el país invitando a todos a venir a Jerusalén para celebrar la pascua judía. Aunque algunos ignoraron el llamamiento de Exequias, muchos, en cambio, acudieron desde Aser, Manases, Efraín e Isacar, al igual que en Judá, para celebrar las fiestas sagradas. Reunido en consejo con aquellos que iniciaron el culto en el templo, Ezequías anunció la celebración de la pascua un mes más tarde de lo que estaba prescrito, para dar tiempo para una adecuada celebración. Por otra parte, la observancia fue llevada a cabo de acuerdo con la ley de Moisés. El haber propuesto la fecha fue más bien una medida concilia­toria para ganar la participación de las tribus del norte que habían seguido la observancia de la fecha instituida por Jeroboam (I Reyes 12:32). Cuando algunos sacerdotes llegaron sin la adecuada santificación, Ezequías oró por su limpieza. Una gran congregación se reunió en asamblea en Jerusalén para participar en la reforma nevada a cabo. Los altares de toda la capital fueron arrancados y lanzados al valle de Cedrón para su destrucción Conducido por sacerdotes y levitas, el pueblo ofreció sacrificios, cantando jubilosamente, alegrándose ante el Señor. En ninguna época desde la dedi­cación del Templo, había visto Jerusalén tal gozosa celebración.

Desde Jerusalén, la reforma se extendió por todo Judá, Benjamín, Efraín y Manases. Ezequías incluso había roto la serpiente de bronce que Moisés había hecho (Núm. 21:4-9), porque el pueblo estaba utilizándola como ob­jeto de culto. Inspirado por el ejemplo del rey y de su caudillaje, el pueblo se dedicó a demoler los "lugares altos", los pilares, los asherim y los altares paganos existentes en todo Israel.

En Jerusalén, Ezequías organizó los sacerdotes y levitas para los ser­vicios regulares. El diezmo fue restituido para ayudar a los que dedicaban su vida a la ley del Señor. Se hicieron planes para la observancia regular de las fiestas y las estaciones según estaba prescrito en la ley escrita (II Crón. 31:2 ss.). El pueblo respondió tan generosamente a Ezequías que sus contribuciones fueron suficientes para mantener a los sacerdotes y levi­tas dedicados al servicio del Señor. La reforma llevada a cabo bajo Ezequías, tuvo un éxito rotundo y definitivo respondiendo así a su intento de conformar las prácticas religiosas de su pueblo a la ley y a los mandamientos de Dios.

En todo este sistema de reforma religiosa no se hace mención de Isaías Tampoco el profeta se refiere a la reforma de Ezequías en su libro. Aunque Acaz había desafiado a Israel, es razonable asumir que Ezequías e Isaías cooperaron por completo en restaurar el culto de Dios. La sola referencia a Sargón, rey de Asiría (Is. 20:1), muestra la actividad de Israel en esta épo­ca. Además, la conquista de Asdod por los asirios es la ocasión para Isaías de pronunciar su advertencia profética de que era inútil para Judá depender de Egipto para su liberación. Afortunadamente, Ezequías no llegó a verse envuelto en la rebelión de Asdod y así evitó el ataque a Jerusalén.

Con la muerte de Sargón II (705) la revolución estalló en muchos lugares del imperio asirio. Por el 702, Merodac-baladán fue subyugado, des­tronado de la corona de Babilonia, y reemplazado por Bel-Ibni, un nativo caldeo que probablemente era miembro de la misma familia real. En Egipto, surgió el nacionalismo, bajo la enérgica acción gobernante de Sabako, un rey etíope que había fundado la dinastía XXV (ca. 710 a. C.). Con otras naciones en el Creciente Fértil rebeladas contra él, Senaquerib, hijo de Sargón, volvió sus ejércitos hacia el oeste. Tras someter a Fenicia y otras resistencias costeras, los ejércitos asirios ocuparon triunfalmente el área de los filisteos en el 701 a. C.

Ezequias había anticipado el ataque asirio. Siguiendo su gran reforma religiosa, se concentró en un programa de defensa, en consejo con sus más importantes oficiales del gobierno. Se reforzaron las fortificaciones existen­tes alrededor de Jerusalén. Los artesanos produjeron escudos y armas, mientras que los comandantes de combate, organizaban las fuerzas de lucha. Para asegurar a Jerusalén un adecuado suministro de agua durante un asedio prolongado, Ezequías construyó un túnel que conectaba con el estanque de Siloé y los manantiales de Gihón. A través de 542 mts. de sólida roca, los ingenieros judíos canalizaron, agua fresca y potable al embalse de Siloé, también construido durante esta época. Desde su descubrimiento en 1.880, cuando las inscripciones en sus muros fueron descifradas, el túnel de Siloé ha constituido una atracción turística. El estanque de Siloé, situado al sur de Jerusalén, se protegió con la extensión de la muralla para dejar en­cerrada esta vital fuente de elemento líquido. Cuando llegó el momento de que los ejércitos asirios marchaban sobre Jerusalén, otras fuentes fueron ahogadas para que el enemigo no pudiera utilizarlas. 

Aunque Ezequías hizo cuanto estaba en su poder al prepararse para el ataque asirio, no dependió por completo de los recursos humanos. Antes, cuando el pueblo se congregó en asamblea en la plaza de la ciudad, Ezequías le había alentado, expresando valientemente su confianza en Dios. "Con él está el brazo de carne, mas con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras batallas" (II Crón. 32:8).

La amenaza de Senaquerib al reino de Judá se hizo realidad en el 701 a. C. Puesto que el relato bíblico (II Reyes 18-20; II Crón. 32; Isa. 36-39) se refiere a Tirhaca que llegó a ser corregente de Egipto en el 689 a. C., pa­rece verosímil que este rey asirio hiciese otro intento para someter a Ezequías aproximadamente en el 688 a. C. En un reciente estudio, la integración de lo secular y de lo bíblico proporciona la siguiente secuencia de acontecimiento.

Los asirios entraron en Palestina procedentes del norte, tomando Sidón, Jope y otras ciudades de la ruta de penetración. Durante el sitio y la con­quista de Ecrón, Senaquerib derrotó a los egipcios en Elteque. Ezequías no solo fue forzado a abandonar Padi, el rey de Ecrón a quien había hecho cautivo, sino también a pagar un fuerte tributo despojando al templo de gran­des cantidades de oro y plata (II Reyes 18:14).

Con toda probabilidad fue durante este período de la presión asiría (701 a. C.) que Ezequías cayó gravemente enfermo. Aunque Isaías advirtió al rey de que se preparase para la muerte, Dios intervino. Doble fue la divina pro­mesa dada al rey de Judá —la prolongación de su vida por quince años más y la liberación de Jerusalén de la amenaza asiría (Isa. 38:4-6).

Mientras tanto, Senaquerib estaba sitiando a Laquis. Tal vez fuese el conocimiento de que Ezequías puso toda su fe en Dios para su liberación, lo que hizo que el rey asirio enviase a sus oficiales al camino de la heredad del Lavador, cerca de la muralla de Jerusalén, para incitar al pueblo a la rendición. Senaquerib incluso afirmó que él era el comisionado de Dios en demandar su capitulación y citó una impresionante lista de conquistas de otras naciones cuyos dioses no habían podido liberarlas. Isaías, sin embargo, aseguró al rey y al pueblo de su seguridad.

Mientras que estaba sitiando a Libna, Senaquerib oyó rumores de una revuelta babilónica. Los asirios partieron inmediatamente. Incluso habiendo conquistado cuarenta y seis ciudades fortificadas pertenecientes a Ezequías, no citó entre ellas a Jerusalén. Se jactó de haber hecho 200.000 prisioneros de Judá e informó de que Ezequías estaba encerrado en Jerusalén como un pájaro en una jaula.

La aclamación y el reconocimiento de los países circundantes fue expre­sado con abundantes obsequios y regalos al rey de Judá (II Crón. 32:23). Merodac-baladán, el poderoso caudillo babilonio que estaba todavía exci­tando rebeliones, extendió su felicitación a Ezequías por su recuperación, tal vez como reconocimiento de la feliz recuperación del rey de la ominosa opresión de la ocupación asiría (II Crón. 32:31) así como al propio tiempo el haberse mejorado de su estado de salud. La embajada babilonia muy probablemente quedó impresionada por el despliegue de riqueza exis­tente en Jerusalén. El triunfo de Ezequías, no obstante, fue atemperado por el subsiguiente aviso de Isaías de que las sucesivas generaciones estarían sujetas a la cautividad babilonia. A pesar de todo, esta triunfal libera­ción pudo haber dado a la forma religiosa un nuevo ímpetu, mientras que la paz y la prosperidad prevalecía durante el largo reinado de Ezequías.

Sabiendo que sólo le quedaban quince años hasta el final de su reinado, hubiera parecido natural que hubiese asociado a su hijo Manases con él en el trono a la primera oportunidad. En 696-695, Manases se convirtió en "el hijo de la ley" a la edad de doce años, al mismo tiempo que comen­zaba su corregencia.

En la zona del Tigris y el Eufrates, el rey asirio suprimió las rebeliones y en 689 a. C. destruyó la ciudad de Babilonia. Prosiguiendo con éxito en Arabia, Senaquerib oyó el avance de Tirhaca. Puesto que Egipto había sido el objetivo real de la campaña asiría del 701, pudo muy bien haber sucedido que Senaquerib esperase evitar la interferencia de Judá, despachando cartas a Ezequías con un ultimátum para someterse. Mientras que los oficiales asirios habían estado amenazando al pueblo, aquella comunicación estaba dirigida a Ezequías personalmente. Esta vez el rey se dirigió al templo para °rar. A través de Isaías, recibió la seguridad de que el rey asirio volvería por el camino que había venido. Precisamente dónde el ejército estuvo acampado, cuando incurrió en la pérdida de 180.000 combatientes, y no se consta en el relato bíblico, pero lo que sí es cierto es que nunca llegó a Jeru-salén. El reinado de Ezequías continuó en paz.

A desemejanza de un buen número de sus antecesores, Ezequías fue enterrado con los honores reales, con sincera devoción por la tarea que ha­bía puesto en llevar a su pueblo a la gran reforma en la historia de Judá. Desde que el Reino del Norte había cesado en mantener un gobierno independiente, esta reforma religiosa se extendió a dicho territorio. Excepto por la amenaza asiria, Ezequías gozó de su reinado pacífico.

Manases —idolatría y reforma

A Manases se le acredita del más largo reinado de la historia de Judá (II Reyes 21:1-17; II Crón. 33:1-20); incluyendo la década de la corregencia con Ezequías, fue rey por un dilatado período de cincuenta y cuíco años (696-642 a. C.). Pero el gobierno fue la antítesis del de su padre. Desde el pináculo del fervor religioso, el Reino del Sur fue catapultado a la más negra era de idolatría que se conoció bajo el mando de Manases. En carácter y en la práctica, se parecía a su abuelo, Acaz aunque este último murió antes del nacimiento de Manases. Muy probablemente Manases no comenzó a trastocar la política de su padre hasta después de su muerte.

Volviendo a reconstruir los "lugares altos", erigiendo altares a Baal y construyendo asherim, Manases sumió a luda en una tremenda idolatría tal y como Acab y Jezabel habían prometido en el Reino del Norte. Mediante ritos religiosos y ceremonias, se instituyó el culto a las estrellas y a los planetas. Incluso la deidad amonita Moloc fue reconocida por el rey hebreo en el sacrificio de niños en el valle de Hinom, a las afueras de Jerusalén. Los sacrificios humanos eran uno de los más abominables ritos de la práctica del paganismo cananeo y que fue asociada por el Salmista con el culto al demonio (Salmos 106:36-37). La astrología, la adivinación, y el ocultismo fueron oficialmente sancionados como prácticas comunes. En abierto desafío al verdadero Dios, los altares para el culto de las huestes celestiales fueron colocados en los atrios del templo, con imágenes talladas de Asera, la esposa de Baal, y también introducidos en el templo. Además, Manases de­rramó mucha sangre inocente. Parece razonable inferir que muchas de las voces de protesta ante semejante monstruosa idolatría, fuesen ahogadas en sangre (II Reyes 21:16). Puesto que la última mención del gran profeta Isaías está asociada con Ezequías en el relato bíblico, es correcto suponer que sea cierto el martirio de Isaías por el malvado rey Manases. La moral y las condiciones religiosas en Judá fueron peores que la de aquellas nacio­nes que habían sido exterminadas o expulsadas de Canaán. Manases, de esta forma, representa el punto más bajo de perversidad en la larga lista de los reyes de la dinastía de David. Los juicios predichos por Isaías eran cosa segura por llegar.

Los relatos históricos no indican la extensión de lo que Manases pudo haber estado influenciado por Asiria en su conducta y política idolátrica. Asiria alcanzó el pináculo de la riqueza y prestigio bajo Esar-hadón y Asuf-banipal. Sin discusión, Manases obtuvo el favor político de Asiria mediante el vasallaje, mietras que Esar-hadón (681-669 a. C.) extendió su control hasta Egipto. En contraste con Senaquerib, Esar-hadón adoptó una política conciliatoria y reconstruyó Babilonia. En el 678 subyugó a Tiro, aunque el populacho escapó a las fortalezas próximas a las islas. Menfis fue ocupada en el 673 y pocos años más tarde Tirhaca, el último rey de la XXV dinastía, fue capturado. En su lista de veintidós reyes desde la nación hetea, Esar-hadón menciona a Manases, rey de Judá, entre aquellos que hicieron una obligada visita a Nínive en el 678 a. C. Aunque Babilonia había sido re­construida por aquel tiempo, ni resulta cierto en absoluto, que fuese tomada por Esarhadón.  Con la destrucción de Tebas en el 663 a. C. Asurbanipal extendió el poder asirio a 805 kms. a lo largo del Nilo hasta el Alto Egipto. Una san­grienta guerra civil estremeció todo el imperio asirio (652) en la rebelión de Samasumukin. Con el tiempo, la insurrección llegó a su climax con la conquista de Babilonia en el 648, y otras rebeliones habían estallado en Siria y Palestina. Judá pudo haber participado uniéndose a Edom y Moab, que están mencionadas en las inscripciones asirías. La autonomía de Moab terminó en aquel tiempo y el rey de Judá, Manases, fue hecho cautivo y llevado a Babilonia, y después puesto en libertad (II Crón. 33:10-13).

Aunque no tengamos una definitiva información cronológica para fechar el tiempo exacto del cautiverio de Manases y su puesta en libertad, el relato bíblico está en favor de la última década de su reinado. Si fue capturado en el 648 e incluso vuelto a Jerusalén como rey vasallo en el mismo año, tu­vo relativamente poco tiempo para deshacer las prácticas religiosas que había sostenido y favorecido durante tantos años. Sin embargo, se arrepintió en el cautiverio y entonces reconoció a Dios. En una reforma que comenzó en Jerusalén, dio ejemplo del temor de Dios y ordenó al pueblo de Judá servir al Señor Dios de Israel. Resulta dudoso que esta reforma fuese efectiva, puesto que aquellos que habían servido bajo Ezequías y rendido el verdadero culto, habían sido anteriormente expulsados o ejecutados.

Amón —apostasía

Amón sucedió a su padre, Manases, como rey de Judá en el 642. Sin dudarlo, volvió a las prácticas idolátricas que habían sido iniciadas y promo­vidas por Manases durante la mayor parte de su reinado. El temprano entrenamiento de Amón había producido sobre él un mayor impacto que el corto período de la reforma.

En el 640, los esclavos de palacio mataron a Amón. Aunque su reinado fue breve, el impío ejemplo dado durante aquellos dos años proporcionó la oportunidad a Judá para revertir un terrible estado de apostasía.

            Durante el curso de los últimos dos siglos pasados, la situación y la fortuna del Reino del Sur, había sufrido grandes alternativas. Los reinados de Atalía, Acaz y Manases habían sido testigos de una desenfrenada idolatría. La reforma religiosa comenzó con Joás, aumentada con Uzías y alcanzado un nivel sin precedentes bajo el gobierno de Ezequías. Políticamente, Judá alcanzó su punto más bajo en los días de Amasias, cuando Joás, procedente del Reino del Norte, invadió Jerusalén. A lo largo de esos dos siglos, la prosperidad y el gobierno autónomo de Judá fueron obscurecidos por los intereses en expansión de los reyes asirios.

Habla el Antiguo Testamento por Samuel J. Shultz

 
1. Los Principios
2. Edad Patriarcal
3. La Emancipación
4. La Religión
5. La Nacionalidad
6. La Ocupación
7. De Transición
8. David y Salomón
9. Reino Dividido
10. La Secesión
11. Los Realistas
12. Revolución
13. Judá y Siria
14. Desvanecimiento
15. Las Naciones
16. Mano de Dios
17. Interpretación
18. Isaías
19. Jeremías
20. Ezequiel
21. Daniel
22. Prosperidad
23. Las Profecías
24. Después
 

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