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24. Hechos 24

Hechos Apostólicos es un estudio de la Edad Apostólica de la iglesia cristiana temprana. Es la continuación milagrosa de la obra de Jesús en el primer siglo, a través de la obra del Espíritu Santo y su iglesia. Presenta el ministerio de Pedro, de los doce apóstoles y de Pablo de Tarso, en su cumplimiento de la Gran Comisión desde el Día de Pentecostés hasta llevar el evangelio a Roma, el capital del mundo.

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51.

CAPITULO 27: CUANDO TENGA OPORTUNIDAD

Léase Hechos 24.

Preguntas de Preparación

1. ¿Cómo atacaron los judíos a Pablo?

2. ¿En qué forma se defendió Pablo?

3. ¿Qué trato le dio Félix a Pablo?

Introducción

Al ser entregado Pablo sano y salvo a Félix, en Cesárea, el gobernador, le encarceló hasta que los judíos pudiesen llegar para presentar las acusaciones formales en su contra. Cinco días después, cuando llegaron los judíos, Pablo fue traído a juicio ante Félix.

1. La Acusación

Los judíos conocían muy bien lo frágil de sus acusaciones contra Pablo. Cuando llegaron a Cesárea trajeron consigo a un orador romano llamado Tértulo, para argumentar su caso. Tértulo comenzó con una introducción muy lisonjera, hablando como si los judíos pensaran que Félix fuera un gobernador mara­villoso. La verdad era que los judíos odiaban a Félix, como odiaban a cualquier otro gobernador romano. Tértulo identificó a Pablo como el "cabecilla de la secta de los nazarenos". Lo acusó de ser "una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo" (v. 5). Dijo además, que Pablo ''intentó también profanar el templo" (v. 6). Tértulo no pre­sentó ninguna prueba de estas acusaciones. Simplemente declaró que Félix podría descubrir la verdad de las acusaciones, al inte­rrogar a Pablo. Tértulo estaba respaldado por todos los judíos, los cuales "también confirmaban, diciendo ser así todo" (v. 9).

Este es un ejemplo de la clase de oposición a que muchas veces son sometidos los cristianos. Por desgracia, hay ocasiones en que los cristianos mismos dan base para que la gente les persiga. Pero cuando los que se oponen al evangelio no pueden hallar ninguna base para acusar a los cristianos, usarán mentiras, lison­jas y otros medios para alcanzar sus objetivos.

2. La Defensa

Pablo comenzó su propia defensa con una alusión sencilla a la posición de Félix como gobernador, sin ninguna alabanza. Re­conoció ser un seguidor del Camino; pero declaró que sus creen­cias estaban en completo acuerdo con la ley y los profetas. Con­testó las acusaciones de tres modos. Primero, declaró que había venido a Jerusalén para adorar. Había estado en Jerusalén únicamente por sólo 12 días, lo que por supuesto no daba tiem­po como para incitar a una rebelión. La implicación de Pablo era que su conducta en Jerusalén era ejemplo de su conducta en general. En segundo lugar, señaló que los que le habían atacado en el templo eran judíos de Asia. Según la ley romana, ellos debían haber sido sus acusadores ante el gobernador. Y en ter­cer término, explicó que la única falta de que podían acusarlo era que él había dicho en el concilio que "acerca de la resurrec­ción de los muertos soy juzgado hoy por vosotros" (24:21). Y esto no era violación alguna de la ley romana.

El discurso de Pablo es un ejemplo de la forma en que nos­otros hemos de defendernos cuando somos falsamente acusados. Pablo usó su buen juicio, señalando las deficiencias en los argu­mentos de sus acusadores. Defendió sus derechos legales. Pero sobre todo, mostró una confianza completa en Dios, y una buena disposición de no atacar a sus enemigos en la misma forma que ellos le habían atacado a él.

3. La Demora

Félix no quiso tomar una decisión después de haber escuchado a ambas partes. Dijo que cuando llegara a Cesárea el capitán Lisias entonces dictaminaría el fallo. Pero no había nada nuevo que pudiera añadir Lisias a lo que ya se había dicho. El ya había enviado una carta a Félix informando todo lo que él sabía del caso. En otras palabras, Félix simplemente estaba difiriendo; rehusaba tomar una decisión. Así que mantuvo encarcelado a Pablo; pero le dijo al guarda que le concediese muchas libertades.

Durante el tiempo que Pablo estuvo encarcelado, Félix tuvo oportunidad de hablar con él, no una vez, sino en sí muchas oca­siones. En una de estas ocasiones, mandó traer a Pablo para presentarlo a su esposa, Drusila. Al explicar Pablo el evan­gelio a ellos, y disertando acerca de "la justicia, del dominio propio y del juicio venido, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré" (v. 25). El miedo de Félix era miedo a Dios, por cuanto conocía su propio pecado. Sin embargo, no estaba dispuesto a reconocerlo y a arrepentirse.

A pesar de que Félix llamaba muchas veces a Pablo para que le predicara, nunca le dio su libertad. Sus razones son muy cla­ras. En primer lugar, era codicioso. Tenía la esperanza de que Pablo y sus amigos le ofrecieran algún cohecho por su libertad. Y en segundo lugar, temía a los judíos y no quiso soltar a Pablo, buscando así "congraciarse con los judíos" (v. 27). Por lo tanto, mantuvo a Pablo dos años en la cárcel, y al ser revelado, tornó el caso a Porcio Festo, el nuevo gobernador.

Suceden casos cuando es correcto aplazar un juicio, dado a que todavía no conocemos todos los datos al respecto. Pero tam­bién suceden otros casos cuando la demora no es más que dila­ción al no querer hacer frente a los hechos. Así fue en el caso de Félix. Se rehusó a libertar a Pablo a pesar de que no habían presentado los judíos ninguna prueba en su contra. Le mantuvo en la cárcel por espacio de dos años, injustamente. Félix tam­bién estuvo haciendo dilación en el asunto de su salvación. La Biblia no dice que se haya arrepentido y creído. Félix, al no que­rer confesar su pecado y no creer en Cristo en el momento en que sintió su propia necesidad, perdió la salvación que Cristo pue­da dar.

52.

Comentario a Hechos de los Apóstoles
Capítulo 24

Los judíos presentaron su acusación de manera formal una sola vez contra Pablo. En esta ocasión contrataron a un orador, un profesional al servicio del público, para que actuara como consejero en la causa.

Tértulo acusa a Pablo (24:1-9)

"Cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador llamado Tértulo, y comparecieron ante el gobernador contra Pablo.
Y cuando éste fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo: Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia, oh excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar con toda gratitud. Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu equidad. Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos. Intentó también profanar el templo; y prendiéndole, quisimos juzgarle conforme a nuestra ley. Pero interviniendo el tribuno Lisias, con gran violencia le quitó de nuestras manos, mandando a sus acusadores que viniesen a ti. Tú mismo, pues, al juzgarle, podrás informarte de todas estas cosas de que le acusamos.
Los judíos también confirmaban, diciendo ser así todo."

Después de cinco días, el sumo sacerdote Ananías, con algunos de los miembros del Sanedrín (sin duda, sus amigos del bando de los saduceos), llegaron a donde estaba el gobernador acompañados por el orador Tértulo, para acusar a Pablo. Entonces se llamó a Pablo y se le dio una oportunidad a Tértulo para que presentara su acusación contra él. Comenzó por adular al gobernador: debido a él gozaban de gran paz; gracias a su prudencia, el pueblo judío había gozado de muchas reformas. Todas estas cosas eran conocidas y aceptadas por los judíos por completo en todas partes con gratitud. Ahora bien, para no demorar más al gobernador, Tértulo le rogaba que los oyera brevemente conforme a su equidad (consideración, justicia).

A continuación, Tértulo acusó falsamente a Pablo de ser una verdadera plaga, promotor de sediciones (discordias, revolución, motines) entre todos los judíos que están en todo el mundo habitado (esto es, en el Imperio Romano). Después incluyó en su acusación a todos los cristianos al llamar a Pablo cabecilla de la secta de los nazarenos (en griego, nazoraion, los seguidores del hombre de Nazaret).

Finalmente, después de esta acusación general, Tértulo le presentó la acusación específica. Dijo que Pablo había intentado profanar el Templo, pero ellos lo habían prendido. Es decir, lo habían atrapado en el acto mismo y lo habían detenido antes de que pudiera profanarlo. Por supuesto, esto era falso. Además, Tértulo no le dijo cómo habían atrapado a Pablo y sin juicio alguno habían comenzado a golpearlo mortalmente en un acto de violencia de masas. En cambio, como lo indican la mayoría de los manuscritos antiguos del Nuevo Testamento, le dio a entender que estaban juzgando a Pablo correctamente según su Ley, cuando el tribuno intervino con gran alarde de fuerza y les ordenó a sus acusadores que se presentaran ante el gobernador.

Muy seguro de lo que decía, Tértulo declaró también que al examinar a Pablo por sí mismo, el gobernador podría informarse de todas aquellas cosas (las acusaciones contra Pablo) y comprobar que eran ciertas. Entonces, los judíos se unieron a él para atacar a Pablo (lo confirmaban, apoyaban las acusaciones hechas contra él), diciendo una y otra vez que aquellas cosas eran tal como él las decía.

La respuesta de Pablo (24:10-21)

"Habiéndole hecho señal el gobernador a Pablo para que hablase, éste respondió:
Porque sé que desde hace muchos años eres juez de esta nación, con buen ánimo haré mi defensa. Como tú puedes cerciorarte, no hace más de doce días que subía a adorar a Jerusalén; y no me hallaron disputando con ninguno, ni amotinando a la multitud; ni en el templo, ni en las sinagogas ni en la ciudad; ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan. Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas; teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos. Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres.
Pero pasados algunos años, vine a hacer limosnas a mi nación y presentar ofrendas. Estaba en ello, cuando unos judíos de Asia me hallaron purificado en el templo, no con multitud ni con alboroto. Ellos debieran comparecer ante ti y acusarme, si contra mí tienen algo. O digan éstos mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha, cuando comparecí ante el concilio, a no ser que estando entre ellos prorrumpí en alta voz: Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por vosotros."

Cuando el gobernador le hizo una señal a Pablo, para indicarle que debía hablar. Pablo se dirigió a él con cortesía, pero sin la adulación que había usado Tértulo. Puesto que Félix había sido juez por muchos años entre los judíos, Pablo creía que podía hacer su defensa con buen ánimo (en buen espíritu).

Entonces, le presentó datos que el gobernador podía averiguar fácilmente por sí mismo. En aquellos momentos no habían transcurrido aún más de doce días desde que Pablo subiera a Jerusalén a adorar. Es decir, que se hallaba en la ciudad desde sólo siete días antes de que la multitud lo apresara. Durante aquellos siete días, no lo hallaron disputando con nadie (o predicando). Tampoco amotinó a la multitud en el Templo, en las sinagogas, ni en la ciudad. No tenían forma alguna de probar sus acusaciones.

Después de esto. Pablo hizo una declaración pública o confesión de su fe. Según el Camino que ellos llamaban herejía (era opinión personal de ellos), seguía sirviendo al Dios de sus padres (sus ancestros: Abraham, Isaac y Jacob). Por la forma en que servía a Dios, demostraba también que seguía siendo creyente en todo lo que estuviera de acuerdo con la Ley y en todo lo escrito en los profetas.

Por la Ley y los profetas, también tenía esperanza en Dios, una esperanza que aquellos judíos compartían. Era la de la resurrección de los muertos, así de justos como de injustos (Daniel 12:2; Juan 5:29). Por esta razón. Pablo se ejercitaba continuamente para tener una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres.

Después de este discurso sobre la resurrección. Pablo regresó a los hechos de su causa. Pasados algunos años, había venido a traer limosnas a su pueblo y ofrendas para Dios. Fue mientras presentaba estas ofrendas cuando lo encontraron en el Templo, purificado, sin multitud y sin perturbación alguna. Pero algunos judíos de Asia lo acusaron falsamente. Ellos eran los verdaderos acusadores y en realidad era deber de ellos ser quienes se llegaran ante Félix para hacer su acusación si tenían algo contra Pablo.

Aquí Pablo se estaba aprovechando de que la Ley exigía testigos para hacer una acusación. Entonces hizo ver claramente que ninguno de aquellos sacerdotes y ancianos que estaban presentes había sido testigo de lo que había sucedido en el Templo. En realidad, sólo había una cosa de la que eran testigos. Estaban presentes cuando Pablo se puso en pie ante el Sanedrín y gritó que había sido sometido al interrogatorio por su fe en la resurrección de los muertos. Estaba dispuesto a que lo acusaran de haber dicho aquello.

Félix pospone su decisión (24:22-27)

"Entonces Félix, oídas estas cosas, estando bien informado de este Camino, les aplazó, diciendo: Cuando descendiere el tribuno Lisias, acabaré de conocer de vuestro asunto. Y mandó al centurión que se custodiase a Pablo, pero que se le concediese alguna libertad, y que no impidiese a ninguno de los suyos servirle o venir a él.
Algunos días después, viniendo Félix con Drusila su mujer, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó acerca de la fe en Jesucristo. Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré. Esperaba también con esto, que Pablo le diera dinero para que le soltase; por lo cual muchas veces lo hacía venir y hablaba con él. Pero al cabo de dos años recibió Félix por sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix congraciarse con los judíos, dejó preso a Pablo."

En aquel momento, Félix pospuso su decisión. Llevaba suficiente tiempo de gobernador para tener un conocimiento más exacto de las enseñanzas y el estilo de vida de las decenas de miles de cristianos que vivían en la Judea, del que suponían Tértulo y los judíos que tenía. Por esto, los aplazó diciéndoles que cuando descendiera el tribuno Lisias acabaría de conocer de su asunto. Sin embargo, no hay evidencias de que enviara a buscar a Lisias.

Entonces le ordenó al centurión que se custodiase (y protegiese) a Pablo. También debía concederle alguna libertad y no les debía prohibir a los suyos que le sirvieran. Es decir, que se les permitiría a los cristianos visitarlo, llevarle comida y darle cualquier otra cosa que necesitara.

Después de algunos días, Félix llegó con su esposa Drusila, que era judía, llamó a Pablo y lo oyó hablar acerca de la fe en Jesucristo (la fe que está en Jesucristo, es decir, el Evangelio).

Pablo no le presentó sólo los hechos y la teología, sino que, como hacía en todas sus epístolas, fue más allá y comenzó a hablar de asuntos prácticos de justicia, dominio propio y del juicio venidero. Al llegar a esto, Félix se sintió aterrorizado y le dijo a Pablo que se retirara por el momento. Más tarde lo volvería a llamar.

Al mismo tiempo, Félix esperaba que Pablo le diera una buena cantidad de dinero. Por este motivo lo mandaba a buscar con mucha frecuencia y hablaba (conversaba) con él.

Esta situación se alargó por un período de dos años. Entonces, Félix fue reemplazado por Porcio Festo, quien llegó en el año 59 d.C. y permaneció en el cargo hasta su muerte, ocurrida en el 61 d.C. Por tanto, la fecha del arresto de Pablo fue el año 57 d.C.

Como Félix aún quería congraciarse con los judíos, dejó a Pablo preso.

 

 
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19. Cor./Rom.
20. Hechos 20
21. Hechos 21
22. Hechos 22
23. Hechos 23
24. Hechos 24
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27. Hechos 28
 

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