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1. Asentamiento Mundo Bíblico es el estudio de la historia de la nación de Israel: los patriarcas, el éxodo, la monarquía, el cisma, el exilio y el destierro. El curso comienza con el mundo de Abraham y da énfasis en las naciones que tuvieron influencia sobre el pueblo hebreo: Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y Roma. También se considera la geografía del medio-oriente y las costumbres en los tiempos bíblicos. Introducción a la Historia de Israel Juan Manuel Martín-Moreno
Eje de Coordenadas
Para almacenar información necesitamos un eje de coordenadas. Es
lo que hacemos en las estanterías. Si los libros están tirados por el
suelo no hay manera de encontrar nada. Podemos estar bombardeados por
continuos datos, pero si no tenemos una red, pasan de largo y no
retenemos nada. Es como un flujo de agua que pasa con abundancia de
peces, pero si no hay una red para retenerlos pasan de largo.
Nuestro eje de coordenadas frente al flujo
de información es la respuesta a dos preguntas básicas: dónde y cuándo
sucedió el hecho. Esto nos permitirá poner en relación unos hechos con
otros, y retener no hechos sueltos, sino constelaciones de hechos. El
dónde y el cuándo son la geografía y la cronología. Necesitamos mapas
y necesitamos marcos cronológicos para situar en ellos nuestros datos,
de modo que empiecen a relacionarse unos con otros según su proximidad.
Nombre del País
¿Israel, Palestina, Tierra Santa? Llamarlo
de una u otra manera es ya hacer una decisión política. En el tiempo
del Nuevo Testamento, se llamaba Judea desde el punto de vista
administrativo romano, pero desde el punto de vista espiritual Erets
Israel: Mt 2:20-21. “Ve a la tierra de Israel porque ya han muerto
los que buscaban la vida del niño. Entonces José se despertó tomó al
niño y a su madre y se fue la tierra de Israel”.
Adriano destruyó la ciudad de Jerusalén
y construyó una nueva ciudad pagana clásica, Aelia Capitolina, y
prohibió a los judíos que entraran en ella (Eusebio HE IV 6 3). Cambió
también el nombre de la provincia que de llamarse Judea pasó a
llamarse Palestina. Éste era el nombre usado ya por Herodoto para
distinguir la Siria sur, que incluía Judea, Fenicia y Celesiria. La
palabra Palestina deriva de los Pelishtim, o filisteos, los grandes
enemigos de Israel en el tiempo del asentamiento. En el siglo segundo
constituyó una provincia separada, pero más tarde fue dividida en tres
provincias, la Palestina primera, segunda y tercia.
Revelación
Hay una cita de Simeón Ben Yohay. “El
Santo, bendito sea, consideró todas las generaciones, y no encontró
una generación más digna de recibir la Torah que la generación del
tiempo del desierto. El Santo, bendito sea, consideró todas las
montañas y no encontró otra montaña en la que proclamar la Torah que
el monte Sinaí. El Santo, bendito sea, consideró todas las ciudades y
no encontró otra sobre la que construir el templo que la ciudad de
Jerusalén. El Santo, bendito sea, consideró todas las tierras y no
encontró otra tierra más apropiada para su pueblo que la Tierra de
Israel” (Lev. Rabbah 13,2).
La opción divina de esta tierra estuvo
muy bien pensada. ¿Cuáles pudieron haber sido sus razones para
elegirla? Es difícil entrar en el consejo divino. ¿Quién pudo haber
aconsejado al Espíritu de YHWH, qué consejero pudo haberle asesorado?
¿A quién iba a consultar para que le ilustrase para acertar con el
mejor método (Is 40:13-14). Pero nos vamos a atrever a entrar en este
consejo divino. Podríamos mencionar algunas razones de la aptitud de
esta tierra como lugar de revelación. La geografía es una de las
infraestructuras que condicionan la superestructura de la historia.
Nuestra cultura particular es hija de condiciones materiales, clima,
relaciones laborales. La historia está moldead por la geografía
La
Centralidad: Cruce de océanos, de continentes, de carreteras.
Dios escogió como lugar de su revelación un punto muy céntrico
El Agua. Región fértil rodeada de
desiertos. La distribución de agua alternante entre sequías
inundaciones. La escasez del agua y la dependencia de las lluvias. El
tema de la sed como expresivo de la sed de Dios en el hombre, que es
tierra reseca agostada sin agua. La dependencia de Dios que otorga o
retira el agua.
La Luz:. Dicen que Jerusalén es el
punto terrestre que recibe mayor cantidad de luz durante el año,
medida en la unidad del lumen. Si tenemos en cuenta la calidad
reflectante de la piedra blanca de Jerusalén, la ciudad se convierte
en un punto de luz cegadora y deslumbrante
La Escritura: No es casualidad que
la tierra de la revelación sea la misma tierra donde se acababa de
inventar la escritura alfabética.
La Pobreza: Es curioso que Israel
sea una tierra pequeña y pobre, de desarrollos culturales muy modestos,
comparada con sus grandes vecinos. En la elección de esta tierra hay
ya una constante de los criterios de Dios en la religión bíblica. 1. Asentamiento Vamos a comenzar nuestro estudio sobre la historia de Israel por el momento del asentamiento de las tribus israelitas en la montaña palestina a los comienzos de la Edad del Hierro. Es sólo en esta época cuando tenemos datos extrabíblicos fiables que pueden guiar nuestro estudio. Una vez que hayamos visto cómo se ha asentado este pueblo en Canaán, y cómo se ha constituido en un estado, estudiaremos en un flash back los recuerdos y tradiciones que guarda el pueblo de Israel sobre sus orígenes, tal como nos han sido transmitidas en las fuentes bíblicas. Dichas fuentes bíblicas sobre los orígenes de Israel tienen que ser utilizadas con extremo cuidado por el historiador, debido a las dificultades metodológicas que pasamos a reseñar: A. Dificultades metodológicos El estudio histórico de los orígenes de Israel tiene unas serias dificultades metodológicas, entre ellas la ausencia de otras fuentes extrabíblicas con las que cotejar los datos bíblicos. La única fuente extrabíblica para todo el período del Hierro I, (el tiempo de los Jueces (siglos XIII al XI) es la estela del faraón Mernephta (1.230 a.C.). Dicha estela nos narra sus campañas en Canaán en las que tuvo que enfrentarse con Israel, entre otros pueblos locales. Otro importante capítulo de dificultades está en la armonización de los datos bíblicos con lo que sabemos por la arqueología o por los documentos contemporáneos. Como veremos, no siempre la arqueología confirma los detalles de la Biblia, sino que en algunos casos nos da una descripción de los hechos irreconciliable con los datos bíblicos. Por otra parte las narraciones bíblicas revelan un concepto de historia muy distinto del que nosotros tenemos, lo cual nos invita ya de entrada a no tomarlos en un sentido estrictamente histórico, conforme a los cánones modernos de la historia. Las dificultades históricas para aceptar los datos bíblicos nacen de las siguientes causas: 1.- Distancia entre los hechos narrados y la composición de los libros bíblicos o de sus fuentes. En ocasiones puede tratarse de cientos de años, lo cual debilita mucho su valor histórico, aunque no lo anule por completo. 2.- Los esquematismos del relato bíblico nos hacen ver por parte de sus autores un deseo de ideologizar la historia al servicio de determinadas finalidades - Idealización de los orígenes como edad de oro que se ha ido degradando. Edades humanas cada vez más cortas. Múltiplos de 40. 26 años de generaciones entre la creación y el éxodo. - Conducción divina de los asuntos humanos. Despliegue de poder sobrenatural en continua ruptura con las mediaciones naturales. - Presentación de árboles genealógicos de personajes, epónimos de las tribus ya constituidas que no pueden descender de unas personas situadas tan próximamente en el tiempo. Estructuras genealógicas artificiosas en torno al número 12. - Finalidad moralizante que lleva a juzgar y presentar a las distintas personas y sucesos sólo desde el punto de vista de su mayor o menor fidelidad a la ideología imperante. El libro de los Jueces, por ejemplo, hace desde el principio una declaración de intenciones sobre la moraleja que quiere ofrecer en todas sus narraciones (Jc 2,11-23; 3,7-17). - Presentan el tiempo de los patriarcas y de Josué como normativo y para ello proyectan a esta época remota la existencia de las 12 tribus monoteístas, la legislación anticipada de Moisés. Israel aparece ya plenamente asentado en la época de Josué. Se proyectan a esa época los límites de las tribus. Israel ideada e ideal… 3.- Anacronismos: Presentar camellos en una época en que el camello aún no estaba domesticado. Hablar de los filisteos, como el rey Abimelej, antes de su asentamiento en Canaán. Referirse en los relatos patriarcales a ciudades como Berseba o Guerar que nos consta que no existían antes del siglo XII. Hablar en la historia de José de caravanas de bálsamo y mirra que son productos que sólo serán comercializados mucho después, en época asiria… 4.- Improbabilidades generales: Jacob tenía 70 años cuando fue a Labán buscando una mujer. 600.000 hebreos salieron de Egipto. Junto con sus acompañantes formaría una masa de más de 2 millones lo que supone una logística imposible. 5.- Contradicciones: Una misma ciudad como Hebrón, se supone conquistada por diferentes personas: Josué, los calebitas, Judá… Un patriarca hace pasar a su esposa por hermana en tres ocasiones distintas (Abrahán dos veces y una Isaac. (Gn 12,10; 20; 26). Dos veces se nos habla de un juez tiene dos hijos perversos (Elí y Samuel. Elí (Jofni y Pinjás: 1 Sm 2,12) y Samuel (Joel y Abías: 1Sm 8,1-2). 6.- Conflictos con los datos de la arqueología: Algunas de las ciudades que fueron destruidas por Josué según el relato bíblico (Jericó, Ai…) no estaban amuralladas en aquella época y deberían ser grandes entonces montones de ruinas. Los arqueólogos han desenterrado muchos de los tells de ruinas de ciudades bíblicas de esta época y no siempre han confirmado la evidencia de una conquista y una destrucción. B. El cataclismo del final de la Edad de Bronce (s. XIII - XII a. C.) Tanto las fuentes bíblicas como las arqueológicas coinciden en fechar la instalación de los israelitas en la montaña palestina en los finales de la Edad del Bronce y comienzos de la Edad del Hierro, es decir, a caballo entre el siglo XIII y el siglo XII a.C. Como veremos, la gran diferencia está en el modo cómo la Biblia y la arqueología reseñan el modo de este asentamiento Antes de acometer este estudio, quisiera exponer muy brevemente lo que está sucediendo en el Oriente Medio en este momento histórico del paso del Bronce al Hierro, que supone una tremenda conmoción como raramente se ha dado en otros momentos históricos. En el siglo XIII, al final de la Edad del Bronce, el Medio Oriente está dividido en dos grandes áreas de influencia, los egipcios en el sur, y los hititas en el norte. Al sur está el imperio egipcio de la dinastía XIX, dominado por el larguísimo reinado del faraón Ramsés II. Es una de las épocas de mayor esplendor de Egipto, como lo testimonian los numerosos monumentos y templos de Abu Simbel, de Karnak y Luxor. En esta época Egipto controla el país de Canaán y los reyezuelos de las ciudades estado cananeas son todos vasallos del faraón. Al norte está el imperio hitita con capital en Hattusas, cerca de la moderna Ankara. Ambos imperios tienen su borde en Siria, que se convierte en la zona de fricción. La tensión llega al máxima en la batalla de Qadés en 1286 a.C, en la cual se enfrentan Ramsés II y el rey hitita Muwatallis. Hemos encontrado relatos de dicha batalla tanto en las cancillerías egipcia como hitita, y cada uno de ellos clama victoria. Probablemente la batalla acabó en tablas, y ninguno de los dos grandes imperios pudo imponerse al vecino. Reconocimiento de este equilibro de fuerzas es el tratado de paz que se firma subsiguientemente a la batalla entre Ramsés II y el nuevo soberano hitita, Hattusilis III. En el Mediterráneo existe un tercer poder, el de Micenas, habitado por un pueblo de estirpe y lengua griega que va a controlar el comercio en el Mediterráneo oriental. Hay en este siglo XIII todo un Mercado común de productos que vive en paz y prosperidad, hasta que este mundo se ve bruscamente sacudido por una crisis que lo sacudirá hasta el punto de dejarlo irreconocible. Tanto Micenas como el imperio hitita sucumben dejando tras ellos sólo montones de ruinas. Aunque Egipto logra sobrevivir a la crisis, queda muy debilitado hasta el punto de que la dinastía XX de Ramsés III ya no será capaz de mantener su dominio sobre el país de Canaán. Esta crisis que pone fin a la Edad de Bronce está relacionada también con todo el ciclo de tradiciones sobre la guerra de Troya. La causa de este cataclismo suele adscribirse a la llegada de los “Pueblos del Mar”, que nos son conocidos por las inscripciones de Ramsés III en Medinet Habu, donde aparecen con sus cascos con cuernos y extraños tocados de plumas. La mayor parte de los investigadores piensan que estos pueblos vienen de las islas del Egeo y son pueblos indoeuropeos de lengua afín al griego. Entre los distintos Pueblos del Mar tenemos a los filisteos, los teucros y los sardos. Al fracasar en su intento de invadir Egipto se asentaron en la costa palestina, desde el sur –filisteos- hasta el norte –teucros. Podemos decir que esta llegada de los pueblos del Mar coincide con el momento en que los israelitas se están asentando en lo alto de la montaña de Efraín y de Judá. ¿Qué pudo mover a estos pueblos a desplazarse y destruir el equilibro de los grandes imperios del Bronce reciente? Algunos piensan que el origen de estas migraciones está en un cambio de clima que perjudicó la agricultura mediterránea trayendo consigo tremendas secuelas de hambre. Otros creen que fue una crisis económica debida al hecho de que las culturas orientales se habían hecho demasiado especializadas para sobrevivir a las tensiones económicas y sociales. En este caso la migración de los pueblos del Mar no habría sido tanto la causa del derrumbe de los imperios, cuanto su efecto. Las grandes ciudades cananeas del Bronce reciente tienen casi todas niveles de destrucción en esta época, las ciudades de la costa sur son incendiadas y reocupadas por una nueva cultura. Jasor en el norte y Afeq en el centro arden en espantosos incendios. Sin embargo hay que señalar que la destrucción de este mundo cananeo no fue puntual, sino que se extendió a lo largo de un proceso de decenas de años que va desde la destrucción de Jasor a finales del XIII, hasta las de Lakish y Megido hacia mediados del XII. Este es el mundo en el que los israelitas van a hacer su aparición en la historia del Medio Oriente. Como resultado de la ruina de los grandes imperios se creará en todo el Creciente Fértil una situación de “vacío de poder” que se va a prolongar cuatrocientos años hasta la constitución del imperio asirio. Es precisamente durante estos cuatrocientos años, en los que no hay ningún gran imperio en el horizonte, cuando se va a desarrollar la historia independiente de Israel, primero como federación de tribus en la época de los jueces, y después como estado monárquico en el Hierro II. A partir del siglo VIII se termina esta larga temporada de “vacío de poder” y ya no habrá lugar ninguno en la zona para pequeños estados independientes, porque vuelve la época de los grandes imperios que se irán sucediendo en la zona: asirios, babilonios, persas, griegos y romanos. Israel no volverá a gozar nunca de independencia salvo en el pequeño lapso del reino inaugurado por los Macabeos, entre mediados del siglo II y mediados del siglo I a.C. C. La conquista del país de Canaán Como ya dijimos, nosotros comenzaremos el estudio de la historia de Israel no al principio, sino en el momento en que se forma el primer Estado, por más rudimentario que haya sido. Comenzamos con el establecimiento de las tribus en Canaán, y su sistema político tribal, que fue el fue primer tipo de unidad política alcanzada. Desde este punto volveremos nuestra mirada hacia atrás, a los antecedentes de las tribus y sus recuerdos históricos tradicionales. 1.- El relato del libro de Josué Hicieron falta muchas generaciones, probablemente doscientos años, para que los israelitas llegaran a formar un estado en el país de Canaán. En realidad será sólo más tarde, en la época de la monarquía cuando lleguen a controlar el país. El libro de Josué forma parte junto con Jueces, Samuel y Reyes de lo que la Biblia hebrea llama Profetas anteriores, y la exégesis moderna “Historia deuteronomista”. Esta gran compilación de fuentes fue realizada después del exilio a la luz de la teología y espiritualidad de la escuela deuteronomista. Se trata de una historia sagrada que juzga todos los acontecimientos históricos a la luz de su mayor o menor adecuación con la Ley de Dios y sus designios divinos. Aunque recoge muchos datos antiguos, el marco del macrorrelato es artificioso, y manipula los hechos para ajustarlos a la ideología predominante. Hay por ejemplo una clara intención de proyectar estructuras modernas a las épocas antiguas, como si estas estructuras hubiesen existido ya desde el principio. Presenta el tiempo de los patriarcas y de Josué como normativo para el Israel de todos los tiempos, una Israel ideada e ideal. A la luz de este resultado final, se forma el relato de la conquista israelita. Según el libro de Josué, esta conquista habría sido llevada a cabo por el conjunto de las tribus, a partir del territorio de Moab, después del paso del Jordán y la toma de Jericó. La conquista se habría hecho en dos etapas. Después de una gran batalla en la región de Gabaón se apoderaron del sur, y después de otra gran batalla junto a las aguas de Merom, se apoderaron del Norte, y procedieron al reparto del país entre las tribus. Los sucesos se presentan de una forma tan esquemática, y tan recortada que no nos es posible averiguar qué es lo que sucedió en realidad. Al mismo tiempo hay duplicados de algunas acciones guerreras de Josué y sus conquistas de ciudades y territorios. En el libro de los Jueces esos mismos episodios se atribuyen a otras personas de un tiempo posterior, lo cual nos deja en duda sobre la naturaleza histórica del libro de Josué. 2.- El relato del libro de los Jueces Junto con el libro de Josué encontramos en el AT otra presentación de la conquista en el libro de los Jueces. Se trata de una presentación muy resumida y fragmentaria. Aquí no se trata de una marcha hacia adelante marcada únicamente por el éxito, sino por el contrario una marcha laboriosa con muchos fracasos. A lo largo del capítulo 1 hay un refrán que se repite continuamente: "No pudieron expulsar a los habitantes” (Jc 1,19 .21.27). Según este capítulo no hubo una conquista relámpago. Los israelitas se apoderaron de zonas que no estaban todavía ocupadas. Las tribus avanzaron no agrupadas, sino aisladas y a partir de lugares distintos. Parece darse una convivencia más pacífica con las grandes ciudades cananeas. Los conflictos son más bien ocasionales. Los israelitas habitan en las montañas, que hasta entonces habían estado despobladas, y los cananeos más bien en la llanura. La tribu de Judá aparece separada físicamente de las tribus del norte por un cerrojo de ciudades cananeas interpuestas, entre las que destaca Jebus o Jerusalén. Algunos de los episodios que se atribuían a Josué en el libro que lleva su nombre, se encuentran duplicados en el libro de los Jueces, atribuidos a una época posterior. Así por ejemplo, la conquista de Hebrón que en el libro de Josué se atribuía al propio Josué (Jos 11,36), en el libro de los Jueces se atribuye a los hijos de Judá y Simeón después de haber muerto Josué, y últimamente a Israel (Jc 1,10). Esto nos hace barruntar que quizás hechos posteriores hayan sido proyectados a la época de Josué, como si todas las conquistas que se fueron dando en el espacio de doscientos años hubiesen tenido todas lugar en unas campañas fulgurantes situadas al principio del asentamiento. 3.- Modernas teorías sobre el asentamiento Este pluralismo de enfoques que se detecta ya en la misma Biblia ha inspirado a los historiadores modernos distintas visiones a la hora de explicar cómo tuvo lugar el asentamiento de los israelitas en Canaán. Fueron cristalizando tres modos de comprender este asentamiento. Dos de ellos se formularon ya en los años 20 y 30. Se trata de la hipótesis de la “conquista militar unificada”, que se inspira más en el libro de Josué, y la hipótesis de “infiltración pacífica”, que se inspira más en la versión de libro de los Jueces. Una tercera hipótesis, la de la “revolución social” cristalizó más tarde en los años 60. a. Hipótesis de la conquista militar unificada Las bases arqueológicas de esta teoría fueron proporcionadas por el gran arqueólogo Albright en los años 30. Más tarde fueron elaboradas por Wright, Kaufmann y Yadin, entre otros. En 1930 Albright excavó Tell Bet-Mirsim que identificó con la ciudad bíblica de Debir, que, según la Biblia, fue destruida por Josué. Efectivamente aparecieron huellas de una destrucción de la ciudad a fines del siglo XIII a.C, cuando se solía situar la conquista de Josué. Como vemos, este enfoque sigue de cerca la descripción de la conquista de Canaán en los primeros capítulos del libro de Josué. Allí las ciudades estado cananeas fueron sometidas en unas campañas relámpago y destruidas muchas de ellas por el fuego. Como resultado de esta conquista y destrucción, los israelitas se habrían asentado en esas zonas. La evidencia a favor de esta hipótesis estaría en las descripciones literales de la Biblia, en los niveles de destrucción que aparecen en algunos tells en el Bronce reciente, como por ejemplo en Bet Mirsim, Jasor, Lakish o Betel, y los paralelismos históricos de otras sociedades nómadas que causaron el derrumbe de grandes civilizaciones. Pero los resultados arqueológicos modernos contradicen estos argumentos. Hay una diferencia entre lo que sucede en la montaña y en las llanuras. Muchas ciudades importantes no estaban habitadas en el Bronce reciente, como es el caso de Jericó o de Ai, y su inclusión en el relato bíblico puede deberse a motivos etiológicos para explicar las impresionantes ruinas de tiempos antiguos que podían verse en superficie. Podemos suponer que en la época final del Bronce y en el Hierro I no hubo cambios drásticos en las llanuras costeras a pesar de los filisteos. Es en la montaña central donde encontramos el gran flujo de asentamientos (en la tribu de Efraím 5 asentamientos en el Bronce reciente y 115 en el Hierro I). Sólo se han documentado unos pocos posibles asentamientos israelitas sobre las ruinas de ciudades cananeas previamente destruidas. Este es el caso de Betel, Tell Bet Mirsim o Bet Shemesh. Las principales ciudades cananeas no fueron derruidas en aquella campaña inicial al final del siglo XIII o principios del XII. Fueron más bien sucumbiendo poco a poco, y su destrucción puede atribuirse a los egipcios, los filisteos, o a conflictos civiles entre ellas. ¿No es extraño que los israelitas no se asentasen en las áreas fértiles de las ciudades destruidas, sino que se contentasen con el país montañoso topográficamente más difícil? Para las ciudades destruidas en el siglo XIII habrá que buscar otros agresores en otra parte y no entre unas oscuras tribus del desierto que en cualquier caso no se asentaron allí. Por otra parte por documentos egipcios nos consta que en esa época de finales del siglo XIII y principios del XII había todavía una fuerte presencia egipcia en el país de Canaán. Dicha presencia es totalmente ignorada en los relatos bíblicos de la conquista. Resulta poco verosímil que los egipcios que estaban todavía en control de Canaán permitieran que esos grupos hostiles conquistasen las ciudades de sus aliados y clientes. b. Teoría de la infiltración pacífica Tiene su origen en Alt (1925) y más tarde Noth y Aharoni. A partir de sus estudios sobre el hexateuco propugnan la infiltración pacífica de grupos de pastores en las regiones poco pobladas de Canaán. Primeramente en la montaña central, después en la montaña galilea bastante inhóspita y poco poblada. Esta visión está más de acuerdo con lo que se nos cuenta en Josué 15 y en Jueces 1. Se trata de un largo proceso, que comenzaría con la trashumancia, y el rozo de los bosques. La conquista de las ciudades cananeas habría tenido lugar en un estadio mucho más tardío de este proceso. Al principio los israelitas no desafiaron el poder de las ciudades ni buscaron la confrontación con los agricultores sedentarios. Su única confrontación fue el desafío que les ofrecían aquellas colinas pedregosas y cubiertas de bosques. Alt se fijó en los hábitos de los beduinos seminómadas que interaccionaban diversamente con los asentamientos agrícolas. También en la época bíblica los israelitas que habitaban en el borde del desierto pudieron haber llevado sus rebaños a los rastrojos de los campos ya segados, subir luego a los pastos de altura y regresar posteriormente en invierno a los bordes del desierto. Poco a poco comenzarían a sembrar en los pastizales de la montaña y así gradualmente se fueron asentando. Al inicio no se habría dado un conflicto con las ciudades cananeas de la llanura, mucho más poderosas. De hecho los conflictos narrados en las fuentes antiguas son sólo con ciudades cananeas que se encuentran en ejes o cerrojos que separan los macizos: el eje Beisán-Akko que divide la montaña galilea de la montaña central, o el eje Bet Shemesh-Jerusalén que divide las tribus del Sur de las de Benjamín y Efraím. Curiosamente alguno de los asentamientos primitivos excavados por los arqueólogos en la montaña guardan una asombrosa semejanza con la estructura oval de los campamentos beduinos, sólo que las tiendas de piel de camello fueron sustituidas más tarde por sencillas casas. Un papiro egipcio de la época de Ramsés II (siglo XIII), describe la montaña palestina como un país casi vacío, agreste, cubierto de bosques donde sólo viven los beduinos Shosu. Alt identificó a los israelitas con estos beduinos. En una cosa coincidía la teoría de la conquista con la de la infiltración pacífica. Unos y otros investigadores estaban convencidos de que los israelitas eran un pueblo llegado desde fuera al final de la Edad del Bronce. Y unos y otros estaban también convencidos de que los recién llegados estaban en un estadio cultural y social mucho más primitivo que el de los cananeos que habitaban la tierra. c. La escuela sociológica La hipótesis de la conquista y la de la infiltración se apoyaban en la creencia de que el desierto siro-arábigo estaba lleno de beduinos nómadas que periódicamente invadían las tierras sembradas. Pero los antropólogos pasaron a opinar que antes de la domesticación del camello a fines del segundo milenio a.C., el número de nómadas que vivían en desierto debió haber sido muy escaso. Los beduinos no procedían del desierto, sino que convivían con los agricultores e interaccionaban con ellos como parte de un mismo sistema económico. De haberse dado flujos migratorios más bien se habrían dado desde las tierras cultivadas hacia el desierto y no desde el desierto a las tierras cultivadas. Estos nuevos supuestos antropológicos sumados a las ideas marxistas en boga por la Europa de los años 60 llevaron a Mendenhall primero (1962) y después a Gottwald a lanzar la idea de que la población israelita no venía de fuera de Canaán. Según estos autores, hubo un momento en que los grupos oprimidos y explotados que pertenecían a los estratos inferiores de la sociedad cananea se rebelaron contra la clase dominante. Estos elementos rebeldes podrían bien coincidir con los hapiru de los textos egipcios contemporáneos. El conflicto social básico no se dio entre pastor y agricultor, sino entre la población rural y los caciques burgueses de las ciudades. La religión israelita monoteísta habría sido la bandera en torno a la cual se habrían coaligado estos rebeldes, que buscaban una sociedad más igualitaria y rechazaban la religiosidad cananea en la que se apoyaba la sociedad opresiva cananea. Gottwald dio una interpretación marxista a la hipótesis de Mendenhall que fue desautorizada por el propio Mendenhall. Según Gottwald los rebeldes habrían huido hacia la montaña para establecer allí su nuevo modo de vida, un poco como los Pilgrim Fathers en América. Este asentamiento fue facilitado por nuevos desarrollos tecnológicos, las herramientas de hierro para cavar cisternas, la argamasa para enlucir e impermeabilizar las paredes de las cisternas, y las técnicas para construir terrazas en las faldas de las montañas. Esta teoría tuvo una duración muy corta. Las supuestas innovaciones técnicas ya se conocían en la Edad del Bronce. Además es obvio que los que se asentaron en las montañas procedían de un medio pastoril y no agrícola. d. Cananeos pastoralizados y resedentarizados Esta tesis rechaza todo supuesto de que los israelitas vinieran de fuera de Canaán, Según Lemche, por ejemplo, habría que identificarlos con los hapiru, proletariado refugiado de otras partes de Canaán. Para Lemche lo que caracteriza a los israelitas con relación a los cananeos es su religión. Lo israelitas son cananeos yahvizados, que se sienten diferentes del resto de la población. Actualmente Finkelstein habla de una resedentarización de elementos cananeos que a raíz de los trastornos del Bronce Medio se habían vuelto seminómadas y tras una época transitoria volvieron a sedentarizarse a partir del final del Bronce reciente. Según él, este proceso no sería algo nuevo al comienzo de la Edad del Hierro sino que habría tenido lugar ya varias veces durante la historia del Medio Oriente, al menos en dos olas previas de asentamiento de pastores en el Bronce Antiguo y al comienzo del Bronce medio. Estos nuevos asentamientos de los grupos resedentarizados estarían localizados sobre todo en la montaña, serían de naturaleza rural, sin murallas, sin palacios ni templos, con casas de cuatro espacios y cerámica con bordes de anillo. 4.- Las excavaciones arqueológicas Las excavaciones arqueológicas en los estratos que pertenecen a esta época (final del Bronce y principios del Hierro), revelan que hubo muchísimos establecimientos nuevos y que algunas fortalezas fueron destruidas, pero no permiten hablar de una invasión global o de una destrucción masiva de ciudades cananeas. Las ciudades cananeas disponían de un armamento técnicamente superior. Los israelitas no pudieron realizar un ataque de gran envergadura para apoderarse de todo el país. La penetración en Canaán se efectuó con un ritmo más lento. Los israelitas venían de diversas direcciones, en pequeños grupos, evitando las llanuras donde operaban los carros de combate, y contentándose con la regiones no habitadas. Los combates con los sedentarios de las grandes ciudades fueron más defensivos que ofensivos. El libro de los Jueces no refleja una conquista efectuada en una sola generación, sino una ocupación mucho más larga, que sólo se completará en la época de la monarquía. Pero la localización de dichos asentamientos en la montaña no es uniforme. Las excavaciones muestran que al principio la parte más densamente poblada fue la montaña de Efraín; muchísimo menos la montaña de Judá o la montaña Galilea, que sólo alcanzaron una cierta densidad de población en siglos posteriores. Los asentamientos “israelitas” se caracterizan en parte por dos rasgos culturales. La casa de cuatro espacios y la cerámica con borde de anillo. Sin embargo estos dos rasgos no son tan exclusivos de los israelitas como pudo parecer en un principio. Aparecen también en yacimientos de la Transjordania en Moab o Amón. Lo que si sería rasgo exclusivo de los asentamientos israelitas es la ausencia de huesos de cerdo, lo cual muestra que el pueblo tenía ya una dieta ideológica mediante la cual buscaba ya diferenciarse de sus vecinos. La prohibición del cerdo no puede basarse sólo en razones ecológicas o económicas. Entre todas estas tribus no había continuidad geográfica. Estaban separadas unas de otras por ciudades cananeas que formaban como dos cerrojos, y que no consiguieron conquistar en la época de los jueces. Entre la Galilea y la montaña de Efraín tenemos el cerrojo de las ciudades de la llanura de Esdrelón: Meguido, Taanak, Bet Shean... Entre la montaña de Efraín y de Judá tenemos otro cerrojo formado por otro grupo de ciudades cananeas como Gézer o Jerusalén. 5.- El establecimiento de las tribus La implantación más antigua parece ser la de Rubén y Gad en la Transjordania, a partir de Madián (Nm 21). Al norte de Rubén, en el territorio de Galaad. también en la Transjordania, encontramos la tribu de Gad. Más tarde la mitad de la tribu de Manasés (Makir) se estableció más al norte, entre el Yabboq y el Yarmuk (Ver mapa de las tribus). El sur, o territorio de Judá, parece haber sido ocupado por las tribus que venían de Egipto a lo largo de la costa mediterránea. Allí se fusionaron con los clanes que estaban ya anteriormente, como los Quenitas y los Calebitas. Absorbieron también los restos dispersos de la tribus de Simeón y de Leví. En cuanto a la Galilea, parece que fue colonizada por tribus que no estuvieron nunca en Egipto. Son las tribus de Aser en la llanura de Akko, bajo control cananeo. Las tribus de Neftalí en la Alta Galilea, y las de Isacar y Zabulón en las colinas de la Baja Galilea. El caso de Isacar, "el asno robusto", cuyo nombre quiere decir "asalariado" nos muestra que eran portadores de fardos, y fueron reclutados en las levas al servicio de la ciudades cananeas importantes de la llanura de Esdrelón. Estas tribus se federaron con los recién llegados y aceptaron el Yahvismo. Es sólo entonces cuando pudieron sacudirse el yugo opresor de la ciudad de Jasor. Pero esto no quiere decir que se apoderaran de todas las demás ciudades. Finalmente es en las montañas de la Cisjordania central, donde se establecieron las tribus que serán las más importantes en este periodo, aquellas en torno a las cuales se va a forjar la unidad política. "Hablamos de la "casa de José", en la montaña de Efraín, que comprende las tribus de Manasés, Efraín y Benjamín, las que penetraron en el país con Josué, y tuvieron la experiencia religiosa del Éxodo. Finkelstein cuenta unos 250 asentamientos en la montaña al principio de la Edad del Hierro (comienzos del siglo XII a.C.). Esto daría una población de unos 45.000 habitantes. En el siglo VIII a.C., en el momento de máximo desarrollo, pudo llegar a haber 500 asentamientos con una población de unos 160.000 habitantes. 6.- Formación de un estado israelita A lo largo de esta conquista progresiva que ha durado al menos doscientos años, podemos hablar de la formación progresiva de un estado israelita. El momento final de esta formación sólo tuvo lugar en los días de David. Pero ya antes de David se puede reconocer una forma rudimentaria de Estado. Se le ha llamado "confederación tribal" o Anfictionía. Hablaremos de este tema más adelante. Según el libro de Josué el establecimiento de este régimen político habría tenido lugar de un solo golpe en la asamblea de Siquén (Jos 24). Allí, al comienzo, todas las tribus reunidas han escogido a YHWH como Dios para servirle. "Ese día Josué concluyó una alianza para el pueblo. Le fijó un estatuto y un derecho". Quizás el establecimiento de este régimen que se nos describe en la asamblea de Josué es también una síntesis de un proceso más complejo por el cual las tribus han aceptado el Yahvismo, y han conformado una unidad política que desborda el marco de cada tribu aislada. Quizás esta federación no ha tenido lugar de un solo golpe o de una forma tan solemne como describe el texto. Quizás todas las tribus no han entrado en la federación al mismo tiempo. Pero un tipo de régimen intertribal ya existía antes de la monarquía. D. Las tradiciones de las tribus federadas Las tradiciones que cada tribu tenía sobre sus orígenes y su establecimiento en el país de Canaán han sufrido transformaciones para adaptarse a situaciones nuevas , sobre todo a la constitución de un estado unitario entre todos estos clanes que sin duda han tenido una pasado diverso. Para darse una identidad común, es necesario reforzar los orígenes comunes, y dotarse de antepasados comunes y de historias convergentes. Estos son los verbos que podemos utilizar para describir lo que los autores han ido haciendo con sus fuentes y tradiciones. a.- Simplificar: El proceso de instalación de las tribus en Canaán llevó tiempo hasta completarse. No todas las tribus estuvieron en Egipto. No todas las tribus llegaron a Canaán al mismo tiempo, y lo hicieron de forma muy diversa y en épocas distintas. La transmisión de las tradiciones tiene la tendencia a simplificar datos complejos y heterogéneos, para ayudar la memoria, para favorecer un estilo literario rítmico y para servir a fines que no son los de la ciencia histórica moderna. b.- Conectar o establecer puentes: Los antepasados de las diversas tribus que se federaron, idearon un sistema de relación de parentesco para reforzar sus lazos y su sentido de pertenencia mutua. Cada tribu tenía sus tradiciones acerca de los antepasados. Quizás Abrahán, Isaac, Jacob, Israel, Edom... son antepasados de tribus diversas. Más tarde cuando estas tribus se federaron, experimentaron la necesidad de establecer entre ellas una relación de parentesco mediante un árbol genealógico ficticio. Aunque este árbol sea ficticio, no hay que negar que todas estas tribus pertenecen a una misma raza y a una misma cultura En este árbol podemos distinguir dos tipos de relación familiar, la línea directa y la colateral. En la línea directa encontramos los antepasados de las doce tribus confederadas. En una secuencia lineal: Abrahán, Isaac, Jacob y sus doce hijos. Forman cuatro generaciones. En la línea colateral encontramos las otras tribus de alrededor: arameos, árabes edomitas, amonitas y moabitas. Podemos ver un cuadro sinóptico que expresa su grado de parentesco. En este árbol genealógico se expresa a la vez una semejanza y una diferencia. El hecho de que todos sean descendientes de Abrahán revela la conciencia común de pertenecer a una misma cepa: son todos semitas noroccidentales, hablan dialectos muy parecidos tienen los mismo usos tales como la circuncisión. Si hubiesen decidido unirse a la confederación, probablemente su lugar en el árbol genealógico común hubiese estado colocado entre los descendientes de Jacob, la línea directa. Incorporarse a la federación quería decir aceptar el dios del desierto, dejarse configurar por la nueva experiencia religiosa de las tribus que habían tenido su encuentro con el Dios de la alianza. El número 12 es artificial. También encontramos este número en los descendientes de Ismael (Gn 25,13-15), Aram (Gn 22, 20-24), en Italia y en las ciudades mesopotámicas. Parece ser que este número convencional responde a los meses del año, y al turno de las tribus al servicio del santuario central. Unas veces es la región colonizada la que toma el nombre de las tribus que se asientan (Efraín). En otros casos es al revés: la tribu da su nombre a la región que habita (Dan, Judá). c.- Secuenciar Intentemos colocar todas las tradiciones a propósito de los antepasados de las tribus diversas en una secuencia cronológica comprehensiva que abarque todas las tribus como una sola unidad. ¿Cuál es esa secuencia? Todos los israelitas descienden de Abrahán, Isaac y Jacob Todos bajaron a Egipto en tiempos de José. Todos salieron de Egipto juntos 400 años después, liderados por Moisés. Todos estuvieron 40 años en el desierto. Todos entraron juntos en la Tierra prometida con Josué al tiempo de la conquista Se apoderaron de la tierra en una serie de batallas fulgurantes. En realidad el proceso fue más complejo. Hubo tribus que nunca estuvieron en Egipto, sino que se establecieron directamente en Canaán (es el caso probable de las tribus de la Galilea y la Transjordania). El libro de Josué no nos cuenta la conquista de este territorio. Son hijos de las dos esclavas (Zilpá y Bilhá) y los últimos hijos de Lea. Algunas tribus vinieron de Egipto, pero no con Moisés a través del desierto, sino a lo largo de la costa mediterránea. Estos israelitas se establecieron directamente en el sur, en los territorios de Judá. Ya estaban establecidos cuando el grupo de Moisés y Josué entró en el país. La tribu de Simeón y la de Leví, así como la de Rubén, estaban ya en proceso de disolución. Se dejaron asimilar a los recién llegados. Corresponden a la primera serie de los hijos de Lía. Finalmente tenemos el grupo de los que hicieron la experiencia del éxodo y el Sinaí, que entraron en Canaán a través del Jordán, y se establecieron con Josué. Corresponden a las tribus de Benjamín y de José, los dos hijos de Raquel, la esposa preferida de Jacob. Estos recién llegados fueron el núcleo en torno al cual se reagruparon las otras tribus. Fueron como el catalizador que hizo posible ese precipitado que hoy llamamos Israel. La tribus se reagrupan en trono al arca y allí es donde conciencian su unidad. d.- Legitimar: Se podría suponer a priori que la transmisión de las tradiciones y su elaboración posterior sufrió el influjo de intereses determinados que querían legitimar situaciones posteriores proyectándolas sobre el pasado y sobre la historia de los antepasados. Una de las funciones que siempre ha tenido la historia ha sido la reconstrucción del pasado con vistas a legitimar el presente. La importancia relativa que las tribus tuvieron en el momento de su establecimiento se refleja en el lugar que cada hijo de Jacob tiene en el conjunto de esposas y concubinas. Están de una parte los hijos de la esposa amada (José y Benjamín), y los hijos de la menos amada (Judá y Leví, etc... ). Quizás esto refleje la importancia que tuvieron las tribus de la casa de José (Manasés, Efraín y Benjamín) al tiempo del asentamiento, la conquista y la federación tribal, antes de que la realeza de David desplazase hacia el sur el centro de gravedad, a la tribu de Judá. Se ha sugerido incluso que la rivalidad entre los hijos de Isaac, y la manera como actuó Rebeca en favor de la primogenitura de Jacob puede reflejar las astucias de Betsabé con David para conseguir la sucesión al trono de su hijo Salomón, en lugar de Adonías, que gozaba del derecho de primogenitura. Los que sitúan la redacción de los textos en la época de Josías tratan de relacionar estas legitimaciones con circunstancias históricas de la época final de la monarquía. Los relatos patriarcales muestran que antes de la llegada de Josué los patriarcas habían estado ya con sus rebaños en el país de Canaán, lo cual puede servir para legitimar la conquista, tal como ha sucedido en nuestros días por parte de los sucesores de los antiguos israelitas, que al crear el Estado de Israel alegan sus derechos históricos previos. e.- Magnificar: Según las leyes de la poesía épica, siempre aparece en las tradiciones la tendencia a magnificar los recuerdos de pasado. Esto puede aplicarse a relatos tales como el cruce del Mar Rojo, o los milagros del desierto. Pero tampoco podemos exagerar demasiado esta tendencia. En los relatos patriarcales hay muy pocos elementos fantásticos o legendarios. Los patriarcas llevan una vida muy simple, sin los rasgos característicos de los relatos épicos. Algunos historiadores minimalistas han defendido que los textos bíblicos son todos ellos postexílicos y que por tanto no son fiables a la hora de intentar historiar los períodos del Hierro I que eran ya muy distantes para ellos. Sin embargo hay que resaltar que en los textos bíblicos hay evidencia de fuentes que reflejan un tipo de vida muy primitivo y arcaico, costumbres y fiestas que se remontan a los años de desierto, o los tiempos en que la sociedad israelita sedentaria se regía por usos muy anteriores a los de la época monárquica más institucionalizada. En estos relatos es posible descubrir ecos de tradiciones antiquísimas, aunque dichas tradiciones hayan experimentado todo el proceso que hemos descrito mediante el uso de los cinco verbos simplificar, conectar, secuenciar, legitimar y magnificar. E. Las estructuras del régimen tribal 1.- Las estructuras políticas Parece que las tribus eran independientes unas de otras, y no había gobierno central, ni capital, ni ejército profesional, ni burocracia. Diversas tribus podían colaborar de forma esporádica cuando había un peligro que reclamaba una acción común. En el momento de la crisis aparecía un líder carismático que convocaba a todos para la campaña contra el opresor y juntaba a estas tropas improvisadas. Es el caso típico de la colaboración entre Zabulón y Neftalí en la batalla contra Sísara (Jc 4,6.10) a la que según Jc 5 se habrían sumado de algún modo Efraím, Benjamín, Isacar y Makir. Después del éxito, todos se desbandan para volver a sus pueblos y sus granjas. No explotaban la victoria para finalidades políticas a largo plazo. Los combatientes convocados apresuradamente, se dispersaban también apresuradamente al pasar el peligro. Con estos jueces carismáticos, cuya función eventual era salvar al pueblo en los momentos de crisis, parece que había también otros jueces, en el sentido actual de la palabra, que declaraban el derecho en vigor en la tradición de Israel. Se trata de una institución duradera cuya función era vitalicia (Jc 10,2ss). En cualquier caso hay entre las tribus lazos de pertenencia invisible. Raza, lengua, religión, orígenes comunes... Noth detectó una estructura semejante a la de las ciudades-estado de la Grecia clásica, la liga de los pueblos griegos en Delfos. Dicha estructura recibe el nombre de anfictionía. Hoy día no se usa más esta nomenclatura anfictiónica de Noth, porque actualmente no se ve el régimen tribal como una verdadera estructura de estado, sino más bien como un conglomerado disperso de tribus afines que aún no han establecido un estatus político común. Es sobre todo el Yahvismo el que va a dar un sentido de unidad a este conglomerado, el Yahvismo y sus instituciones. Entre estas instituciones hay que singularizar el santuario nacional con el arca de la alianza. Esta no se guardaba en un templo, sino en un "ohel", una tienda. Después del paso del Jordán estuvo algún tiempo en Guilgal, pero después, casi todo el tiempo de los jueces el santuario nacional del arca se encontró en Silo, dentro del territorio de Efraín, la tribu preponderante. Las peregrinaciones periódicas al santuario nacional hacían de Siló la capital espiritual y el punto de encuentro de Israel. Con todo algunos biblistas dudan de que el arca tuviera tanta preeminencia ya en la época de los Jueces y dudan de que el santuario de Siló tuviese un carácter anfictiónico. Es sólo en la época de David cuando el santuario del arca en Jerusalén ocupa un lugar central en la religiosidad de Israel. Y es sólo en la época de Josías cuando este santuario pretenderá una validez exclusiva que deslegitime todos los demás santuarios. Los jueces eran autoridades carismáticas suscitadas por Dios. Su ministerio no era institucional o hereditario. Cumplían su ministerio en el interior de su tribu, pero no en el conjunto de Israel. Este ejercicio del poder es una forma de transición, a mitad de camino entre el régimen patriarcal y el monárquico, una forma de poder que fue sólo posible en un corto periodo. Como estamos viendo es la crisis filistea la que contribuirá a poner fin a este tipo de liderazgo carismático para dar paso a otro dinástico. 2.- Las estructuras religiosas En el santuario "nacional" en Siló se encontraba el arca de la alianza. En él había un clero encargado del culto. Además del santuario nacional había santuarios descentralizados con su propio clero, como por ejemplo Siquén, Betel, Beersheba... La religión patriarcal de la época seminómada estaba basada en el dios del padre, el dios de Abrahán, el dios de Isaac, el dios de Jacob. Este dios no tenía un santuario fijo, sino que recibía culto dondequiera que la tribu se encontraba. No existía un sacerdocio, sino que era el jeque de la tribu el mismo que realizaba el sacrificio del cordero Simultáneamente existían entre los cananeos unos santuarios al dios “El”, el padre de todos los dioses del panteón semítico. El culto a El estaba localizado en un santuario local, en Siquén, Beersheva, Betel... Estos santuarios relacionados con el culto a "El", fueron posteriormente puestos en relación con los relatos patriarcales, mediante narraciones que presentan a los patriarcas dando culto en estos lugares. De ese modo se produce un sincretismo mediante el cual se identifica el Dios que adoró cada uno de los patriarcas, el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, con el dios local adorado en el santuario y finalmente, con YHWH el Dios que se reveló a Moisés en el desierto. Para entender la unidad en la pluralidad, podríamos considerar como entre nosotros la misma Virgen María es venerada en distintos lugares con nombres diferentes, asociados a diversas apariciones. Es siempre la misma Virgen María, aunque los nombres dependen de sus advocaciones o manifestaciones diversas. El nombre plural de "Elohim" para designar el conjunto de las teofanías no es signo de politeísmo, sino una forma de expresar la plenitud y la unidad que hay en Dios a través de manifestaciones diferentes. Cada tribu tenía sus antepasados, y cada antepasado tenía su "dios", el dios del padre. Cuando se hace un cuadro sinóptico o árbol genealógico estableciendo un parentesco compartido, se confunde la diversidad de los distintos dioses en uno solo. Después de la llegada de las tribus del desierto, se identifica a YHWH con todos los "dioses del padre" de las distintas tribus. En la zarza ardiente YHWH se manifiesta a Moisés ya como Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob (Ex 3,6). En cambio, como veremos, el Yahvismo puro nunca consintió una asimilación con el culto a los baales, ni el Baal relacionado con los cultos de la naturaleza al estilo de Baal Peor (Nm 25,3), ni el Baal del cielo típico de fenicios y arameos. Lo cual no quiera decir que durante la época monárquica no fuera corriente la identificación de Dios y Baal, el Señor, y el nombre de Baal aparece en muchos topónimos y nombres de personas de la época, tales como Ishbaal, el hijo de Saúl. Pero el Yahvismo nunca admitió estos usos, y cuando tuvo suficiente poder para censurarlos lo hizo de una manera absoluta. 3.- La sedentarización El fenómeno más importante de esta etapa es el profundo cambio que experimenta un pueblo seminómada cuando se convierte en sedentario. Un pueblo de pastores se convierte en un pueblo de granjeros y campesinos. Las nuevas técnicas agrícolas de los recién instalados son deudoras de la cultura cananea. Pero este cambio de economía va a llevar consigo un profundo cambio social hasta las mismas raíces. Hay que adaptar todas las antiguas costumbres y tradiciones a las nuevas circunstancias. La legislación debe adaptarse a los nuevos problemas que plantea una vida agrícola y sedentaria. Esta legislación nueva está recogida en el Código de la Alianza (Ex 20,22 - 23,33) que responde a la situación social y cultural de la época de los Jueces. Los israelitas van a vivir rodeados de los cananeos que tienen una cultura superior y tendrán la tendencia a imitar sus costumbres. En este tiempo adoptan la lengua y la escritura del país, y también todo lo relacionado con la vida agrícola. En esta época comienza también la vida urbana. Los israelitas van a ocupar algunas de las ciudades cananeas, y a fundar ellos nuevas villas. Las excavaciones arqueológicas nos muestran estos establecimientos que no tienen gruesas murallas. La ciencia de las religiones comparadas nos dice que siempre que un pueblo se sedentariza cambia de religión. La religión es un epifenómeno que responde a intereses sociales y económicos de los pueblos. La circunstancia que va a polarizar la atención y el interés del pueblo serán las tareas agrícolas, la lluvia, el ciclo de siembra y cosecha... En la religión agrícola hay normalmente dos principios divinos: el principio activo, masculino que representa la semilla, y el principio pasivo: la tierra. Hay en estas religiones dioses masculinos, como Baal, y diosas que representan la tierra, como Astarté. En los templos, colocados en los lugares altos, está instituida la prostitución sagrada con ritos de fertilidad. Para obtener la fertilidad de su parcela, el campesino sube al lugar alto, y se acuesta con la prostituta sagrada, representando en este rito sagrado la fecundidad de la tierra que quiere obtener. Cuando los cananeos enseñan a los hebreos el cultivo de la tierra, no saben diferenciar entre técnicas agrícolas y ritos mágicos. Hay que practicar ambos conjuntamente. Son los baales los que dan fecundidad a la tierra, hay que frecuentar sus templos para obtener la lluvia... (Os 2). La tentación de los hebreos en este momento es caer en el sincretismo. YHWH sigue siendo el Dios nacional, el Dios de las batallas y los ejércitos. Se le da culto en el templo y se le invoca para todos los asuntos relacionados con la seguridad nacional Pero Baal es el dios del departamento agrícola. A él se acude en demanda de lluvia y fecundidad para los campos. Esta religión departamental que atribuye competencias diferentes a dioses diversos, será la tentación más grave que conocerá el pueblo de Israel hasta el tiempo del exilio babilónico. Martín-Moreno González, Juan Manuel, Historia de Israel, Universidad Comillas de Madrid, http://www.upcomillas.es/personal/jmmoreno/cursos/index.htm, Usado con permiso.
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