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  23. Expresiones 5

Consejería Pastoral presenta los elementos básicos del arte de aconsejar  y define el lugar que esta actividad tiene dentro del ministerio pastoral. Considera los principios bíblicos y las bases psicológicas que sostienen a la consultoría pastoral. Examina casos reales tomados de la experiencia profesional  de  personas que pasan por dificultades vitales. Ofrece una guía de cómo dar orientación  de manera sencilla y eficaz.

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El Noviazgo

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YO NO ME PUEDO DISGUSTAR. YO NO ME PUEDO MOLESTAR

      No hay expresión más absurda e irreal que ésta.

      Comenzaría por preguntar: ¿Quién es esa persona para no disgustarse ni molestarse, si la inmensa mayoría de los seres humanos en alguna ocasión tenemos que pasar por esa experiencia?

      Cuando alguien pronuncia esto, además de engañarse a sí mismo, intenta manipular a los demás a su favor, haciéndoles creer algo que es imposible de lograr, pues si lo fuera, de seguro todos lo intentarían. Si llega a conseguirlo, la familia funcionará de modo anormal a partir de ese momento y el sujeto se convertirá en el foco de atención, no precisamente por ser el más ecuánime, sino por ser el más frágil, el más vulnerable.

      Si usted no se puede disgustar o molestar, eso significa que no podrá recibir noticias desagradables, no podrán contradecirle sus opiniones por muy descabelladas que fueran, no se le podrá llamar la atención por algo inadecuado que haya hecho, los demás tendrán que hacer las cosas que a usted le gustan, como a usted le gustan y en el momento que usted precise, las opiniones y criterios de los demás serán las que usted desea escuchar y no otras, en fin, que todos a su alrededor harán en cada momento lo que a usted no le disguste ni le moleste. Todo lo anterior, ¿no es impensable?, ¿no es una locura? ¿En qué lugar del planeta usted va a vivir donde nunca se disguste ni moleste? Quizás en una isla desierta, en la cual tenga todas sus necesidades resueltas, y eso también es una locura pensarlo.

      Sería más provechoso y más realista que aprendiera a tener disgustos y molestias, a reaccionar de una manera adecuada a eventos vitales desagradables. De esta forma estaría más preparado para vivir, sería una persona más normal y todo le pudiera ir mejor a usted y su familia.

      Para ello es necesario que intente reaccionar frente a cada disgusto o problema de una manera diferente a la última vez, más ecuánime, más dueño de sí, sin dejarse provocar ni dar rienda suelta a la parte fea de su carácter, que es la que le hace pronunciar la expresión de marras.

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LA GENTE NO ME ENTIENDE

      Así se manifiestan “los incomprendidos”. A este tipo de personas nadie los entiende ni los comprende. Hablan sobre la incomprensión de sus familiares, de sus compañeros de estudio o de trabajo, de sus amistades, en fin, de cuantas personas se relacionan con ellos. En muchas ocasiones en mis consultas me los he tropezado y me dicen: “Doctor, usted no me entiende” y les he contestado “Eso es muy cierto. Yo no le entiendo y soy psiquiatra y me pagan para entender a las personas. Esa es mi profesión y me cuesta un enorme trabajo llegar a comprenderle del todo. ¿Se imagina qué pudiera pasar con aquellas personas que no son psiquiatras como es el caso de sus familiares, compañeros y amigos? ¿No será que para usted comprenderle y entenderle es ponerse de acuerdo con usted, es pensar como usted aunque estemos en desacuerdo y pensemos de manera diferente?”

      Estas personas “incomprendidas” al parecer no se han preguntado: ¿No será que soy yo el que no se deja comprender? Es muy difícil que ellas se hagan esta pregunta, pues les resulta más fácil asumir el papel de incomprendidas que el de incomprensibles. Ellas no desean darse cuenta de que si son incomprendidas por los familiares, los compañeros de estudio o de trabajo, los amigos, el factor común a todos son ellas mismas. Puede ocurrir que la familia sea poco comprensiva, pero, ¿también son poco comprensivos los amigos y los compañeros de trabajo? Demasiada casualidad. En la generalidad de las ocasiones se autotitulan así porque sus criterios, opiniones, conductas, son impropias en el contexto en que se manifiestan, no son todo lo realistas que debieran ser, no guardan la coherencia que la situación requiere.

      Pongamos por ejemplo que yo diga que mi familia no me entiende porque no me dejan escribir estas conferencias con la tranquilidad deseada. Esto pudiera parecer cierto y constituir una lógica demanda. Pero yo no le he dicho todavía que mi compañera trabaja al igual que yo y nuestro hijo apenas tiene cinco años y a este último personaje le importan poco por no decir que no le importan en lo absoluto estas conferencias ni otras. A él, como niño normal, le interesa por sobre todas las cosas jugar. Y hay que jugar con él. Pero además, hay que cooperar en las tareas hogareñas, compartir los quehaceres domésticos que, además de aliviar la carga a la mujer, es una buena manera de demostrar afecto y consideración a la pareja.

      Por tanto, si yo quiero hacer estas conferencias cuando mi hijo me demanda que juegue con él o mi esposa me pide que compre el pan y la leche, soy yo quien no entiende las necesidades de ninguno de los dos. Pero si yo juego con él, coopero con ella y decido sentarme a escribir cuando el niño duerme y mi esposa estudie o descanse, los habré comprendido y no tendré motivos para decir que no me entienden.

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ME DAN DESEOS DE ACABAR

      Esta declaración es frecuente en consultas de psiquiatría y de psicología; o en cualquier otro lugar, pero siempre dicha por personas cuyo comportamiento, en ocasiones como esas, tiene manifestaciones muy primitivas y es la agresividad mal canalizada uno de sus rasgos prominentes.

      Cuando se les pregunta con qué desean acabar, ellas contestan: “con todo, con el que se me ponga delante”. Y esto recuerda a ciertos animales, que por motivos baladíes arremeten contra todo. Pensemos en las corridas de toros, cuando ellos salen del cepo a una velocidad considerable, embisten a los picadores, a los caballos, y al torero mostrarles el capote, un simple y sencillo pedazo de tela roja, con la agresividad salvaje propia de esa raza de toros, acometen contra la tela que se mueve y no precisamente contra quien la está moviendo, por suerte, claro está.

      Muy similar a este comportamiento es el de las personas que tienen “deseos de acabar”. A veces de los deseos pasan a la acción y maltratan a los hijos, les pegan con violencia inusitada, otras veces la emprenden contra los objetos y rompen platos, vasos, su propia ropa. En ocasiones, esa agresividad la toman contra la pareja y la ofenden de palabras, la humillan y pueden llegar a la agresión física, desde las lesiones sin peligro para la vida, hasta las que provocan la muerte en el peor de los casos.

      Una parte de ellas dirige la agresividad contra sí y manifiestan cosas impensadas, en un momento y lugar inadecuados, sobre personas significativas, o bien se autolesionan intentando contra su propia vida.

      El mero hecho de desear acabar no es en sí el problema mayor, sino que se convierte en tal cuando se quiere acabar con algo o alguien que no debiéramos acabar.

      Si realmente tiene estos deseos, yo le sugiero acabar con aquellas cosas que deben terminar de una vez por todas: Usted puede acabar con la desconsideración, las malas costumbres, la descortesía, la incomprensión, la deshonestidad, la discriminación, el desconocimiento, la parcialidad, la chapucería, la ingratitud, el irrespeto, la irresponsabilidad, la imprudencia, la deslealtad, la insuficiencia, el desorden, la indisciplina, la desconfianza infundada, el descontento, la infelicidad, la impaciencia, la irreflexión, el pesimismo, el descuido, la enemistad, la intolerancia, la antipatía y también puede acabar con la queja inútil que prostituye el carácter y no conduce a otro sitio que no sea la desmoralización personal.

      Fíjese, pues, cómo esa expresión, habitualmente improductiva, dañina y que impide adaptarse, se puede en la práctica ir transformando en productiva, adaptativa, creativa, en fin, muy útil para contribuir a su crecimiento personal.

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SIEMPRE ESTOY APURADO

      ¿Cuántas veces usted habrá oído esto? Seguramente muchas y quizás lo haya dicho en alguna oportunidad. Así es, hay personas que siempre están apuradas, como si el tiempo no les fuera a alcanzar para hacer lo que se proponen o como si todo lo que hicieran fuera una obligación.

      Se levantan temprano, desayunan rápido, a veces de pie o caminando, salen rápido de sus casas para sus respectivos trabajos, caminan rápido, terminan su labor y salen disparadas para sus casas, se ponen a hacer los quehaceres rápidamente para terminarlos rápido y así hacen todos los días hasta que comienzan a sentir, a darse cuenta de que “siempre están apuradas”.

      Estas personas en todo momento tienen los dientes apretados, se quejan de dolores en las piernas, el cuello y la espalda debido a la tensión muscular. También pueden tener dolores de cabeza por la misma razón.

      ¿Qué se pudiera hacer para evitar estar siempre apurado? Lo primero es percatarse de que se está de prisa, es decir, hacerlo consciente. Una vez ocurrido esto, todo será más fácil.

     Hay determinadas situaciones en las que necesariamente hay urgencia. Por ejemplo, en las mañanas para llegar puntual a la fábrica, oficina, escuela, en fin, al lugar donde trabajamos o estudiamos, con lo que podemos evitar problemas adicionales. Realizar bien las funciones laborales o estudiantiles, docentes o asistenciales, de servicios o productivas, es otro paso imprescindible para contrarrestar la sensación de apremio.

      Una vez terminada la jornada laboral sería prudente no retirarse de inmediato al hogar. Es recomendable permanecer aunque sean cinco minutos sentado, tranquilo, relajado, con los ojos cerrados en el propio puesto de trabajo, en el vestidor, en el salón de espera, para tratar de “dejar ahí” parte de las tensiones laborales, o se puede emplear ese tiempo en ejercicios de relajación y respiratorios.

      Al ir hacia el hogar no debe hacerlo de prisa. Si el trayecto lo hace caminando, puede desviarse de la ruta habitual, entrar a las tiendas aunque sólo vea lo que se está ofertando, llegue a hacer una breve visita a casa de algún conocido, sólo para saber de él o ella, o simplemente camine lo más despacio posible, disfrute de su propio andar. Puede sentarse en algún parque a leer algún artículo del periódico preferido. Todo lo descrito llevará quizás diez, veinte o treinta minutos más de lo habitual, pero el beneficio del autocontrol los requiere.

      Si el trayecto lo hace en ómnibus, una variante pudiera ser, si no es excesiva la distancia por recorrer, abandonarlo una parada antes o después de la que le pertenece y hacer lo descrito en párrafos precedentes. Si el trayecto lo realiza en un automóvil privado, se deben evitar aquellas carreteras de mayor tráfico, aunque eso implique unos minutos de demora hacia el destino.

      Al llegar al hogar, tampoco es recomendable entrar inmediatamente. Pueden utilizarse otros cinco o diez minutos sentado en el umbral de su puerta, en los bancos de la entrada, en el parque de enfrente. Al entrar a casa es una buena opción ponerse a hacer lo más perentorio, lo más necesario. Y trate de tener un pensamiento económico que ponga todo en función de usted y no al revés. Fregar la vajilla es importante, pero si lo necesita, decansar es más importante aún. Mantener la casa limpia es importante, pero dormir lo es más si tiene sueño. Lavar la ropa es importante, pero comer lo es más si tiene mucho apetito. En fin, su casa y lo que en ella usted tiene que hacer son importantes, pero usted es mucho más importante que todas esas cosas juntas.

      Al sentarse, no olvide tratar de poner los glúteos, es decir, las nalgas, lo más cercanas al borde del asiento, tirar las piernas hacia adelante, entreabrirlas ligeramente, descolgar los brazos a ambos lados del cuerpo y dejar caer la cabeza sobre el pecho o recostarla del asiento hasta lograr una posición lo más cómoda posible. Otra variante de esta posición es apoyar los brazos semiflexionados en los muslos como hacen los cocheros. Entonces, cierre los ojos y piense en un cielo azul, una pradera verde, un mar azul claro en calma, lo cual contribuirá a su relajación.

      Por último, oblíguese a esperar, a caminar despacio, a hablar despacio, leer despacio, en definitiva, a andar despacio en este camino que se llama vida.

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EL ESTÓMAGO ME SALTA Y NO ME DEJA VIVIR

      Así dicen las personas que acuden a la consulta con este síntoma de ansiedad, y para algunos el más molesto. Sin embargo, es necesario informarle varios aspectos del funcionamiento del cuerpo humano que le proporcionarán alivio cuando aparezca esta sensación.

      Primero, es conveniente saber que el estómago no salta, nunca ha saltado ni saltará. Los movimientos propios de este órgano no se traducen de esta manera sino de otras, entre las que sobresalen las contracciones sufridas cuando tenemos hambre, las cuales pueden ser muy dolorosas.

      El llamado “salto del estómago” no ocurre precisamente en él, sino por detrás del mismo y se trata del latido imprescindible de la aorta abdominal, el vaso sanguíneo más grueso del organismo encargado del transporte de la sangre proveniente del corazón hacia el resto del cuerpo. Por tanto, ese salto, es la manifestación palpable de que usted está vivo. Cuando ese latido deje de molestarle, de sentirse, de producirse, es porque usted también ha dejado de molestarse, de sentir, de ser productivo, en fin, habrá dejado de existir como ser viviente. Tendrá esa impresión durante toda la vida, hasta que muera, pues es una condición inherente a la vida. Sin salto de estómago no hay, nunca habrá vida.

      La diferencia entre su salto de estómago y el mío, es que usted centra su atención en él y yo no le presto atención al mío, que usted lo ha hecho consciente y yo no me doy cuenta de su existencia. En esto tiene mucho que ver la dirección de nuestra atención: usted la tiene dirigida hacia su cuerpo, en vez de dirigirla hacia el medio externo, el ambiente, fuera de sí. La atención debe ser utilizada en la relación con el mundo y no en la autobservación enfermiza de nosotros mismos. La atención es para saber por ejemplo si el cielo está gris o azul, si hace sol o es de noche, si en el periódico se habla de determinado acontecimiento interesante, si en el televisor se exhibirá un ciclo de un famoso director de cine, si el hijo de la vecina terminó sus estudios, si hay un salidero en la tubería del agua, si mi hija ya me supera en estatura, si mi pareja luce mejor con esa ropa. En fin, la atención sirve para darnos cuenta de lo bello y lo feo alrededor nuestro.

      La atención centrada hacia sí mismo constituye un síntoma de diversas enfermedades psiquiátricas entre las que se encuentran los trastornos depresivos y las hipocondrias y estados afines. Esto quiere decir que si usted está muy preocupado por su cuerpo sería prudente hacer una visita a este tipo de profesional. Pero también es posible determinada enfermedad física que está dándole molestias y reclama su atención. En este caso consulte a su médico de familia.

      Ahora bien, saber dirigir la atención hacia uno mismo, puede resultar un ejercicio muy estimulante cuando la utilizamos para lograr un estado de relajación, de paz interna. Ello no es difícil de alcanzar y en el presente texto encontrará algunas sugerencias de cómo hacerlo.

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Psicoterapia para aprender a vivir por Prof. Dr. Sergio Andrés Pérez Barrero. En este material se incluyen expresiones y consejos extraidos de la experiencia profesional del autor, con el objetivo de servir de ayuda a personas que pasan por dificultades vitales.

 
1. Naturaleza
2. Límites
3. Factores
4. Función
5. Técnicas
6. Entrevista
7. Pre-Matrimonial
8. Matrimonial
9. Juventud
10. Referencias
11. Aconsejamiento
12. Sin Bases
13. Un Vistazo
14. Anhelos 1
15. Anhelos 2
16. Problema
17. Telarañas
18. Modos/Metas
19. Expresiones 1
20. Expresiones 2
21. Expresiones 3
22. Expresiones 4
23. Expresiones 5
24. Expresiones 6
25. Expresiones 7
26. Expresiones 8
27. Consejos 1
28. Consejos 2
29 Consejos 3
30. Consejos4
31. Consejos 5
32. Consejos 6
33. Suicidio 1
34. Suicidio 2
35. Relaciones
36. Personalidad
37. Sentimientos
38. Escuchar
39. Madurez
40. Sanidad Interior
41. Obstáculos
42. Ocultismo
43. Textos 1
44. Textos 2
45. Textos 3
 

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