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Consejería Pastoral presenta los elementos básicos del arte de aconsejar  y define el lugar que esta actividad tiene dentro del ministerio pastoral. Considera los principios bíblicos y las bases psicológicas que sostienen a la consultoría pastoral. Examina casos reales tomados de la experiencia profesional  de  personas que pasan por dificultades vitales. Ofrece una guía de cómo dar orientación  de manera sencilla y eficaz.

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El duelo 

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PARA LA REFLEXIÓN: EL DEDO DE LA AGRESIVIDAD Y EL DEDO DE LA RESPONSABILIDAD

      Usted pensará que esto es un barbarismo, pues hasta hoy los dedos de la mano son el pulgar, el índice, el mayor o el del medio, el anular y por último, el meñique. Sin embargo, ¿cuál es el dedo de la agresividad y cuál el de la responsabilidad? Pues el dedo índice y el pulgar, respectivamente.

      Cuando se conoce de una infidelidad conyugal por parte de una mujer, el hombre y muchas otras personas, califican de disímiles formas a la infiel y ninguna de ellas afable. Y se dirá que es “mala”, “una cualquiera”, “una degenerada”, “una prostituta”, “cornuda”, etc. Y el dedo índice campeará por su respeto autoengañando al que lo emplea.

      No comparto la infidelidad por parte de ninguno de los dos sexos, pero me gustaría que se utilizara el dedo pulgar al que yo he denominado el dedo de la responsabilidad. ¿Cuál sería el discurso?: “Yo hice cosas que facilitaron que mi pareja buscara en otros lo que yo no le di”. “Yo dejé de hacer cosas que debí hacer o hice otras que no debí hacer nunca”. “Yo di pie para la décima”.

      El primer mecanismo, el del índice agresivo y acusador tiene una ventaja y es precisamente esa, descargar nuestra hostilidad hacia afuera, en este caso hacia la pareja. Pero tiene un gran inconveniente y es el no permitir la introspección, el autoanálisis, la reflexión adulta y madura.

      El segundo mecanismo, el del dedo pulgar, tiene el inconveniente de que nos culpamos y responsabilizamos, pero la gran ventaja de permitirnos ver en qué fallamos, nuestra participación y responsabilidad en lo ocurrido. Todo este análisis nos ayudará a evitar situaciones similares en el futuro.

      El dedo índice es muy fácil de utilizar y se recurre a él con rapidez, porque las culpas “no pueden caer al piso” según se dice y es más fácil echárselas al de enfrente que a nosotros mismos.

      Utilizar el dedo pulgar requiere un entrenamiento previo para aprender a controlar su hostilidad, a interpretar la conducta de las personas y la suya propia, a tener reales deseos de crecer como persona, y esto debe hacerse de forma racional pues su exceso puede ser muy doloroso. Al igual que en los tiempos del César, es éste el dedo que nos salva o nos hunde, en dependencia de la sabiduría con que lo utilicemos. Si nunca lo emplea, nadie lo salvará, ni el mismísimo César.

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PARA APRENDER DE LOS ANIMALES: EL ZOOLÓGICO DE LA SABIDURÍA

      El zoológico de la sabiduría es un recurso psicoterapéutico que he utilizado en mi práctica profesional con muy buena aceptación y resultados empíricos.

      Consiste en mostrarle a las personas cómo el hombre, que es un animal racional, puede y debe aprender de los animales. Es proverbial la laboriosidad de las abejas obreras, la vagancia de los zánganos, la lentitud de la tortuga, la memoria de los elefantes, etc. Sin embargo, hay otras conductas en los animales inferiores que bien debieran ser imitadas por los seres humanos y si no, al menos, sacar la enseñanza correspondiente.

      Iniciemos el análisis por la yegua y su potrillo. Si usted se ha fijado en una yegua parida y su potrillo cuando van por la carretera, notará como ella va por el estrecho camino, muy pegada a la carretera, sin apenas intervención alguna del jinete. Detrás, delante o al lado, correteando de un lugar para otro, va el potrillo; si se aproxima un vehículo o algún otro peligro, él simplemente se pone detrás de la madre siguiéndole los pasos.

      Seguro habrá visto a una gallina con sus pequeños pollitos cuando comienza a llover. Los llama piándoles y protege a todos cubriéndolos con las alas. Y eso lo repetirá en incontables ocasiones hasta que los pollitos han crecido y no le caben debajo de las alas. Y ella, al parecer, se da cuenta del crecimiento y les deja hacer cada vez más sus propias vidas hasta que se hacen gallos y gallinas en el patio donde les ha tocado vivir.

      También habrá tenido la oportunidad de observar al palomo y la paloma haciendo el amor, o como popularmente se dice: “un palomo cubriendo a la paloma”. O quizás haya visto al gallo corriendo detrás de la gallina y haciéndole la ronda para tener sexo. O habrá visto al perro cómo huele a la perra, le lame, le ladra, le da vueltas antes de tener dicha relación. Y así todos los animales hacen lo mismo antes: cortejan a la hembra, la seducen, la preparan para ese momento de aparearse.

      Muchos seres humanos se olvidan del efecto imitativo que su conducta provoca en los hijos y aunque se les dé libertad de acción, es necesario mostrarles por qué camino se debe transitar para evitar peligros. Un comportamiento razonablemente adecuado, no perfeccionista, es una buena guía para la descendencia. Pero también pueden ser imitadas la ingestión excesiva de bebidas alcohólicas y la conducta suicida. Sírvale de modelo a seguir a sus hijos, así como sucede con el potrillo.

      Hay madres y padres que quieren mantener a sus hijos, ya adultos, debajo de su regazo. Con ello, además de irrespetarlos, les coarta su libertad, impidiéndoles alcanzar la necesaria validación que les permita el desarrollo personal. Si la gallina se da cuenta que el tiempo pasa y los hijos crecen, ¿por qué muchas personas no? Si la gallina le ofrece a los pollitos en cada momento lo que ellos necesitan, ¿por qué algunas personas no hacen lo mismo con sus hijos?

      Por último, ¿cuántas mujeres desearían que sus parejas las cortejaran, las sedujeran, las deslizaran suavemente en el acto sexual y no continuaran haciéndolo de esa manera tan rutinaria, impersonal, monótona? Es seguro que el palomo pudiera enseñarle cómo hacerlo de esa manera añorada.

      Sólo les ofrezco tres ejemplos del zoológico de la sabiduría. Puede encontrar muchos más al observar las conductas de los animales y se dará cuenta que de ellos también se pueden aprender cosas que le ayuden a vivir, e imitar las que hagan mejor que usted.

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PARA MODIFICAR LOS SIETE RASGOS NEGATIVOS DE LA PERSONALIDAD

      Parece que el número siete es un número socorrido. Así se mencionan los siete pecados capitales, las siete maravillas del mundo y en el cine Los siete magníficos y Los siete samurais. Y ahora les propongo analizar los siete rasgos negativos de la personalidad.

      Es posible que para usted éstos no sean los rasgos más negativos y está en lo cierto. Pero por algunos había que iniciar y elegí los siguientes: la susceptibilidad, la desconfianza, la impulsividad, el pesimismo, el egocentrismo, la timidez y la duda.

      Pasemos a detallar cómo estos rasgos influyen de forma negativa en nuestras vidas.

      La susceptibilidad es aquel rasgo del carácter mediante el cual el sujeto se convierte en una esponja para recoger... todo lo malo (real o que él se imagina). El susceptible siempre o casi siempre se siente herido, despreciado, humillado por cuestiones insignificantes, como puede ser no darle los “buenos días” a él en específico; porque, como puede ocurrir, se olvidaron de su cumpleaños; porque, con justeza, le hicieron una llamada de atención; porque el hijo, de tres años de edad, le dijo que no lo quería y que ella o él no era su mamá o el papá, cosa que dicen la mayoría de los niños a esa edad, pero el susceptible lo toma en serio; y así sucesivamente.

      Debido a este carácter tiene lógicas dificultades en sus relaciones interpersonales, pues no hay manera alguna de quedar bien con él. Un rasgo que lo complementa es la manipulación: casi nunca dice las cosas tal y como ocurren, sino que las “arregla” según su modo susceptible de pensar. Y con frecuencia trata de involucrar a otros en sus problemas en los que, desde luego, él siempre lleva la peor parte, es decir, es la víctima. “Usted me hizo tal cosa”, “Usted me ofendió”, “Usted me maltrató”, “Usted piensa mal de mí”, “Yo no le caigo bien”, “Usted la tiene cogida conmigo”, “No me quieres como antes”, “Sí, yo lo hice todo mal pero usted no tenía que llamarme la atención de esa manera”. Ésta es una característica muy acentuada en él y es lo que yo denomino “tener la susceptibilidad en la punta de la nariz”, pues se hiere mucho por lo que se le dice y no por lo que hizo para merecer que le dijeran tales cosas. Está muy alerta de cómo le dicen las cosas y no de cuál es el contenido de lo que le dicen. Esto obviamente también le ocasiona dificultades.

      Hay que saber ser susceptible y una buena forma es siéndolo en relación con uno mismo, no con los demás, lo cual es una manera de defenderse. Es muy útil preguntarse: ¿Por qué me duele lo que me dicen y no lo que hice para que me lo dijeran? Para empezar a cambiar éste pudiera ser un buen recurso.

      La desconfianza es otro rasgo que, cuando no está bien proporcionado, se convierte en un martirio para quien lo padece. Se trata de la falta de confianza en sí mismo y en quiénes le rodean. Al faltarle la confianza en los demás, el desconfiado pensará que le tratan con hipocresía, le dicen sólo una parte de las cosas y le ocultan información; piensa, cuando entra en la oficina y los demás se callan, que estaban haciendo algún comentario malintencionado de su persona; considera las palabras amorosas dichas por su pareja un medio para obtener algo, y no porque las siente y porque le quiere, piensa incluso que “algo” está pasando, pues “ella no es tan cariñosa” y debe haber “gato encerrado”. No puede tener amigos porque también desconfiará de ellos.

      La falta de confianza en sí mismo se observa disfrazada de orgullo y autosuficiencia. Considera merecerlo todo y desprecia lo que no está a la altura de su supuesto valor. La inseguridad propia del desconfiado explica los celos, al pensar que otra persona con sus atributos es capaz de hacer sentir mejor a su pareja que él.

      No hay otro remedio para este rasgo que comenzar a confiar. Trate de intentarlo al menos, pero de buena fe, no para decirse usted mismo que hizo lo que le sugirieron y no resultó.

      La impulsividad está en las personas que no meditan sus acciones y se dejan arrastrar por el primer impulso; imagínese cuántos inconvenientes puede acarrear este rasgo de la personalidad si no se maneja adecuadamente.
El impulsivo se comporta como un toro en el ruedo, que con sólo moverle la capa embiste con una furia propia de lo que es: una bestia. Y por desgracia se encuentran personas con tal comportamiento: acaban, ofenden, agreden, ya sea física o verbalmente, a quienes le rodean, por motivos frente a los que se pudiera haber reaccionado de una forma más civilizada. Él será el erizo dispuesto a pinchar al más mínimo roce, por lo que sus relaciones con los demás se verán afectadas de manera sensible.

      Esta persona es un esclavo de sus impulsos, es su caballo, no lo que debiera ser: el jinete de sus emociones. Sería aconsejable para ella hallar el control de sus impulsos por todos los medios, incluyendo los psicofármacos, muchos de los cuales han sido utilizados frecuentemente con magníficos resultados en este sentido.

      Busque ayuda en un psiquiatra para aliviar este rasgo y sus consecuencias cuanto antes.

      El pesimismo es una disposición anímica que lleva a pensar siempre lo peor. El pesimista es aquella persona que se deja dominar por el pesimismo. Imagínese cómo puede ser su mundo si todo lo ve con gafas oscuras; piensa que nada le saldrá bien, que no tiene sentido luchar si no va a obtener éxito, está derrotado antes de iniciar la lucha. Es un perdedor nato. Pierde porque lleva en él la predisposición y la disposición para la derrota y no hace otra cosa que reafirmarla con sus actos.

      Al pesimista le ocasiona gran dificultad mantener adecuadas relaciones interpersonales, pues todos tratarán de evitarlo. Su discurso sombrío, sus puntos de vista derrotistas, sus lamentaciones, no son del agrado de los que tienen una manera diferente de comportarse ante la vida, y son la causa de las dificultades referidas. Tiene una imagen negativa de sí mismo y del mundo, al que considera frustrante, competitivo, exigente, agresivo. Su visión de las expectativas futuras es mala y las imagina muy difíciles, con sufrimientos, privaciones, fracasos, etc.

      Sería útil para el pesimista tratar de probar que la vida es realmente una “basura” o que él no sirve para nada. La imposibilidad de demostrarlo, quizás pueda enseñarle lo absurdo de sus pensamientos, que le generan el pesimismo y lo refuerzan.

      El egocentrismo es otro rasgo que puede dificultar el desarrollo individual. Ego significa yo, y centrismo, el centro. Egocéntrico es la persona que se considera el centro y todo debe girar alrededor de él. El niño pequeño es, por naturaleza, así y es lógico, pues requiere de cuidados constantes para su supervivencia.

      Resulta muy difícil establecer relaciones interpersonales armónicas con un egocéntrico, pues se cree lo mejor, lo más importante, sus puntos de vista son los más adecuados, sus necesidades son las principales que hay que satisfacer, todo tiene que ser subordinado a él, tiene que ser “el ombligo del mundo”, esto es, de la pareja, de la familia, del grupo de amigos. A él hay que tenerlo en cuenta para todo y rendirle cuenta de todo. Sus dolores son los mayores, sus problemas no tienen comparación, sus sufrimientos no tienen límites. Como se evidencia, la tendencia a la exageración es parte intrínseca del individuo egocentrista.

      Pero nadie es el ombligo del mundo y él no debe creerse que lo es. Y si se lo hacen creer es para hacerle el juego y lo tratan como si fuera un anormal o un bebé, quien sí lo necesita. En el adulto estas actitudes son anormales y es conveniente que haga consciente su necesidad de reclamar atención, independientemente de las diversas formas que utilice para ello, como el llanto, el enojo, la simulación de determinados malestares o la exageración de síntomas banales, etc. También tiene que enfrentar, además de lo anterior, que él puede ser el centro para un grupo de personas, pero no para todas, o durante un tiempo, pero no siempre.

      La timidez es otro rasgo que trae innumerables dificultades interpersonales a quien lo posee de manera relevante. El tímido padece de ella y eso significa encogimiento, temor para establecer relaciones, para decir lo que piensa, para exponer sus puntos de vista, para defender sus derechos, para competir con otros; también lo tendrá de estar en grupos, sentirá pena por todo, y esas actitudes harán que sea visto como “el raro del grupo” o se le tendrá lástima o compasión por esa forma de ser. Pero la lástima y la compasión no son afectos normales entre los seres humanos. Luchar contra la timidez no es tarea fácil, pero tampoco imposible.

      A continuación se ofrecen algunos consejos para ir venciendo este rasgo.
• Hable hasta por los codos cuando se encuentre entre los familiares y amigos que le quieran bien y ante los que usted no tenga gran temor de manifestarse.
• Hable hasta por los codos ante desconocidos que probablemente no vuelva a ver y cuyas opiniones sobre usted no son determinantes ni influyentes en su vida.
• Hable hasta por los codos que es preferible hacer el ridículo algunas veces y no estar haciéndolo durante toda la vida.

      La duda es el último rasgo que se analizará. Hay personas con carácter dubitativo y siempre están pensando si lo que hicieron estuvo bien hecho o no, si cerraron la puerta o la dejaron abierta, si dicen sí en determinado asunto o dicen no. Son esas personas que para tomar una decisión, la piensan tanto y hasta en los últimos pormenores que cuando se deciden ya no es el momento de tomarla.

      Reflexionar es bueno y pensar antes de hacer las cosas también lo es, pero no es ni regular disfrazar la duda y la indecisión con ropas de reflexión. Y eso ocurre con quien duda; por su inseguridad tiene que pesar y sopesar hasta el último de los detalles buscando lo que no tiene: seguridad.

      Este rasgo es dañino pues se acompaña con frecuencia de rumiación de ideas y el cerebro literalmente no descansa, porque estará pensando en los pro y los contra; por ello, siempre estarán preocupados, tensos; incapaces de bromear, de disfrutar. Y esto a la larga, les llevará al cansancio mental.

      Los siguientes consejos les pudieran ser útiles:
• Tome las decisiones en conjunto con personas en las que tenga plena confianza.
• Recuerde que no se puede tener la seguridad absoluta de acertar en todas las decisiones.
• Tomar una decisión inadecuada no es el fin del mundo y no es usted el único que comete errores.
• Aprenda a reírse de sus propias dudas y trate de mirarse desde fuera.
• Sea tolerante con usted mismo, no sufra del llamado complejo de Dios o de la perfección en todo momento.
• Practique ejercicios físicos y técnicas de relajación.

      Finalmente, si usted tiene alguno de los siete rasgos muy acentuado, debe darse a la tarea de eliminarlo.

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Psicoterapia para aprender a vivir por Prof. Dr. Sergio Andrés Pérez Barrero. En este material se incluyen expresiones y consejos extraidos de la experiencia profesional del autor, con el objetivo de servir de ayuda a personas que pasan por dificultades vitales.

 
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2. Límites
3. Factores
4. Función
5. Técnicas
6. Entrevista
7. Pre-Matrimonial
8. Matrimonial
9. Juventud
10. Referencias
11. Aconsejamiento
12. Sin Bases
13. Un Vistazo
14. Anhelos 1
15. Anhelos 2
16. Problema
17. Telarañas
18. Modos/Metas
19. Expresiones 1
20. Expresiones 2
21. Expresiones 3
22. Expresiones 4
23. Expresiones 5
24. Expresiones 6
25. Expresiones 7
26. Expresiones 8
27. Consejos 1
28. Consejos 2
29 Consejos 3
30. Consejos4
31. Consejos 5
32. Consejos 6
33. Suicidio 1
34. Suicidio 2
35. Relaciones
36. Personalidad
37. Sentimientos
38. Escuchar
39. Madurez
40. Sanidad Interior
41. Obstáculos
42. Ocultismo
43. Textos 1
44. Textos 2
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