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  18. Isaías

Historia del Antiguo Testamento presenta un análisis literaria que reconoce que el Antiguo Testamento mismo manifiesta ser más que el relato histórico de la nación judía. Tanto para judíos como para cristianos, es la Historia Sagrada que descubre la Revelación que Dios hace de Sí mismo al hombre y en él se registra no solo lo que Dios ha hecho en el pasado, sino también el plan divino para el futuro de la humanidad.

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Capítulo   XVIII

Isaías y su mensaje

Para comprender el mensaje de este libro, es necesario estar familiarizado con la situación histórica del profeta y del pueblo a quien entregó su men­saje. Muchas de las alusiones, referencias y advertencias pueden malinterpretarse a menos que los acontecimientos políticos en Judá, sean cuidado­samente considerados, en relación con las naciones circundantes.

Con el profeta en Jerusalén

Se conoce muy poco respecto al linaje de Isaías, su nacimiento, juven­tud o educación, más allá del hecho de que fue hijo de Amos. Aparentemen­te, nació y se educó en Jerusalén. Puesto que su llamada al ministerio pro-fético está definitivamente fechado en el año que murió Uzías (740 a. C.), es razonable fechar su nacimiento entre el 765 y 760 a. C.

Isaías nació en días de prosperidad. Judá estaba volviendo a ganar su fuerza militar y económica bajo el competente liderazgo de Uzías. Previa­mente, la absurda política llevada a cabo por Amasias, había llevado a Judá a la invasión y a la opresión por Israel y posiblemente el reproche del en­carcelamiento de Amasias. Este último acontecimiento pudo haber promovi­do el reconocimiento de Uzías como corregente allá por el año 792-91 a. C. Con el cambio de reyes en Israel, Amasias fue restaurado en el trono (782-81) sólo para ser asesinado (768). Esto dio a Uzías el control único de Judá Y la oportunidad de afirmar su efectivo caudillaje.

Ominosos acontecimientos pronto sembraron amenazantes sombras a través de las futuras esperanzas de Judá. En Samaría, Jeroboam al morir en el 753, siguió la revolución y la efusión de sangre hasta que Manahem se apoderó del trono. En Judá, Uzías fue tocado por la lepra como un Juicio divino por asumir responsabilidades sacerdotales. Aunque Jotán fue hecho corregente en aquel tiempo (ca. 750 a. C.), Uzías continuó en el gobierno activo. La prosperidad económica prevaleció en Judá con­forme se extendía hacia el sur con sus fronteras, incluyendo a Elat en el golfo de Acaba. Hacia el este, los amonitas eran tributarios de Judá.

Más portentosa fue el acceso al trono de Tiglat-pileser III, o Pul en, Asiría, en el 745 a. C. La subsiguiente conquista de Babilonia por los asirios, precipitó una preparación unificada de los gobernantes palestinos para la agresión asiría. En el 743-738, esta expectación se convirtió en realidad, cuando el ejército asirio avanzó hacia el oeste en diversas cam­pañas. El rey asirio informa en sus anales que derrotó a la fuerza palestina bajo el mandato de Azarías o Uzías de Judá. Thiele fecha este hecho en el primer año de este período. Manahem, el rey de Israel, tam­bién tuvo que realizar un fuerte tributo a! rey de Asiría (II Reyes 15:19).

Bajo la amenaza pendiente de la agresión asiría, ocurrieron rápidos cambios en Israel y los mismos tuvieron sus repercusiones en Judá. Cuan­do murió Manahem, fue sucedido por su hijo Pekaía, que fue asesinado por Peka tras dos años de gobierno. El último tomó el trono de Samaría en el 740-39 y comenzó una agresiva política anti-asiria. La muerte de Uzías, el notable rey de Judá y el más sobresaliente desde los días de David y Salomón, ocurrió el mismo año.

Durante este año de tensión en el país y en el exterior, el joven Isaías recibió su llamada profética. Es verosímil que hubiese observado los desarrollos internacionales con profundo interés cuando las esperanzas de Judá por la supervivencia nacional se desvanecieron ante los avances de los ejércitos de Asiría. No está indicado cual fue la actitud religiosa de Isaías en aquel tiempo. Pudo haber estado familiarizado con Amos y Oseas, que se mostraban activos en el Reino del Norte. Como hombre joven, pudo haber estado en contacto con Zacarías, el profeta que tuvo tan favorable influencia sobre Uzías. En este año crucial, el joven fue llamado a ser el portavoz de la palabra de Dios, para entregar el mensaje de Dios a una generación encarada con acontecimientos históricos sin precedentes.

Mientras que Peka resistía firmemente a los asirios, un grupo pro-asirio fue ganando poder en Judá. Aparentemente, este movimiento fue el respon­sable de la elevación de Acaz al trono en el 736-35 a. C., cuando los ejér­citos asirios se hallaban activos en. Nal y Urartu. Acaz pudo haber precipi­tado la invasión asiría de los filisteos en el 734. Al menos, tras de su retirada, Peka de Samaría y Rezín de Damasco, lanzaron un. ultimátum a Acaz para unirse a ellos en oposición a Asiría. En este momento, Isaías quedó implicado en la marcha de los acontecimientos. Fue específicamente comisionado para avisar al rey de confiar en Dios (Is. 7:lss.). Ignorando el aviso del profeta, Acaz hizo un tratado con Tiglat-pileser III. Aunque Judá fue invadida por los ejércitos sirio-efraimíticos y perdió a Edom como tributaria, Acaz sobrevivió con el avance del ejército asirio. Las sucesivas campañas asirías dieron por resultado la conquista y capitulación de Siria en el 732 a. C. Simultáneamente, Peka fue ejecutado y substituido por Oseas, que aseguró el tributo de Israel al rey de Asiría. Acaz se encontró con Tiglat-pileser en Damasco y selló su pacto introduciendo el culto de adoración asirio en el templo de Jerusalén.

La actividad de Isaías durante el resto del reinado de Acaz es obscura. Tuvo que haber compartido el profundo interés y ansiedad de los ciudada­nos de Judá concernientes a las luchas de Samaría, a unos sesenta kms., al norte de Jerusalén. Cuando Salmanasar sucedió a Tiglat-pileser sobre el trono de Asiría, Oseas terminó su servidumbre. Siguiendo un asedio de tres años por los asirios, Oseas fue muerto, y Samaría conquistada por el invasor en el 722. Aparentemente, Acaz fue capaz de mantener favorables relaciones diplomáticas con Asiria, evitando así la invasión de Judá en aquel tiempo. No hay indicación de que Acaz pudiese haber conocido a Isaías como un verdadero profeta.

Amaneció un nuevo día para Isaías con el acceso al trono de Ezequías (716-15 a. C.). Acaz había desafiado al profeta soportando el culto idolátrico en el templo, pero Ezequías persiguió un radical y diferente curso de acción. Con todo entusiasmo introdujo reformas, reparaciones y purificación del templo, enviando invitaciones a los israelitas desde Beerseba hasta Dan para unirse a las religiosas actividades de Jerusalén. Mientras que Isaías no hace mención a estas reformas en su libro, la celebración nacional de la pascua y la conformidad con la ley de Moisés, tuvieron que haberle alentado por lo que concernía al futuro de Judá.

El conocimiento que se tiene hoy de las relaciones judo-asirias durante el reinado de Sargón II (722-705 a. C.) es muy limitado. En el relato bíblico, Sargón sólo se menciona una sola vez (Is. 20:1). Se conoce que Asdod fue conquistado por los asirios en el 711 a. C. Isaías finalmente advirtió a su pueblo que no deberían buscar en Egipto ningún apoyo, incluso aunque Sabako, el etíope, había establecido con éxito la XXV dinastía el año ante­rior. Durante tres años, Isaías caminó con los pies desnudos y vestido como un esclavo, explicando su acción como simbólica del hado de Egipto y Etiopía. ¡Qué estúpido era su pueblo buscando ayuda egipcia rebelándose contra Asiria. Aparentemente, Ezequías mantuvo favorables relaciones con Asiria durante este período, pagando tributos. De acuerdo con un prisma frag­mentario, Sargón se jactó de recibir "regalos" procedentes de Judá. De acuerdo con esto, Jerusalén estuvo segura de un ataque durante aquel tiempo.

Mientras tanto, Ezequías estaba construyendo sus defensas. El túnel de Siloé fue construido de forma que Jerusalén estuviese asegurada de un adecuado suministro de agua en caso de sufrir un prolongado asedio. Mucho tiempo antes de esto, en los días de Acaz, Isaías había declarado valientemen­te que Asiria extendería sus conquistas y su control sobre el reino de Judá.

En los acontecimientos cruciales que siguieron a la subida al poder de Senaquerib en Asiria (705 a. C.), Isaías había advertido de forma vital y anticipada lo que sucedería a Ezequías. El nacionalismo emergió en rebe­liones por todo el Imperio Asirio. El éxito de Senaquerib en suprimir tales levantamientos fue el reemplazo de Merodac-baladán por Bel-Ibni sobre el trono de Babilonia en el 702. Al año siguiente, los asirios dirigían su avance hacia el oeste. Mediante una milagrosa intervención, Ezequías so­brevivió.

Cual fue la duración de la vida de Isaías, es algo desconocido de los registros existentes. Aparte de su asociación con Ezequías por el 700 a. C, hay poca evidencia disponible concerniente a sus últimos años. Sin ninguna evidencia escriturística en contra, es razonable concluir con las sugeren­cias indicadas, que Isaías continuó su ministerio en el reino de Manases. Si el registro de la muerte de Senaquerib es conocido como de Isaías en origen, entonces el profeta todavía vivía en el 680 a. C., para indicar lo que final­mente ocurrió al rey asirio quien habló tan despectivamente y con desdoro del Dios en quien Ezequías había puesto su fe. La tradición acredita a Manases con el martirio de Isaías; el profeta fue serrado en dos cuando fue descubierto escondido en el hueco del tronco de un árbol. Desde el punto de vista de su longevidad, es válido proyectar su ministerio hasta los días de Manases. El hecho de que Isaías tuviese unos veinte años cuando recibió su llamada profética en el 740 a. C. es una lógica suposición. Su edad en el momento de su muerte, tras el 680 a. C. no debería sobrepasar los ochenta años aproximadamente.

Los escritos de Isaías

¿Escribió Isaías el libro que lleva su nombre? Ningún erudito competente duda de la historicidad de Isaías ni el hecho de que parte del libro fuese escrito por él. Algunos limitan la construcción de Isaías a porciones escogi­das desde 1 al 32, mientras que otros le acreditan con 66 capítulos com­pletos.

El análisis más popular de este libro es su división tripartita. Aunque existe falta de unanimidad entre los expertos en detalles, el siguiente aná­lisis representa un acuerdo general entre aquellos que no apoyan la unidad de Isaías.

El Primer Isaías consiste del 1 al 39. Dentro de esta división, solo selecciones limitadas desde el 1 al 11, 13 al 23 y 28 al 32, son realmente adscritas al profeta del siglo VIII. La mayor parte de esta sección tiene su origen en subsiguientes períodos. El Segundo Isaías, o Deutero-isaías, 40-55, es atribuido a un autor anónimo que vivió después del 580 a. C. Este escritor vivió entre los cautivos de Babilonia y refleja las condiciones del exilio en sus escritos. A pesar del hecho de que numerosos eruditos le reputan como uno de los más notables profetas del Antiguo Testamento, ni su nombre real ni cualquier clase de hechos atestiguan su existencia. El Ter­cer Isaías, o Trito-isaías, 56-66, es atribuido a un escritor que describe las condiciones existentes en Judá durante el siglo V; los eruditos fechan a su autor con anterioridad al retorno de Nehemías en el 444 a. C. La mayor parte de aquellos que apoyan este análisis no limitan el libro de Isaías a íres autores. Numerosos escritores, muchos de los cuales vivieron después del exilio, ya tarde en el siglo II a. C., hicieron contribuciones fragmentarias.

La opinión de que Isaías escribió la totalidad del libro con su nombre, data con anterioridad de al menos el siglo II a. C. Aunque escritores mo­dernos puedan afirmar que hay "un acuerdo universal entre los eruditos por una diversidad de autores, la unidad de Isaías ha sido capazmente de­fendida. La popularidad de la moderna teoría ha tendido a eclipsar los argumentos de aquellos que han estado convencidos de que Isaías, el pro­feta del siglo VIII, fue el responsable de la totalidad del libro.

Defendiendo la unidad de Isaías, un escritor ha resaltado que la moderna teoría no puede ser considerada como completamente satisfactoria en tanto en que no explica la tradición del origen de Isaías. Las declaraciones de los judíos en el segundo siglo II a. C., atribuyen a Isaías la totalidad del libro. Él reciente descubrimiento de los rollos del mar Muerto, fechándolos en el mismo período anterior, verifica el hecho de que el libro entero fue considerado como una unidad en aquel tiempo.

Análisis de este libro

El libro de Isaías es uno de los más comprensivos de todos los libros del Antiguo Testamento. En el texto hebreo, Isaías se coloca en quinto lu­gar en extensión tras del de Jeremías, Salmos, Génesis y Ezequiel. En el Nuevo Testamento, Isaías es citado por su nombre veinte veces, que excede del número total de referencias de todos los otros profetas en los libros del Nuevo Testamento.

Varios temas pueden ser rastreados a todo lo largo del libro. Los atributos y características de Dios, el remanente, el Mesías, el reino mesiánico, las esperanzas de la restauración, el uso de Dios de las naciones extranjeras y muchas otras ideas se encuentran frecuentemente en los mensajes del profeta.

La siguiente perspectiva abarca el contenido de Isaías:

I. El mensaje y el mensajero

II. Los proyectos del reino: contemporáneos y futuros

III. Panorama de las naciones                                                  

IV. Israel en un mundo de creación                                                      

V. Esperanzas verdaderas y falsas en Sión                                           

VI. El juicio de Jerusalén demorado                                                     

VII La promesa de la divina liberación                                     

VIII. El reinado universal de Dios establecido                           

Con esta perspectiva como guía, el libro de Isaías puede ser analizado completamente considerando cada división por separado.

          I. El mensaje y el mensajero                                     

Este pasaje puede ser considerado muy bien como una introducción. Casi todos los temas de mayor importancia, desarrollados más tarde, están inicialmente mencionados aquí. Una lectura cuidadosa y el análisis de estos capítulos introductorios proporcionan una base para la mejor comprensión del resto del libro.

¿Recibió Isaías su llamada al servicio profético tras haber entregado el mensaje en 1-5? ¿Por qué registra esa llamada en cap. 6 en vez de 1 como es el caso en Jeremías y Ezequiel? Tal vez él quisiera retratar la gravedad pecadora de su generación y así proporcionar al lector una mejor compren­sión de la reserva en aceptar la responsabilidad recaída sobre él en este ministerio profético.

Isaías 1 revela y expone las condiciones extremadamente graves en el pecado y en la moral. Israel ha olvidado a su Dios y es peor que el buey que, por lo menos, vuelve a su dueño para que le alimente con el pienso. Las gentes son peores que las de Sodoma y Gomorra en su formalidad religiosa. Los sacrificios que fielmente se hacían de conformidad con la ley, desagradan al Señor mientras prevalece la injusticia social. El sacrificio y la oración son una abominación para Dios si no se ofrecen en un espíritu de contrición, humildad y obediencia. La condenación pesa sobre el pecador pueblo de Judá. Sión, que representa la colina del capitolio, está para ser "redimida por la justicia" significando que el juicio vendrá sobre todo pecador (Is. 1:27-31). La sola esperanza expresada en este capítulo de apertura, se otorga al obediente (vss. 18-21).

En directo contraste a esta condenación de Jerusalén, Isaías anuncia y sostiene la más grande esperanza de restauración. Sin ninguna incertidumbre, anuncia que en el futuro Sión será destruido y arado como un campo, pero en un subsiguiente período será restaurado como el centro que go­bierne todas las naciones. La paz y la justicia saldrán de Sión para todos los pueblos. Prevalecerá la paz universal cuando Sión haya sido restablecida como el gobierno central de todas las naciones.

Amonestando a su pueblo para que se vuelva a Dios en la obediencia (2:5), Isaías atrae la atención a los problemas contemporáneos. Mientras que tengan fe en los ídolos y vivan en el pecado, esta esperanza no les sera aplicada. Les espera el juicio, pero se promete la salvación a aquellos que pongan su confianza en Dios (2:6-4:1). A través del proceso de purificación y juicio, todos gozarán de la protección de Dios y de sus bendiciones. Ellos compartirán la gloria de la restaurada Sión (4:2-6).

Isaías ilustra vividamente su mensaje en el cap. 5. La parábola de la viña ha sido considerada como una de las más perfectas en su clase, en la Biblia. Israel es la viña del Señor. Tras agotar todas las posibilidades de hacerla productiva, el propietario decide destruir esta viña. Consecuente­mente, los votos y juicios pronunciados sobre Judá son justos y razonables, puesto que Dios ha ejercido su amor y misericordia sin percibir los frutos de un vivir recto en su pueblo elegido.

Para esta generación pecadora, Isaías es llamado a ser un portavoz de Dios. No es de extrañar que se halle temeroso y tiemble cuando se hace consciente de la gloria de un Dios santo cuya justicia requiere el juicio sobre el pecado. Asegurado de la limpieza y el perdón de su pecado, Isaías en voluntaria obediencia está de acuerdo en ser el mensajero de Dios. No tiene la respuesta de toda la ciudad a su ministerio. El hecho de que tiene que advertir al pueblo hasta que las ciudades queden destruidas y sin habitantes, le habría sugerido que pocos, relativamente, habrían escuchado su advertencia; sin embargo, no desespera. Se le proporciona un rayo de espe­ranza, que cuando el bosque sea destruido, aún quedará un tronco, signi­ficando con ello un remanente en la destrucción de Judá.

La llamada de Isaías representa un clímax que encaja con esta sección introductoria. Aunque la mayor parte de este pasaje recarga el énfasis sobre la situación pecadora contemporánea del pueblo y de que el juicio les espera, la llamada de un profeta indica la preocupación de Dios por su pueblo. En el ministerio de Isaías, la misericordia de Dios está expresada a Judá antes de que el juicio sea ejecutado.

II. Los proyectos del reino

La crisis que hizo surgir la cuestión de los proyectos del reino, era la guerra siro-efraimítica del 734. Siguiendo a la invasión asiría de los filisteos, a principios de aquel año, Peka y Rezín formaron un pacto para detener a los asirios. Cuando Acaz rehusó unirse a ellos, Israel y Siria declararon la guerra en Judá.

En el preciso momento, cuando Acaz y su pueblo están aterrados por los propósitos de invasión, Isaías llega con un mensaje de Dios. Acaz está inspeccionando su suministro de agua al exterior de Jerusalén en preparación por el ataque que se avecina, y el posible asedio. La simple advertencia de Isaías en este momento crucial, es que Acaz no debería tomar acción alguna, los dos reyes a quien él teme no son sino dos estacas humeantes prontas a ser extinguidas. Asiría es la amenaza real para Judá (5:26). Conse-centemente, Isaías advierte a Acaz de confiar en Dios para la liberación.

Asiría se convierte en el punto focal del mensaje de Isaías conforme discute los proyectos del reino de Judá. Las consecuencias de la alianza de Acaz con Pul será peor que cualquiera de las que hayan ocurrido en Judá desde la muerte de Salomón y la división del reino. Como un hombre, cuyos cabellos son completamente separados de su cabeza al ser afeitados con una navaja, así Judá será esquilado por Asiría (7:20). En el cap. 8, Asiria tiene la similitud de un río que pasa rugiendo sobre Palestina y absorbiendo a Judá hasta el cuello. Es notable y digno de mención que Isaías no predice la terminación de la existencia nacional de Judá, una suerte nefasta que seguramente se abatirá para Israel y Siria.

El avance y éxito de Asiria como una nación pagana, indudablemente plantea serios problemas para el pueblo de Judá. ¿Permitirá Dios que su pueblo elegido sea absorbido por un poder pagano? Isaías indica claramente que Dios toma en alquiler la navaja de afeitar y causa el hecho de que las aguas de Asiria pudiesen ahogar a Judá. Puesto que el pueblo ignora al profeta y vuelve a sus espíritus familiares (Is. 8:19), una práctica que fue prohibida por la ley (Deut. 18:14-22), Dios tiene que castigarle.

Asiria es como una vara en la mano de Dios (Is. 10:5): ¿Serían los asi-rios tan poderosos que pudieran destruir a Jerusalén? ¿Encontrará Jerusalén la misma suerte, ante el avance enemigo de los ejércitos de Asiria, que Calno, Carquemis, Hamat, Arpad, Damasco y Samaría? El profeta presenta claramente la verdad básica de un Dios omnipotente que utiliza a Asiria como una vara en su mano. Tras de que haya cumplido su propósito de llevar el juicio sobre su pueblo en el monte Sión y Jerusalén, Dios tratará con Asiria. Así como el hacha o la sierra que es manejada por el artesano, así Asiria está sujeta a Dios y a su control. La vara no puede utilizar a su dueño, ni tampoco Asiría a Dios. Isaías, valientemente, asegura al pueblo de Sión (10:24) que no deberían temer la invasión de Asiria. El juicio de Dios sobre Jerusalén será cumplido. Asiria asestará su puño a Jerusalén pero Dios detendrá al rey en sus planes para destruir la ciudad. La segu­ridad de que la nación pagana está bajo el control de Dios, proporciona la base de esperanza y tranquilidad para aquellos que depositan su confianza en el Dios de los ejércitos.

Los proyectos del futuro reino ofrecen la contrapartida al desaliento y desmoralización temporal en, el tiempo de Isaías. Su generación tiene que encararse con días difíciles y obscuros. Con un rey impío sobre el trono de David y el culto religioso asirio prevaleciendo en Jerusalén, los impíos que quedan tienen que haber sido descorazonados al anticipar la amenazante invasión asiría. Con la seguridad de la liberación de este enemigo, Isaías ofrece una renovada confianza en el futuro.

Las esperanzas para el futuro reino previamente mencionado (2:1-5), se clarifican en este pasaje. En él se entremezclan con problemas contemporá­neos. En contraste con gobernantes impíos, Isaías manifiesta los proyectos de un remado piadoso y un rey creyente sobre el trono de David. En contraste con el reino temporal de Judá, elabora la promesa de un reino univer­sal que durará siempre.

Él gobernante justo es presentado en 7:14 como Emmanuel, que significa "Dios con nosotros". Ciertamente, el malvado Acaz, que rehusó preguntar por un signo, no comprende el completo significado de esta promesa, el cumplimiento de la cual no tiene fecha. Indudablemente esta simple promesa es vaga y ambigua para aquellos que oyen a Isaías darla en un tiempo de crisis nacional; ellos pudieron fácilmente haberla confundido con el naci­miento del hijo de Isaías, llamado Maher-salal-hasbaz. Aunque el país de Emanuel (8:5-10) tiene que ser dominado por los asirlos y pronto liberado, la promesa de un futuro de grandeza y liberación, queda asegurada en 9:1-7. Esto se cumplirá con el nacimiento de un hijo que es identificado como "Dios fuerte" que establecerá un gobierno y la paz sin fin. En 11, su origen davídico queda indicado, pero sus características van más allá de lo humano. El es divino en el ejercicio del juicio justo mediante su omnipo­tencia.

El reinado será universal. El conocimiento del Señor prevalecerá por todo el mundo. Los malvados serán destruidos por la palabra hablada del gobernante justo, mientras que una absoluta justicia quedará asentada entre el género humano. Incluso el reino animal será afectado en el estableci­miento de este reinado. Sión, ya no será más objeto de ataque y conquista, sino que será el centro del gobierno universal y de la paz, ya indicado en 2. El capítulo 12 expresa la alabanza y la gratitud de los ciudadanos del futuro reino. Dios —no el hombre— ha establecido su morada en Sión, la sede del Santo de Israel.

III. Panorama de las naciones                                              

La visión panorámica de las naciones, es vitalmente relacionada al reino Y sus proyectos en los precedentes capítulos. Durante el último siglo y la mitad de la existencia nacional de Judá, desde el tiempo de Isaías hasta la caída de Jerusalén, reyes y reinos caen y surgen. Para el pueblo de Judá y Jerusalén, que tuvo la conciencia de que eran el pueblo elegido por Dios, mediante el cual Sión sería definitivamente restablecido, al final, esas Profecías que implicaban a otras naciones eran vitalmente significativas.

Varios temas básicos se hacen aparentes en los mensajes concernientes a las naciones. Aunque presentados en los precedentes doce capítulos, están más totalmente desarrollados e interrelacionados en este pasaje. Asiria, que fue el problema numero uno para Judá, en Isaías y subsiguientes períodos recibe poca consideración en este pasaje. La atención queda enfocada sobre las naciones prominentes.

La soberanía y la supremacía de Dios son básicas a través de la totalidad de este pasaje. El título de "Dios de los Ejércitos" se da por lo menos 23 veces en estos 11 capítulos. Isaías reconoce a Dios como tal cuando vio al "Rey, Jehová de los Ejércitos" al tiempo de su llamada para el ministerio profético (6:5). En el Señor de los ejércitos, que utiliza a Asiría corno una vara para el juicio, descansa la seguridad del establecimiento de un reino que durará para siempre (9:7).

Los propósitos y planes de este Señor están frecuentemente expresados en todos los mensajes que conciernen a las naciones. El juicio procedente de Dios, no caerá sobre las naciones por accidente, sino de acuerdo con un plan divino.

El orgullo y la arrogancia son castigados cuando Dios es olvidado, sin importar que ello ocurra en naciones paganas, en Israel, en Judá o en cual­quier individuo como Sebna el mayordomo (22:15-25). Ninguna persona altanera ni orgullosa, ni ninguna nación con este pecado podrá escapar al juicio divino.

El ejemplo más gráfico está en los capítulos iniciales de este pasaje (13:1-14:27). Babilonia, con su rey será también enjuiciada. Aunque el apogeo de su fuerza en Babilonia estaba todavía en el futuro, Isaías predijo en los días de Ezequías (39) que Babilonia sería responsable del cautiverio de luda. Para la gente que sobreviviese a la destrucción de Jerusalén, bajo el poder de Babilonia, esos capítulos tuvieron que haber tenido una vital y especial importancia. El juicio aguardaba a este reino que fue tem­poralmente utilizado en el plan de Dios para purgar a Judá de sus pecados. Por aquel tiempo, el pueblo ya había sido testigo de la caída de Asiría y este pasaje les aseguraba de que Babilonia sería igualmente juzgada.

Aunque Babilonia está específicamente mencionada, el rey de Babilonia no está identificado. Los comentarios difieren ampliamente en relacionar esto, a varios reinos y numerosos reyes de Babilonia o Asiría. El principio básico, no obstante, es que cualquier nación o individuo que se exalte a sí mismo por encima de Dios, será destronado más pronto o más tarde por el Señor de los Ejércitos. Las dificultades de relacionar los detalles de este pasaje a Babilonia históricamente, y la falta de acuerdo en identificar este rey en la historia, puede sugerir que lo que se implica es mucho más que un poder temporal o un gobernante determinado. Este rey arrogante puede representar las fuerzas del mal que se oponen a Dios, aparentes en la raza humana desde la caída del hombre (Gen. 3.). Este poder de] mal implicará a individuos o naciones en oposición al Omnipotente hasta el juicio final, cuando Dios actúe de una vez por todas. La destrucción de la nación del mal, representada por Babilonia, es igualada a la suerte corrida por Sodoma y Gomorra, que nunca volvieron a ser repobladas. La deposición del tirano o del malo, representado por el rey de Babilonia, indica que todos aquellos que están asociados con él serán destruidos, suprimiendo asi toda oposición. La finalidad de la destrucción es significativa.

Por contraste, el tema de la restauración de Israel y las esperanzas de su reino, aparece por todo este pasaje. La seguridad de que Israel tendrá un reino universal con Sión como capital, presentado en 2, era el tema principal en 7-12, donde un énfasis especial se enfoca sobre el gobernante justo. En esos capítulos el tema de las últimas esperanzas de Israel, no se olvidan. Es el Señor de los ejércitos quien decretó la caída de Babilonia (21:10). Israel es todavía la herencia de Dios (19:25) aunque tenga que ser tempo­ralmente juzgada. No solamente será restaurada la nación de Israel (14:1-2) sino que permitirá a los extranjeros que se refugien en ella. Sión fue fundado por el Señor (14:32) y será el recipiente de ofrendas (18:7). Mientras otras naciones y reyes son juzgados, un gobernante justo será establecido sobre el trono de David (16:5). Tales fueron las promesas sin paralelo de restau­ración repetidamente dadas a Israel para tranquilidad y esperanza en los períodos en que los israelitas fueron sometidos a los juicios de Dios.

IV. Israel en un puesto mundial

En esos capítulos, el remanente se convierte en el punto focal de interés. Por toda la extensión de los períodos de juicio un remanente justo recibe la seguridad de supervivencia y se promete la restauración; podrá una vez más gozar de las bendiciones de Dios bajo el gobernante justo sobre monte Sión.

Los mensajes de Isaías fueron con frecuencia relacionados con aconte­cimientos contemporáneos. La condenación de Jerusalén había sido clara­mente anunciada en su capítulo de apertura y repetida enfáticamente en subsiguientes mensajes. En 24:1-13a, Isaías dibuja la ruina que espera a la amada ciudad de Judá. Jerusalén será desolada y sus puertas reducidas a ruinas. Esto se convirtió en una vivida realidad en el 586 a. C.

El remanente, sin embargo, es reunido desde distantes tierras de la costa y de los fines de la tierra (24:13ss.), mientras que el malvado es castigado por el Señor de los ejércitos. Las maravillas del cielo que contienen al sol y a la luna se hallan asociadas aquí al igual que en otros pasajes, con este gran juicio así que el Señor reine en Sión.[17] El contexto de este pa­saje parece indicar un alcance a escala mundial. Lo que ocurra a aquellos que se opongan a Dios y el establecimiento del remanente en Sión, en un reino universal que no tiene fin, difícilmente puede quedar limitado a una local o nacional situación.

Es muy apropiado el canto de los redimidos que sigue en 25:1-26:6, en que ellos responden con acción de gracias y alabanza mientras que se gozan de su salvación y disfrutan de las bendiciones del Señor. El reproche, el sufrimiento y la vergüenza desaparecerán conforme Dios haga desaparecer todas las lágrimas y elimine la muerte.

La oración en 26:7-19, expresa el vehemente deseo del pueblo en tiempos de gran tribulación y sufrimiento antes de que sean vueltos a reunir.

Israel anhela la esperanza mientras está presa de la angustia y espera su liberación. Bajo gobierno de los malvados como víctimas de injusticias prevalecientes, ellos expresan su fe en Dios y su esperanza, apelando a El para Su divina intervención.

La liberación está prometida en la réplica (26:20-27:13). Israel, la viña del Señor, será una vez más fructífera. Purgada de sus pecados, la gente será reunida, uno por uno, como el remanente para rendir culto al Señor en Jerusalén.

V. Esperanzas falsas y verdaderas en Sión                                           

Las alianzas con, extranjeros eran un constante problema en Jerusalén durante los días del ministerio de Isaías. Por intrigas políticas y la diploma­cia, los jefes de Judá esperaban asegurar su supervivencia como nación al alinearse con los victoriosos. Acaz reemplaza a su padre Jotam sobre el trono de David cuando el grupo pro-asirio gana el control sobre luda en el 735. Desafía las advertencias de Isaías y hace una alianza con Tiglat-pileser en los primeros años de su reinado. Ezequías, el próximo rey, se une en alianza con Edom, Moab y Asdod para resistir a Asiría. Esta coalición anticipa el apoyo de Egipto; pero Asdod cae en el 711, mientras que las otras naciones ofrecen tributo a Asiría para impedir la invasión.

Isaías advierte constantemente contra la locura estúpida de confiar en otras naciones. El profeta denomina a esas alianzas un "acuerdo para la muerte". Por contraste, su consejo es que deberían colocar su fe en Dios, el verdadero Rey de Israel. Tanto si es Acaz, el rey impío, o Ezequías el gobernante creyente, quien responde con amistosas promesas a la embajada babilónica, el profeta Isaías no deja de llamar la atención a los jefes de Judá por depender de otras naciones en lugar de buscar a Dios para su liberación.

Ninguno de estos capítulos en esta sección, está específicamente fechado. Puesto que la alianza con Egipto recibe tan prominente consideración en 30-31, este pasaje entero puede estar fechado en los días de Ezequías cuando Judá tenía esperanzas de liberarse a sí mismo de la dominación asiría. En los primeros años de Senaquerib este interés en la ayuda egipcia indu­dablemente planteó un grave problema en Jerusalén.

¿Refleja 28-29 el mismo fondo histórico? ¿Se refiere el "pacto con la muerte" en 28:15 a una alianza con Egipto en los días de Ezequías o podía referirse posiblemente a la hecha por Acaz con Tiglat-pileser en el 734 a. C.? La última opinión merece alguna consideración. Acaz, en vez de colocar su fe en Dios, ignora a Isaías haciendo una alianza con los asirlos. El paso de la crisis de la guerra siroefraimítica y la suerte aparentemente ven­turosa de una unión judo-asiria en el 732, cuando Acaz, personalmente, se encuentra con Tiglat-pileser en Damasco, puede haber sido la ocasión de una excesiva celebración en Jerusalén. Acaz y sus impíos asociados, que están apoyados por sacerdotes y profetas en la introducción del culto asirio en Jerusalén, probablemente constituye el auditorio de Isaías a quienes dirige las severas palabras de advertencia y de reproche en 28-29. Acaz y Jos que le apoyan, indudablemente, llegan a la conclusión de que el sobre-cogedor azote de la invasión asiría (28:15) no afectará a Judá porque ha hecho un tratado con aquella poderosa nación.

Tanto si los primeros capítulos de este pasaje reflejan una alianza con Asiría o con Egipto, la advertencia es clara, de que tales propósitos acaba­rán en el fracaso. Donde Egipto está específicamente identificado (30:2), la advertencia explícitamente establece que la dependencia de la ayuda egip­cia no está en los planes de Dios. La humillación y la vergüenza serán su destino. En 31:1-3, se hace un vivido contraste entre los egipcios, con sus caballos y carros de combate y el Señor, a quien Judá debería consultar. Cuando el Señor extienda su mano contra ellos, tanto los egipcios como aque­llos a quienes ayuden, perecerán. Asiría, igualmente, será sacudida por el terror (30:31) y aplastada (31:8-9). Esto no se cumplirá por los esfuerzos del hombre, ni por la espada, sino por el decreto de! Señor de Sión. Los fieros asirlos serán destruidos y se convertirán en las víctimas de la traición (33: 1). Por último, la ira y la venganza de Dios se ejecutará sobre todas las nacio­nes del mundo (34:1 ss.). En consecuencia, la confianza en cualquier nación mediante una alianza no puede nunca servir como adecuado substituto de una simple fe en Dios.

La antítesis a esta advertencia contra las alianzas políticas, es la admo­nición para confiar en Dios. La provisión está hecha en Sión y la promesa relacionada con su establecimiento de tal forma, que aquellos que ejerciten la fe, no tienen necesidad de estar ansiosos (28:16) El plan de Dios para Sión, como está desarrollado en esos capítulos, permite una base razonable para la fe de los demás, quienes desean poner su fe en el Señor.

Dos simples ilustraciones sugieren que Dios tenía un propósito eterno en sus acciones con su pueblo (28:23-39). Un granjero no debe arar su campo repetidamente sin tener un propósito. Lo labra con objeto de sem­brar, para que a su debido tiempo pueda recoger la cosecha. Tampoco el grano es trillado ni batido en una acción sin fin. El propósito del trillado es separar el grano de la paja. El propósito de Dios no es destruir Israel, sino evitar el juicio para la purificación de su pueblo, separando a las personas justas de las malvadas. Jerusalén, llamada Ariel, estará sujeta a juicio, pero el Señor de los ejércitos intervendrá y proporcionará su pronta liberación (29:1-8).

Aunque Israel sólo tiene una religión formal, honrando a Dios con los labios más bien que con el corazón (29:9-24), Dios traerá una transforma­ción. Como un alfarero, Dios cumplirá su propósito. Israel será una vez más bendecido, volviendo a ganar prestigio, prosperando y multiplicándose, entre todas las naciones. Aunque es un pueblo rebelde (30:8-14), tiene la seguridad de la restauración de la fe en Dios (30:15-26).

La justicia prevalecerá bajo el justo rey de Sión (32:1-8) y esta futura esperanza no ofrece excusa para la complacencia. El pueblo de Jerusalén, esta, advertido de que el juicio y la destrucción precederán a esas bendiciones hasta que el Espíritu se manifieste desde lo Alto (32:9-20). La oración del sufrimiento y la de los afligidos (33:2-9) no quedará sin recompensa. Los pecadores serán juzgados, mientras que el remanente justo gozará de las bendiciones del Señor (33:10-24).

A su debido tiempo se producirá la reunión de todas las naciones para un juicio del mundo y la restauración de Sión (34-35). Previamente ya fue indicado que Dios cernería las naciones en el cedazo de la destrucción (30: 27-28). Incluso los ejércitos de los cielos responderán cuando el juicio sea ejecutado. Edom, que representaba una avanzada civilización desde el siglo XIII al VI a. C., y era extremadamente rica en los tiempos de Isaías, es presentada tras todas las naciones del mundo que están sujetas al juicio. Sión y Edom representan respectivamente el lugar geográfico para las bendiciones de Dios y sus juicios. Puesto que el día de la venganza es un tiempo de recompensa para la causa de Sión, este juicio podría ser difícil­mente restringido a Edom. Muchas otras naciones fueron y han sido culpa­bles de ofender a Sión.

La gloria de Sión, como está dibujada en 35, permite un esperanzador contraste a los horribles juicios de Dios sobre las naciones pecadoras. Los que queden volverán a la tierra prometida, que ha sido transformada de un desierto en un país de abundancia. Dios ha redimido a sus justos de las garras de los opresores y los retornará a Sión para gozar de una felicidad imperecedera. Sión triunfará sobre todas las naciones.

VI. El juicio de Jerusalén demorado    

Estos capítulos han sido varias veces etiquetados con el nombre de "El libro de Ezequías". El rey de Judá es confrontado con el ultimátum de rendir Jerusalén a los asirlos. Oralmente al igual que por escrito, Senaquerib intenta desconcertar a Ezequías y a su pueblo, acosándolos respecto a confiar en Egipto o confiar en Dios para su liberación. Sarcásticamente, el rey asirio incluso ofrece a Ezequías dos mil caballos si él tiene jinetes para montarlos. Haciendo una lista con la serie de ciudades conquistadas cuyos dioses no han ayudado en nada, Senaquerib afirma que él está enviado por Dios y que la oración por el remanente de Judá es ridicula. Ezequías se refugia en la oración, extendiendo literalmente la carta ante él, conforme apela a Dios para su liberación.

Isaías anuncia decididamente y con valentía la seguridad de Jerusalén. Incluso aunque la presencia de los asirios haya entorpecido la siega de las cosechas para la próxima recolección, los invasores serán expulsados a tiempo para segar lo que haya crecido de la siembra.

La grave enfermedad de Ezequías ocurre, aparentemente, durante este período de presión internacional. Cuando Isaías le advierte de que se prepare para la muerte, Ezequías ora seriamente, recibiendo la seguridad de parte de Isaías de que su vida será extendida a quince años más. La liberación de la amenaza asiría llega simultáneamente. La señal confirmatoria es el mi­lagroso retorno de la sombra sobre el reloj de sol que Acaz había obtenido probablemente de Asiría mediante sus contactos personales con Tiglat-pile-ser. En señal de gratitud por su liberación personal y la recuperación de la salud, Ezequías responde con un salmo de alabanza. Las felicitaciones por su restablecimiento, le llegan desde su embajada en Babilonia, enviadas por Merodac-baladán. La cordial recepción de Ezequías de los babilonios, es la oca­sión para una significativa predicción. La indagación de Isaías implica espe­ranzas de que los babilonios ayudarían a Judá a desprenderse de la supremacía asiría. En simples aunque firmes palabras, el profeta advierte a Ezequías que los tesoros serán llevados a Babilonia y que sus hijos servirán como eunucos en el palacio babilónicos. Incluso en el apogeo del poder de Asiria, Isaías predice el cautiverio de Babilonia para Judá, 75 años antes de los días de la supremacía de Babilonia. Aunque la situación inter­nacional (ca. 700 a. C.) pudo haber garantizado un pronóstico de la capitu­lación de Judá al poder de Asiría. Isaías específicamente predice el exilio de Judá en Babilonia. Su cumplimiento no está fechado más allá de la declaración de que ocurriría subsiguientemente al reinado de Ezequías.

VII. La promesa de la liberación divina

La promesa de la liberación divina en 40-56 no está necesariamente relacionada a cualquier particular incidente del tiempo de Ezequías. La perspectiva de este pasaje es el exilio de Israel en Babilonia En los últimos años de su ministerio, Isaías pudo muy bien haber estado preocupado con las necesidades del pueblo que iba a ser llevado al exilio cuando Je­rusalén fuese dejado en ruinas y la existencia nacional de Judá terminada, a manos de los babilonios. La ascendencia del malvado Manases al trono de David, indudablemente, obscurece los proyectos inmediatos de los justos que quedan en el pueblo. Seguramente con Isaías ellos anticiparon la inminencia de la condenación de Judá al ser testigos del derramamiento de sangre ino­cente en Jerusalén.

Para Isaías, el exilio que ha de producirse es cierto. Que Babilonia sea el destino de su exilio final es igualmente cierto, puesto que él, específica­mente indica esto en su mensaje a Ezequías (39). Las condiciones del exi­lio son bien conocidas para Isaías y su pueblo en Jerusalén. Los asirios no solamente se llevan el pueblo de Samaría al exilio en el 722, sino en las conquistas de las ciudades en Judá por Senaquerib en el 701, e indudable­mente, muchos de los conocidos por Isaías fueron llevados cautivos. Cartas e informes procedentes de aquellos exiliados retratan las condiciones pre­valecientes entre ellos.

Con hechos históricos y las predicciones de 1-39 como fondo, Isaías tiene un mensaje más apropiado de esperanza y tranquilidad para aquellos que anticiparon el exilio de Babilonia. Muchos detalles se hacen significativos como algunas predicciones se convierten en históricas en subsiguientes períodos. En todas las ocasiones, no obstante, es un mensaje de seguridad y esperanza para aquellos que han puesto su confianza y su fe en Dios.

Varios temas se entremezclan a todo lo largo de este magnífico pasaje. Con la liberación como tema básico, no solamente están la seguridad y la esperanza dadas, sino la provisión para el cumplimiento de estas promesas, que se encuentran vividamente descritas. En alcance y magnitud, lo mismo que en excelencia literaria, este gran mensaje es insuperable. Sin duda, fue una fuente de tranquilidad y bendición para el auditorio inmediato de Isaías al igual que para aquellos que fueron al exilio de Babilonia.

La liberación y restauración se desarrollan en tres aspectos: el retorno de Israel del cautiverio bajo Ciro, la liberación del pecado, y el definitivo establecimiento de la justicia cuando Israel y los extranjeros gozarán para siempre de las bendiciones de Dios. El alcance del cumplimiento cubre un largo período de tiempo. El cumplimiento inicial llena en, parte con el re­torno de la cautividad bajo Zorobabel, Esdras y Nehemías; la expiación por el pecado se produjo históricamente en tiempos del Nuevo Testamento, y el establecimiento del reino universal está todavía pendiente.

La garantía de esta gran liberación, descansa en Dios que puede realizar todas las cosas. Como cautivos buscando socorro y ayuda, el pueblo no necesitó un mensaje de condenación. Aquellos que estuvieron sujetos a la realidad del exilio, fueron conscientes de su pasado pecado por el que estaban sufriendo de acuerdo con las advertencias del profeta Isaías. Para inspirar la fe y asegurar la tranquilidad Isaías, recarga el énfasis sobre los atributos y características de Dios.

El capítulo de apertura presenta esta promesa de liberación con.un magnífico estilo. Mientras que sufre en el exilio, Israel recibe la seguridad de la paz y el perdón por su iniquidad en preparación para la revelación de la gloria de Dios que será revelada ante todo el género humano, según Dios establece su gobierno en Sión. Omnipotente, eterno, e infinito en sabiduría, Dios creó todas las cosas, dirige y controla todas las naciones y tiene un perfecto conocimiento y comprensión de Israel en sus sufrimientos. Aquellos que esperan en Dios, prosperarán. La fe en el Omnipotente, que no puede ser comparado a los ídolos, proporciona paz y esperanza.

Este gráfico retrato de los infinitos recursos de Dios, es un apropiado preludio al majestuoso desarrollo del tema de la liberación. Las frecuentes referencias a Dios a todo lo largo de los siguientes capítulos, están basadas en la realización de que El no tiene limitaciones en el cumplimiento de sus promesas hechas a su pueblo. A todo lo largo del pasaje, los planes y propósitos de Dios están entremezclados con la seguridad de la liberación. Las palabras de tranquilidad tienen un seguro fundamento. El Señor Dios de Israel es único, incomparablemente grande, y trasciende en todas las obras de sus manos. Con frecuencia, se presentan contrastes entre Dios y los paganos, dibujados vividamente. El confiar en un dios hecho por el hombre (46:5-13) se hace irónicamente ridículo en contraste con la fe en el único Dios de Israel, el Señor de los ejércitos.[26]

El tema del sirviente es fascinante e intrigantemente interesante. Se repite veinte veces la palabra "siervo", presentado en 41:8 y mencionado finalmente en 53:11. La identidad del siervo puede ser ambigua en al­gunos aspectos. En un número de usos, el siervo es identificado en el contexto. Para una introductoria consideración de este pasaje, nótese que el siervo puede referirse a Israel o al siervo ideal que tiene un papel sig­nificativo en la liberación prometida.

El uso inicial de la palabra "siervo" está específicamente identificado con Israel (41:8-9). Dios eligió a Israel cuando llamó a Abraham y aseguró a su pueblo que serían restaurados y exaltado a la categoría de nación, por encima de todas las demás naciones. Sin embargo, Israel como siervo de Dios se muestra ciego, sordo y desobediente (42:19). Esto ya estaba indica­do para Isaías en su llamada, de tal forma que el juicio fue anunciado sobre Judá pecador (1-6). Puesto que Dios creó y eligió esta nación, no la aban­donará (44:1-2,21). Se asegura la liberación del exilio. Jerusalén será res­taurada en los días de Ciro. Israel será devuelto del cautiverio de Babilonia (48:20).

Al principio de este pasaje el siervo ideal está identificado como un individuo mediante el cual Dios traerá la justicia a las naciones (42:1-4). Este siervo, también elegido por Dios, será dotado por el Señor con el Espíritu de tal forma que no fallará en cumplir el propósito de establecer la justicia en la tierra y extender Su ley en tierras distantes (Is. 2:1-5 y 11: 1-16). En contraste con la nación que fue elegida, pero que falló, el siervo ideal cumplirá el propósito de Dios.

Israel, en su fracaso, se encuentra en la necesidad de la salvación. Se ha de proveer la expiación por el pecado de Israel, el cual Dios prometió borrar. Para lograr esto, el siervo ideal (49:1-6) ha sido elegido, no sólo Para llevar la salvación a Israel sino para ser la luz de los gentiles. Por ultimo, este siervo tendrá todas las naciones postradas ante él (49:7 y ";2-7). Antes de que esto se cumpla, no obstante, hay que hacer un sacrifi­cio por el pecado. Este sirviente que tiene que ser exaltado (52:13) tiene Primeramente que hacer expiación por el pecado, mediante el sufrimiento y a muerte. Así, el siervo ideal está identificado con el siervo del sufrimiento.

El siervo del sufrimiento está dramáticamente retratado en 52:13, 53:12. Básicamente significativo es el hecho de que este siervo es inocen­te y justo. En contraste con Israel, que sufrió por su pecado en doble medida (40:2), este sirviente sufre solamente por el pecado de los demás. Mediante este sufrimiento, se proporciona la expiación.

El especial uso de la palabra "siervo" en 53:11, provee la imputación de justicia a aquellos cuyas iniquidades y pecados son perdonados mediante el sacrificio. Este siervo no vacilará ni fallará en el propósito para el que ha sido elegido. La redención está prometida con su muerte.     

La inmediata preocupación de los exiliados en Babilonia es el proyecto de hacerlos volver a Jerusalén. Esto estaba prometido para el tiempo de Ciro, a quien Dios designó como un pastor. Mientras que Dios se sirvió de Asiría como de una vara en su mano para hacer el juicio (7-12), el gober­nante Ciro será usado para llevar a los cautivos de vuelta a Jerusalén. Se promete una gran restauración mediante este siervo en la final exaltación de Sión por encima de todas las naciones (49:1-26). Esto ya había sido fre­cuentemente mencionado en precedentes capítulos. La sobresaliente y signi­ficativa liberación, sin embargo, es la provisión para la expiación por el pecado, hecha posible solamente mediante la muerte del siervo que sufre.

Esta salvación es tan única y diferente que Israel es alertada, en un magnífico lenguaje, de tomar nota del sufrimiento y la muerte del siervo ideal. Por tres veces Israel es amonestado a escuchar, en preparación para la liberación que va a llegar (51:1-8). Como Dios eligió a Abraham y le multiplicó para convertirle en una gran nación, así Sión será confortada con bendiciones universales y un triunfo imperecedero. En tres cantos siguientes, Israel es llamado a salir del sueño en que está inmersa (51:9-52:6). Los mensajeros son alertados para proclamar la paz y el bien en anticipación del retorno del Señor a Sión (52:7-12). Pero el mensaje de paz presentado en el siguiente pasaje, no es la liberación del exilio, sino la provisión para la liberación del pecado mediante el siervo que sufre (52:13-53:12).

Cuando el siervo retorna a Sión en triunfo, las naciones y reyes que­darán asombrados de que el exaltado siervo es el que no reconocieron en su sufrimiento. Como una raíz en tierra seca, ha prosperado. Despreciado y desechado, este hombre de dolores fue tratado con iniquidad y lleva­do como un cordero a la muerte. Desprovisto de justicia y de juicio fue condenado a la muerte por su misma generación. Pero Dios aceptó a este siervo en su muerte como sacrificio por el pecado, mediante el cual mu­chos obtuvieron la justicia. Por llevar sobre sí los pecados de muchos, a este siervo se le asegura una herencia y un despojo con el grande y el fuerte.

De una nación árida y sin frutos, Dios obtendrá un pueblo próspero (54: 1-17). Israel es temporalmente juzgado y abandonado. De la misma forma que Dios permitió al destructor que llevase la destrucción y el juicio, asi asegura también la prosperidad a su pueblo, personas que están identificadas como sus siervos. Ellos no serán puestos en la vergüenza y no serán derrotados, sino que poseerán las naciones y será establecida la justicia y la rectitud.

El mensaje de perdón y de esperanza, se expresa para uno y para todos en 55:1-56:8. La respuesta a esta gratuita invitación trae vida y -ciones. Como el malvado abandona su camino y el hombre injusto pensamientos, puede gozar de la misericordia del Señor y obtener el perdón de Dios, ya que la explicación está provista en la muerte del siervo que sufre. La salvación es ofrecida al que se vuelve hacia Dios, al abandonar sus caminos del pecado. La disposición universal es aparente en el hecho de que los extranjeros y los eunucos se conformarán a los caminos del Señor. Las naciones extrañas y el pueblo lejano se asociarán por sí mis­mo con el Señor. El templo será la casa de oración para todos los pue­blos. Los sufrimientos del alma serán satisfechos por la acción del hom­bre de dolores, y muchos individuos procedentes de todas las naciones se convertirán en justos servidores del Señor.

VIII. El reino universal de Dios establecido

         Habiendo desarrollado el tema de la liberación tan adecuadamente, Isaías revierte a las condiciones contemporáneas de su pueblo. La gloria de Sión en su último estado, tiene significación solo como el individuo tiene la se­guridad de la participación, de aquí la comparación entre lo justo y lo injusto.

En los capítulos de apertura, se ponen de manifiesto de forma aguda, las distinciones (56:9-59:21) entre las prácticas religiosas como las observaba Isaías y los requerimientos de Dios. La resquebrajadura entre lo dispuesto por Dios y lo que hacen los hombres son tan obvias, que este pasaje re­presenta un llamamiento al individuo para que se aparte de la práctica co­rriente y se conforme a los requerimientos de la verdadera religión.

La idolatría y la opresión del pobre prevalecen entre el laicado al igual que entre los jefes, quienes están considerados como guardianes ciegos (56:9-57:13). Simultáneamente, oran y ayunan esperando que Dios les fa­vorezca con juicios justos (58:1-5). El pecado y la iniquidad en la forma de injusticia social, opresión, actos de violencia y derramamiento de sangre continua en abierta práctica (59:1-8). Dios está disgustado con tales accio­nes — el juicio y la condenación esperan, al culpable (ver también capítulos

Por contraste, Dios se deleita en la persona que es contrita y humilde de corazón (57:15). Los ayunos verdaderos que placen al Señor implican la práctica del evangelio social: apartarse de los malvados, alimentar al ham­briento, y aliviar al oprimido (58:6 ss. Ver también cap. 1). Esas personas tienen la seguridad de recibir respuesta de sus oraciones, de guía y abun­dantes bendiciones (v. 11). Aquellos que substituyen el placer y los negocios en el día santo de Dios con una genuina y sincera complacencia en Dios, «enen asegurada la promesa de Su favor (vss. 13-14). La conformidad y « práctica ritualística no reúnen los requerimientos de Dios para la verda­dera religión.

Puesto que los pecados nacionales e iniquidades separaron al hombre de Dios (59:l-15a), El asegura al pueblo justo la divina intervención y la liberación enviando un redentor a Sión. Cuando El no encuentra a ninguno de la raza humana que pueda intervenir adecuadamente, envía al redentor vestido con ropas de venganza, portante el peto de la justicia y el yelmo de la salvación. Este vindicará al justo (59:15b-21).

La gloriosa perspectiva de Sión, está dibujada una vez más con la ve­nida del redentor para establecer a Israel como el centro y el deleite de todas las naciones (60:1-22). Esta capital será conocida como la cuidad del Señor y el Sión del Santo de Israel. La gloria de Dios se extenderá tan universalmente que el sol y la luna no serán precisos ya más. Este reinado continuará para siempre, como está previamente indicado por Isaías 9:2-7 y otros pa­sajes similares. La fecha del cumplimiento de todo ello, no está indicada más allá de la simple y conclusiva promesa de que Dios la aportará a su debido tiempo.

En preparación por la gloria venidera que será revelada, Dios envía a Su mensajero a Sión, ungido por el Espíritu del Señor (61:1-11). Este men­sajero vendrá con buenas nuevas para proclamar el tiempo del favor de Dios, cuando el desgraciado sea aliviado, los cautivos pueden ser dejados en libertad, los doloridos sean confortados y la desesperación se convierta en alabanza. El pueblo de Dios será conocido como los sacerdotes del Señor mientras que otros conocerán las bendiciones divinas con su ministerio. La justicia y la alabanza se elevarán desde todas las naciones.

La vindicación y restauración de Sión sigue en orden natural (62:1-63:6). Sión, que ha sido olvidado y desolado, se convertirá en la delicia de Dios al gozar en su pueblo, como un novio lo hace con su novia. Los que aguar­dan, son alentados a apelar a Dios día y noche hasta que Jerusalén sea establecida como la alabanza de las naciones.

Una vez más, las líneas de demarcación están claramente establecidas en los capítulos siguientes (63:7-65:16) entre los que recibirán las bendi­ciones del Señor y los ofensores que estarán sujetos a la maldición de Dios. El pasaje inicial (63:7-64:12), representa un llamamiento a Dios en solicitud de ayuda y socorro. Sobre la base del favor de Dios, para Israel en el pasado, la oración expresa una demanda para la divina intervención. Dios es vituperado por ser la causa de los errores del pueblo y del endure­cimiento de su corazón (63:17), entregándoles al poder de la iniquidad (64: 7), y haciendo de ellos lo que son. La respuesta de Dios a su oración (65: 1-7) refleja su actitud hacia el que es justo por sí mismo quien le ha igno­rado durante el tiempo que estuvo disponible. Ellos han menospreciado sus llamamientos y fracasaron en volver a él en el día de la misericordia — su apelación de justicia propia llega demasiado tarde.

El día del juicio está sobre ellos (65:8-16). Aquellos que no respon­dieron al llamamiento de Dios ni escucharon cuando El habló de que es­taban condenados, ignoraron la misericordia de Dios que antecede al juicio. Por contraste, los siervos de Dios, mencionados siete veces en estos nueve versos, son los receptores de sus eternas bendiciones.

Finalmente, Isaías describe las últimas bendiciones para los justos en Sión en términos de un nuevo cielo y una nueva tierra (65:17-66:24). Jeru­salén de nuevo es el punto focal desde donde tales bendiciones se extenderán umversalmente. Las condiciones de paz prevalecerán incluso entre los animales. Incluso aunque el cielo es trono de Dios y la tierra su escabel, El se deleita en los hombres que han sido humildes y contritos en espíritu. Aunque hayan estado sujetos al desprecio y el ridículo, triunfarán en el establecimiento de Sión, mientras que los ofensores estarán todos sujetos la condenación. Conforme sean juzgados los enemigos, se hará aparente que Dios tiene sus manos extendidas sobre sus siervos.. Los redimidos proce­dentes de todas las naciones, compartirán las bendiciones de Sión, mientras aquellos que se rebelaron estarán sujetos a un castigo que no tendrá fin (66:24).

Esquema VI    tiempos de isaías

787-81. Amasias probablemente puesto en libertad de su prisión, cuando Jeroboam II                           asume solo el gobierno de Israel tras la muerte de Joás.

768. Uzías asume solo el gobierno en Judá. Muerte de Amasias.

760. Fecha aproximada del nacimiento de Isaías.

753. Fin del reinado de Jeroboam en Israel.

750. Uzías enfermo de la lepra.

745. Tiglat-pileser III comienza su gobierno en Asiria.

743. Los asirios derrotan a Sarduris III, rey de Urartu. Uzías y sus aliados derrotados por         los asirios en la batalla de Arpad.

740. Jotam asume solo el gobierno. Muerte de Uzías.

736-35. Los ejércitos asirios en Nal y Urartu.

            Comienzo del gobierno de Peka en Israel.

735. Acaz hecho rey por un grupo pro-sirio en Judá.

734. Los ejércitos asirios invaden a los filisteos. Guerra siro-efraimítica tras la retirada de los asirios.

733. La invasión asiría de Siria.

732. Damasco conquistado por los asirios, terminando el gobierno sirio. Peka   reemplazado por Oseas en Samaría.

727. Salmanasar V comienza a gobernar en Asiria.

722. Caída de Samaría. Acceso de Sargón II al trono de Asiria.

716-15. Ezequías comienza a   reinar en judá.   Reforma religiosa. Puri­ficación del Templo.

711. Tropas asirías en Asdod.

709-8. Nacimiento de Manases.

705. Senaquerib comienza a gobernar en Asiria.

702. Bel-Ibni reemplaza a Merodac-baladán en el trono de Babilonia.

702-1. La enfermedad de Ezequías. Amenaza de Senaquerib. Isaías afir­ma la seguridad. La embajada babilónica de Merodac-baladán en el exilio visita Jerusalén.

697-6. Manases hecho corregente.

688. La segunda amenaza de Senaquerib a Ezequías.

687-6. Ezequías muere. Manases gobierna solo.

680. Isaías pudo haber sido martirizado por Manases.

Habla el Antiguo Testamento por Samuel J. Shultz

 
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2. Edad Patriarcal
3. La Emancipación
4. La Religión
5. La Nacionalidad
6. La Ocupación
7. De Transición
8. David y Salomón
9. Reino Dividido
10. La Secesión
11. Los Realistas
12. Revolución
13. Judá y Siria
14. Desvanecimiento
15. Las Naciones
16. Mano de Dios
17. Interpretación
18. Isaías
19. Jeremías
20. Ezequiel
21. Daniel
22. Prosperidad
23. Las Profecías
24. Después
 

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