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Seminario Reina Valera
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2. Patriarcas Mundo Bíblico es el estudio de la historia de la nación de Israel: los patriarcas, el éxodo, la monarquía, el cisma, el exilio y el destierro. El curso comienza con el mundo de Abraham y da énfasis en las naciones que tuvieron influencia sobre el pueblo hebreo: Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y Roma. También se considera la geografía del medio-oriente y las costumbres en los tiempos bíblicos. 2. Los Relatos Patriarcales Juan Manuel Martín-Moreno
“Al principio hubo una única familia que tenía una relación especial con Dios. Con el tiempo esta familia fue fecunda y se multiplicó mucho, y creció hasta llegar a ser el pueblo de Israel. Esta es la primera gran saga de la Biblia, un cuento de sueños de inmigrantes y de promesas divinas que sirve como obertura colorista e inspiradora a la historia subsiguiente de la nación de Israel… El relato bíblico de la vida de los patriarcas es una historia brillante de la familia y de la nación. Su poder emocional deriva del hecho de ser el relato de las profundas luchas humanas de padres, madres, maridos. Mujeres, hijas e hijos. En cierto modo es una historia de familia típica, con todos sus gozos y tristezas, amor y odio, engaño y astucias, hambre y prosperidad. Es también una historia universal y filosófica sobre la relación de Dios con la humanidad, sobre la devoción y la obediencia, sobre el bien y el mal, sobre la fe, la piedad y la inmoralidad. Es la historia de Dios que se escoge una nación, de la promesa eterna que Dios hace de tierra, prosperidad y crecimiento. Desde cualquier punto de vista –histórico, psicológico, espiritual- las narraciones patriarcales son impresionantes logros literarios. ¿Son también anales fidedignos sobre el nacimiento del pueblo de Israel? ¿Hay alguna evidencia de que los patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob –y las matriarcas Sara, Rebeca, Raquel y Lía- existieron?” A. Planteamiento del problema Desde el conocimiento que hemos alcanzado en el capítulo precedente sobre el asentamiento de Israel en Canaán, volvemos ahora la mirada hacia atrás. Este pueblo que se asienta en la tierra tiene unas tradiciones sobre sus orígenes que se remontan más allá del tiempo de su asentamiento. Son tradiciones que hacen alusión a cuando llevaban todavía una vida seminómada, o tradiciones referentes a un tiempo en que habían vivido como esclavos en un país extranjero. Dada la tendencia ya analizada a simplificar, secuenciar y unificar las tradiciones, ambas tradiciones, la patriarcal y la egipcia, aparecen ya sincronizadas en una secuencia que sitúa primero la vida seminómada, y deja para una segunda etapa cronológicamente posterior todo lo referente a la cautividad y el éxodo. Ya hemos visto que estas tradiciones pueden pertenecer a distintos grupos de entre aquellos que llegaron a federarse, por eso no hay por qué tratar de establecer una secuencia cronológica única entre ambas tradiciones. Bien pudiera ser que fueran contemporáneas. Mientras los antepasados de unas tribus estaban en Egipto, los de otras podían estar llevando una vida patriarcal seminomádica en la zona periférica de Canaán, y los de otras haber ya iniciado su proceso de asentamiento, revolución o conquista. Pero nosotros metodológicamente trataremos por separado en éste y en el próximo capítulo ambas tradiciones, las patriarcales y las referentes a Egipto, aunque hayan podido coincidir en el tiempo. Buscaremos primeramente en las tradiciones patriarcales la existencia de un núcleo histórico, si no cierto, sí al menos verosímil o encajable dentro del marco geográfico, social y cultural de Canaán en los siglos previos al asen-tamiento. Como sabemos, las fuentes escritas para estas tradiciones pertenecen a siglos muy posteriores, ya en plena etapa monárquica. La más antigua de ellas, la yahvista, puede remontarse al siglo VIII o VII a.C. La pregunta que nos hacemos es si estas fuentes recogen tradiciones anteriores que traslucen un marco arcaico coherente y verosímil, o más bien se trata de relatos inventados. En caso de carácter ficticio, cabe esperar la continua presencia de anacronismos, inverosimilitudes, tendenciosidad, apologética, profecías post eventum, y en general todo lo que es típico de los relatos inventados que pretenden reflejar acontecimientos situados ficticiamente en siglos anteriores. El hecho de que no encontremos otras fuentes escritas de la supuesta época en que sucedieron los relatos, nos priva de una posible prueba para confirmar su historicidad, pero esta ausencia de fuentes tampoco puede ser interpretada como evidencia en contra. La ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia. Los patriarcas fueron personas insignificantes en su medio histórico, y no es de esperar a priori que sus nombres o sus aventuras quedasen registradas en los archivos o crónicas de aquella época. El argumento que han presentado autores como Bright, defensores de un núcleo histórico en esas tradiciones, ha sido la adecuación entre el medio que se refleja en los relatos patriarcales, y el medio histórico que conocemos por otras fuentes literarias o arqueológicas de la época. Para determinar cuál era este medio de Canaán en la época preasentamiento se han venido utilizando los descubrimientos de Mari, Nuzi y Ras Shamra. Pero la dificultad básica es datar la época de los patriarcas, porque ninguno de los períodos que se han sugerido parece ser convincente. Albright los situaba en el contexto de las migraciones de los pueblos amorreos al principio del segundo milenio a.C. De Vaux hablaba del Bronce Medio, en los siglos XVIII-XV. Mazar los colocaba ya en plena edad del Hierro, en el siglo XII. En esta última hipótesis los patriarcas serían contemporáneos de la época de la conquista y de los jueces, con lo cual se haría imposible una secuencia cronológica Patriarcas-Egipto-Éxodo-Asentamiento. Según Bright y los partidarios de su escuela, las historias patriarcales tienen un aire de verosimilitud. Su medio de vida refleja mucho más el de las circunstancias de Canaán en la época del Bronce Medio o Reciente, que el de la edad del Hierro de la monarquía, cuando los relatos bíblicos se escribieron. Además ese medio concuerda mejor con el de la Mesopotamia noroccidental, de donde se supone que venían los patriarcas, que con las condiciones de vida del país de Canaán, en donde se asentaron las tribus. Estas semejanzas con culturas no cananeas serían una prueba más de al antigüedad de estas tradiciones que serían anteriores al asentamiento en Canaán. Ese es el núcleo de la disputa: “¿El medio de las tradiciones patriarcales refleja el existente en la edad del Bronce, o más bien refleja un medio mucho más tardío de la edad del Hierro? Según sea la respuesta que demos a esta pregunta concluiremos si esos relatos conservan recuerdos históricos auténticos o han sido forjados en una época posterior. B. Razones a favor de un contexto del Bronce Veamos algunas de las costumbres patriarcales que encajan mejor en el segundo milenio que en el primero, y que tienen además un trasfondo no cananeo, sino de la alta Mesopotamia, de donde se afirma que venían los patriarcas. 1.- Los nombres de los patriarcas son corrientes entre los amorritas de los siglos XVIII y XVII. El nombre de Jacob aparece en un texto de Mesopotamia, el de Abrahán en un texto babilónico del s. XVI, Nahor es el nombre de una ciudad cercana a Harrán. Benjamín es conocido en Mari como nombre de una tribu. Leví e Ismael se encuentran en Mari. 2.- Un texto de Nuzi, capital de Mitani, señala que las mujeres estériles podían dar una esclava a su marido, como hizo Sara con Agar. El temor de Abrahán de que su esclavo Eliezer pudiese llegar a ser heredero (Gn 15,1-4) se explica a la luz de costumbres de Mari. Los matrimonios sin hijos podían adoptar a un esclavo. Pero si después nacía un hijo, el esclavo perdía los derechos a la herencia. La compra de la cueva de Macpela (Gn 23) presenta paralelos con el derecho hitita, según el cual no se podía comprar una cueva sin comprar también el campo y contar los árboles. La triple historia de patriarcas haciendo pasar su mujer como si fuese su hermana (Gn 12,13-20; 20,1-18; 28,1-11) puede tener su paralelo en una costumbre hurrita de que el marido adopte a su mujer como hermana para enaltecer su status y su seguridad 3.- Asimismo las leyendas del Génesis sobre la creación, diluvio, torre de Babel, encuentran muchos más paralelos en la literatura mesopotámica que en la cananea, y muestran que proceden de un tiempo previo al asentamiento en Canaán, cuando los patriarcas habían estado sometidos a ese medio cultural mesopotámico. 4.- El estilo de vida patriarcal suena muy auténtico. Según Bright, "los patriarcas se nos presentan como seminómadas, que viven en tiendas, vagando de una parte a otra en los bordes de Palestina, en busca de pastos estacionales para sus rebaños, y ocasionalmente viajando a Mesopotamia o Egipto. No eran verdaderos beduinos… No se asentaban en ciudades (excepto Lot), no practicaban la agricultura, salvo quizás de una forma limitada… En otras palabras, los patriarcas son descritos no como nómadas de camellos, sino como nómadas de asnos, que limitaban sus desplazamientos a la tierra asentada y sus bordes..." Esto encajaría en el medio del segundo milenio. Además este tipo de desplazamientos es verosímil en el Canaán del Bronce Medio. Posteriormente en el Bronce Reciente, tras los enfrentamientos de hititas y Mitani con Egipto ya no serían fáciles estos desplazamientos. Las ciudades mencionadas en los relatos patriarcales existían ya en el Bronce Medio. A lo largo de los relatos no hay huella de presencia egipcia en Canaán, cosa que no podría darse en el Bronce Reciente, donde los egipcios dominaban y tenían gobernadores en las principales ciudades cananeas. Los patriarcas nos son descritos como trashumantes en la montaña y en la Transjordania, zona que nos consta que en aquella época estaba muy escasamente poblada. 5. Si identificamos a los hebreos con los hapiru de los textos egipcios del Bronce Medio y Nuevo, tendríamos otro dato más para postular una fecha antigua para los relatos patriarcales. Efectivamente, el nombre "hebreo" sólo se aplica a los israelitas, no cuando nos hablan de sí mismos, sino cuando nos hablan de sus relaciones con los extranjeros (Gn 39,14.17; Ex 2,6; 1S 4,6.9; Gn 40,15; Ex 3,18; 5,3). Este parece ser el nombre que los extranjeros les daban. Los patriarcas podrían ser contados entre esos pueblos semíticos sin ciudadanía, que no reflejan una etnia concreta, sino una situación de marginalidad social. 6. Una de las razones más poderosas para postular que estas tradiciones no han sido inventadas en la época monárquica, es que se trata de tradiciones de "antepasados". Y como dice A. de Pury, sería inverosímil que los "antepasados" sólo hubieran sido dibujados varios siglos después de la constitución histórica del pueblo. 7. La religión de los patriarcas es netamente diversa de la religión mosaica, y es descrita como el culto a manifestaciones de El, que era típica del Bronce Reciente en Canaán. Si como arguyen los críticos, las fuentes escritas retropoyectaron a los patriarcas costumbres contemporáneas de las mismas fuentes, ¿por qué hicieron lo mismo con la religión, retroproyectando a los patriarcas los rasgos de la religión mosaica? El que no hayan hecho una retroproyección en el caso religioso nos lleva a suponer que tampoco lo han hecho en los otros casos. 8. ¿Por qué en una época de hostilidad intensa con los arameos, habrían inventado una buenas relaciones entre Jacob y Labán el arameo, presentándoles como parientes muy próximos? C. Razones en contra de un contexto del Bronce Con todo, a partir de las obras de Thompson y Van Seters, estos 8 argumentos a favor de la antigüedad de las tradiciones han sido fuertemente puestos en discusión y rechazados uno por uno. 1) El argumento de las semejanzas con documentos de Nuzi y Mari se ve muy forzado, y no parece que las semejanzas sean tan grandes. Además estos documentos no pertenecen a una época concreta, sino que se extienden durante muchos siglos desde el XX al XII, por lo cual no ayudan a fijar un marco concreto. 2) Algunos de los lugares de culto relacionados con los relatos patriarcales no existieron antes de la época de los Jueces. Beersheva, por ejemplo, no tiene indicios de habitación antes del s. XI. 3) Los relatos tienen grandes anacronismos si pretendemos situarlos antes del s. XII. Es anacrónica la mención a los filisteos en Gn 26,1; o la mención a los camellos en Gn 24,10 (El camello no fue domesticado hasta el XII), o la mención a Dan que sólo recibió este nombre mucho después, o a Guerar, o a los edomitas (Gn 36). Estos anacronismos quedarían inmediatamente resueltos si situáramos a Abrahán en una época posterior al XII. Las relaciones de patriarcas con cananeos y filisteos son muy parecidas a las que de hecho mantenían las tribus con sus vecinos en los años del asentamiento. (Ver parecido entre Gn 34 -Leví y Simeón- y Jc 9 -revolución de siquemitas). 4) Muchos elementos de los relatos pueden ser leídos desde la problemática de la época monárquica, como una justificación en la vida de los antepasados de práctica monárquicas que necesitaban ser legitimadas (Conquista de los filisteos por David y relaciones de Isaac con Abimelej; relaciones de Abrahán con moabitas y edomitas y relaciones de éstos mismos con David; superioridad de David sobre edomitas y superioridad de Jacob sobre Esaú; manejos de Betsabé para conseguir el trono para su hijo Salomón y manejos de Rebeca para conseguir la primogenitura para Jacob...). D. ¿Un contexto de la época final de la monarquía? Nos referiremos más adelante a las nuevas hipótesis que hemos dado en llamar minimalistas, según las cuales la época de fijación por escrito de los textos bíblicos tiene lugar al final de la monarquía, en el reinado de Josías (cf. p. 47). Estos autores subrayan que las sagas patriarcales pretenden justificar la primacía que Judá había obtenido en la época de Josías, y su proyecto de constituirse en el legítimo heredero del pueblo de las Doce Tribus. Este proyecto político e ideológico habría contribuido a prestigiar la figura de Abrahán, el patriarca del Sur, frente a la de Jacob, el patriarca del Norte. Las narraciones del Génesis nos presentan a Abrahán en Salem, la futura Jerusalén, en Hebrón donde está su tumba, en Beersheva. Las sagas patriarcales componen un cuadro genealógico de los epónimos de las diversas tribus, de manera que todas desciendan de un único antepasado, el patriarca de Judá, fortaleciendo así el programa de Josías de hacer de Judá el eje en torno al cual pivota toda la nación israelita. Sin embargo las tradiciones no desdeñan del todo el papel de los patriarcas del norte, una vez que ya han sido encajados dentro de un relato unificado que prima el papel de Abrahán. Así por ejemplo, se nos dice que el propio Abrahán también había estado en Siquén y Betel, donde construyó altares. El reino de Judá se siente también heredero de Jacob-Israel, el patriarca del Norte. Este contexto tardío explicaría muchos de los detalles de las historias patriarcales que sólo encajan en la época del final de la monarquía (siglo VII). Sólo entonces Edom es un rival de Israel, rivalidad que es el ambiente de los ciclos sobre Esaú (Edom) y Jacob. Sólo entonces hay un intento por parte de Judá de recuperar los territorios de las tribus del Norte que habían sido conquistados por Asiria. Este sería el marco de la épica de la conquista proyectada hacia el pasado distante de Josué. Los minimalistas no pretenden decir que las sagas del Génesis hayan sido creadas ab ovo en la época de Josías, pero sí afirman que sólo entonces fueron puestas por escrito, y que la problemática del siglo VII y los intereses apologéticos del programa de Josías influyeron decisivamente en su redacción. E. Conclusiones Como vemos, aunque hay fuertes razones que muestran que los relatos patriarcales encajan en un medio antiguo, y eso les da verosimilitud histórica, sin embargo estos argumentos no son conclusivos, y además tienen que hacer frente a otros argumentos en contra que subrayan algunos paralelismos con los relatos y las circunstancias de vida de la época monárquica. Además, aunque estableciéramos una adecuación cronológica o una verosimilitud, no habríamos probado todavía que no se trate de relatos de ficción. Lo más que habríamos probado es que la ficción no tuvo lugar en la época monárquica, sino en épocas anteriores. Por otra parte la significación que los patriarcas tienen para la vida religiosa no depende de su historicidad, sino más bien de su valor expresivo a la hora de reflejar las relaciones del hombre con Dios en la vida de estos hombres ejemplares. El valor religioso de estos relatos no depende de que sean historias o parábolas, como tampoco el valor religioso de la parábola del hijo pródigo depende de que sea un hecho real o un mero cuento. Suponiendo que llegásemos a encontrar un núcleo histórico detrás de Abrahán o de Jacob, lo que verdaderamente nos interesa de sus vidas no es el núcleo histórico mínimo, que dejaría ya de tener interés religioso, sino precisamente el personaje tal como aparece en el relato, con todas sus circunstancias, con todas sus relaciones, en la misma secuencia cronológica del relato. No es el posible substrato de un Abrahán histórico existente o de un Jacob histórico el que nos interesa como creyentes, sino el Abrahán y el Jacob de los relatos, en cuanto ejemplifican la manera de relacionarse el hombre con Dios, y la manera de relacionarse Dios con el hombre. Y este valor religioso de estos personajes para iluminar nuestras vidas es independiente del hecho de que existieran o no. Prefiero el Abrahán del relato con toda su carga espiritual, que el substrato histórico de un Abrahán, del que se puedan decir pocas cosas con certeza, salvo que existió. Martín-Moreno González, Juan Manuel, Historia de Israel, Universidad Comillas de Madrid, http://www.upcomillas.es/personal/jmmoreno/cursos/index.htm, Usado con permiso.
1. Dan (Lais) Jeroboam mandó construir un
becerro de oro para que el reino del norte lo adorara (1 Rey.
12:26–33). Dan era el límite norte del antiguo Israel.
2. Monte Carmelo Elías el profeta desafió
a los sacerdotes de Baal e hizo descender lluvia del cielo (1 Rey.
18:17–40).
3. Meguido Un lugar de muchas batallas (Jue.
4:13–16; 5:19; 2 Cró. 35:20–23; 2 Rey. 23:29). Salomón
decretó una leva para edificar Meguido (1 Rey. 9:15). El rey Josías,
rey de Judá, resultó mortalmente herido en una batalla contra el
faraón Necao, de Egipto (2 Rey. 23:29–30). En el tiempo de la
Segunda Venida del Señor, tendrá lugar un gran conflicto final
en el valle de Jezreel, que será parte de la batalla de Armagedón
(Joel 3:14; Apoc. 16:16; 19:11–21). El nombre Armagedón
es una transliteración griega del hebreo Har Megiddon, que
significa montaña de Meguido.
4. Jezreel Nombre de una ciudad situada en
el valle del mismo nombre, el más grande y más fértil de
Israel. Los reyes del reino del norte construyeron un palacio allí
(2 Sam. 2:8–9; 1 Rey. 21:1–2). La inicua reina Jezabel vivió
y murió en este sitio (1 Rey. 21; 2 Rey. 9:30).
5. Bet-sán Israel enfrentó a los cananeos
en este lugar (Josué 17:12–16). En el muro de este fuerte se
colgó el cuerpo de Saúl (1 Sam. 31:10–13).
6. Dotán José fue vendido como esclavo por
sus hermanos (Gén. 37:17, 28; 45:4). Eliseo tuvo una visión de
la montaña llena de gente a caballo y de carros de fuego (2 Rey.
6:12–17).
7. Samaria Capital del reino del norte (1
Rey. 16:24–29). El rey Acab construyó un templo a Baal (1 Rey.
16:32–33). Elías el profeta y Eliseo ministraron allí (1 Rey.
18:2; 2 Rey. 6:19–20). Los asirios la conquistaron en el año
721 a.C., y llevaron cautivos a las diez tribus (2 Rey.
18:9–10).
8. Siquem Abraham edificó un altar allí (Gén.
12:6–7). Jacob vivió cerca de allí. Simeón y Leví mataron a
todos los varones de esta ciudad (Gén. 34:25). En Siquem, Josué
arengó al pueblo a que escogiera servir a Dios (Josué 24:15).
Jeroboam estableció allí la primera capital del reino del norte
(1 Rey. 12).
9. Monte Ebal y monte Gerizim Josué dividió
Israel en estos dos montes: las bendiciones de la ley se
proclamaron en el monte Gerizim, mientras que las maldiciones se
pronunciaron en el monte Ebal (Josué 8:33). Más tarde, los
samaritanos construyeron un templo en Gerizim (2 Rey. 17:32–33).
10. Penuel (Peniel) Allí luchó Jacob toda
la noche con un mensajero del Señor (Gén. 32:24–32). Gedeón
derribó una torre madianita (Jue. 8:5, 8–9).
11. Jope Jonás se embarcó allí para
dirigirse a Tarsis y huir de su misión a Nínive (Jonás
1:1–3).
12. Silo Durante el tiempo de los jueces,
era la capital de Israel y el tabernáculo se hallaba allí (1
Sam. 4:3–4).
13. Betel (Luz) Allí fue donde Abraham se
separó de Lot (Gén. 13:1–11) y tuvo una visión (Gén. 13; Abr.
2:19–20). Jacob tuvo la visión de una escalera que llegaba
al cielo (Gén. 28:10–22). El tabernáculo estuvo allí durante
un tiempo (Jue. 20:26–28). Jeroboam mandó construir un becerro
de oro para que el reino del norte lo adorara (1 Rey. 12:26–33).
14. Gabaón Los heveos de este lugar engañaron
a Josué para concertar un tratado (Josué 9). El sol se detuvo
mientras Josué ganaba una batalla (Josué 10:2–13). También
fue ése un lugar provisional para el tabernáculo (1 Cró.
16:39).
15. Gaza, Asdod, Ascalón, Ecrón y Gat (las
cinco ciudades filisteas) Los filisteos guerreaban con Israel
muy seguido desde estas ciudades.
16. Belén Raquel quedó enterrada cerca de
allí (Gén. 35:19). Rut y Booz vivieron en este lugar (Rut
1:1–2; 2:1, 4). Se le llamó la ciudad de David (Lucas 2:4).
17. Hebrón Abraham (Gén. 13:18), Isaac,
Jacob (Gén. 35:27), David (2 Sam. 2:1–4) y Absalón (2 Sam.
15:10) vivieron allí. Fue la primera capital de Judá durante el
reinado de David (2 Sam. 2:11). Se cree que Abraham, Sara, Isaac,
Rebeca, Jacob y Lea fueron enterrados en la cueva de Macpela (Gén.
23:17–20; 49:31, 33).
18. En-gadi David se escondió allí de Saúl
y le perdonó la vida (1 Sam. 23:29; 24:1–22).
19. Gerar Abraham e Isaac vivieron allí
durante un tiempo (Gén. 20–22, 26).
20. Beerseba Abraham cavó un pozo en este
sitio e hizo convenio con Abimelec (Gén. 21:31). Isaac vio al Señor
(Gén. 26:17, 23–24) y Jacob vivió allí (Gén. 35:10; 46:1).
21. Sodoma y Gomorra Lot decidió vivir en
Sodoma (Gén. 13:11–12; 14:12). Dios destruyó ambas ciudades
por motivo de su iniquidad (Gén. 19:24–26). Posteriormente, Jesús
empleó estas ciudades como símbolos de maldad (Mateo 10:15).
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