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  22. Expresiones 4

Consejería Pastoral presenta los elementos básicos del arte de aconsejar  y define el lugar que esta actividad tiene dentro del ministerio pastoral. Considera los principios bíblicos y las bases psicológicas que sostienen a la consultoría pastoral. Examina casos reales tomados de la experiencia profesional  de  personas que pasan por dificultades vitales. Ofrece una guía de cómo dar orientación  de manera sencilla y eficaz.

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El abuso sexual 

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DOCTOR, YO NO TENGO PROBLEMAS DESDE QUE ESTOY TOMANDO LA PASTILLITA DE LA ALEGRÍA

      Dicen esto muchas personas que se autoadministran trifluoperazina de un miligramo, la persiguen, literalmente hablando, en cuantas farmacias se les ocurre visitar; cuando no logran conseguirla, compran la trifluoperazina de cinco miligramos, la dividen en cuatro partes y se empiezan a tomar un cuarto de esa tableta varias veces al día.
No existe ninguna pastilla de la alegría. La alegría es un estado anímico que expresa satisfacción, bienestar, complacencia y es el resultado de una complejísima interacción de diversos factores personales, psicológicos, situacionales, metabólicos, biológicos, etc. Este complejo proceso no puede ser motivado por una tableta, a la que atribuyen esta propiedad por tener discreto efecto euforizante, es decir, una sensación de bienestar o mejor dicho, de falso bienestar, o falsa alegría, que es, por definición psicopatológica, el concepto de euforia. El eufórico no está alegre. La euforia es la alegría sin motivo, no es contagiosa, el observador no encuentra motivos para ese estado, parece artificial, como si fuera fingida. Este tipo de medicamentos puede ocasionar esa falsa sensación de alegría, de bienestar. Pero, este efecto pasajero puede traer otros males. Paso a enunciarlos.

El primer mal que este tratamiento le puede originar es poner su alegría en función de una tableta, en función de algo externo a usted.

El segundo problema es desarrollar una dependencia psicológica de ella, la cual vendrá a constituirse en una especie de muleta sin la que no sabrá caminar por la vida.

El tercer problema le vendrá poco a poco, en la medida en que lleve más tiempo ingiriendo el medicamento sin necesidad real, o con ella pero no indicado por un facultativo encargado de ajustar las dosis y determinar el tiempo durante el cual lo requerirá.

     Estos efectos a largo plazo se deben a que la trifluoperazina está incluida entre los psicofármacos calificados como neurolépticos, los cuales pueden producir determinados efectos secundarios, y los más relevantes son los llamados síndromes extrapiramidales, con las siguientes manifestaciones clínicas:

Distonías agudas: Estas alteraciones se observan con mucha frecuencia en los jóvenes y consisten en incremento del tono muscular (hipertonía), contracciones dolorosas de los músculos, calambres, dificultades para tragar, falta de aire si se comprometen los músculos de la respiración, protrusión de la lengua, tortícolis y crisis oculógiras, es decir, movimientos giratorios involuntarios de los ojos, como si se les fueran hacia arriba y hacia atrás. Pueden presentarse con sólo ingerir una tableta del fármaco.

Parkinsonismo: El consumidor comienza a presentar rigidez en el cuerpo, inexpresividad en el rostro, temblor, disminución de la flexibilidad de los brazos al caminar, tendencia a asumir una postura encorvada y salivación profusa, que sale por las comisuras labiales. Generalmente aparece durante el primer mes.

Acatisia: Este síntoma consiste en una inquietud insoportable en los miembros inferiores, conocido como el “síndrome de los pies inquietos”, pues el sujeto tiene que estar en constante movimiento, lo cual le impide permanecer sentado o acostado.

Discinesia tardía: Aparece en el 5 % de las personas que están expuestas a los neurolépticos cada año y en los individuos que llevan diez años consumiendo estas moléculas (tabletas), la incidencia puede llegar hasta el 50 %. Este cuadro clínico es muy incapacitante por tratarse de movimientos coreicos, atetoides, mioclónicos de carácter anormal que afectan diversos territorios como la cara, la boca, las extremidades. La persona con una discinesia tardía mantiene movimientos masticatorios que recuerdan los que se realizan cuando se tiene un bombón en la boca, saca la lengua rítmicamente o puede proyectarla contra las mejillas. Este cuadro se recupera con dificultad.
Al conocer estas complicaciones, que no son todas ni mucho menos, podrá evaluar con mayor rigor científico si “la pastillita de la alegría” es tan inofensiva como creía.

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MI TÍA ME REGALÓ UNAS AMITRIPTILINAS Y ES LO QUE ESTOY TOMANDO

      Es seguro que usted ha escuchado esta declaración, por lo general, a personas aquejadas de síntomas psiquiátricos menores, pero con una necesidad exagerada de automedicarse con lo primero que se les ofrece. Y esta conducta es en extremo peligrosa. Veamos por qué.

      La automedicación es una actitud negativa hacia las enfermedades, que consiste precisamente en la autoadministración de tratamientos farmacológicos, sin tener conocimientos para ello y sin haber sido orientados por facultativo alguno.

      En el caso de los psicofármacos, la autoadministración es muy frecuente, como si estos medicamentos no tuvieran tantos inconvenientes como los utilizados en otras especialidades médicas. A muy pocas personas se les ocurriría ponerse una penicilina rapilenta dos veces al día durante varios meses, o tomar una tableta de cloranfenicol cada seis horas por un año. Y esto no sucede muy a menudo porque consideran que los antibióticos mal utilizados pueden perjudicar la salud. Y el error consiste en no pensar lo mismo de los psicofármacos.

      Para que se tenga una idea, los antidepresivos tricíclicos, entre los que se encuentran la imipramina y la amitriptilina, no deben ser administrados a personas alérgicas a ellos, a los que padecen de glaucoma agudo de ángulo estrecho, a los que presentan infarto agudo del miocardio o tienen aumento de volumen de la próstata, así como tampoco a los individuos con trastornos del ritmo cardíaco, las llamadas arritmias. Pero hay más, estos medicamentos tienen una serie de efectos colaterales, como son convulsiones, hipertensión, episodios psicóticos o lo que es igual, locura, pesadillas, temblores, incoordinación motora y tics.

      Por si fuera poco, ellos, cuando se suprimen por una u otra causa, pueden ocasionar el llamado Síndrome de Discontinuación, consistente en cinco agrupaciones de síntomas: distrés somático general, alteraciones del sueño, acatisia o parkinsonismo, activación conductual y arritmias cardíacas. Esto se traduce en lo siguiente: el sujeto experimenta desvanecimientos, vértigos, trastornos del equilibrio y la marcha, pesadillas, inquietud en las piernas que no le permiten estar tranquilo en un solo lugar, rigidez facial con incremento de la salivación, marcha a pequeños pasos; sensación de quemazón, de shock eléctrico, de aleteo cardiovascular; ansiedad, agitación, crisis de llanto, irritabilidad, palpitaciones y taquicardia. Este Síndrome de Discontinuación también se puede acompañar de fatiga, tos, coriza, escalofríos y manifestaciones de un estado gripal.

      Como ve, no son pocos los inconvenientes que traen estos fármacos que algunas personas utilizan para situaciones en las que no son médicamente indicados, como aumentar de peso, evitar los dolores de dientes, contrarrestar el insomnio, calmar el nerviosismo, etcétera.

      Mi consejo es que no se automedique. Usted puede convertirse en el mejor amigo de su salud o también, si no actúa de una manera responsable, en su propio verdugo.

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ESO NO ESTÁ EN MÍ; YO NO QUISIERA SER ASÍ; ANTES YO NO ERA ASÍ Y ¿USTED CREE QUE YO QUIERO ESTAR ASÍ?

      Muy a propósito he unificado estas expresiones pues todas son dichas, una detrás de otra y en ese orden por numerosas personas a las que he tratado y todas constituyen, por separado y en su conjunto, mecanismos defensivos de quienes las pronuncian. Pasemos a su análisis.

      “Eso no está en mí” es utilizada cuando se quiere justificar algo que se ha hecho o se ha dejado de hacer y en lo cual el sujeto no quiere verse involucrado, responsabilizado. Si eso no está en él muy poco puede hacer por evitar lo ocurrido. Entonces es cuando se impone la pregunta: ¿En quién está si no es en usted?, con la finalidad de hacer consciente al individuo que efectivamente él es el responsable de lo sucedido. Acto seguido, pronuncia la siguiente para justificar lo hecho (de nuevo) y también por no darse cuenta de ser él el máximo protagonista: “Yo no quisiera ser así”, a pesar de que hace todo lo posible por ser de esa manera que no desea. Se impone la siguiente pregunta: ¿Quién le obliga a usted a ser así? Es evidente, nadie le obliga. Es así porque lo desea. Si yo no deseo ser impaciente, me llamo a la calma, intento mejorar mi capacidad de espera, trato de caminar y hablar despacio.

      Cuando la persona irremediablemente llega a la conclusión de que sí está en él y hace cosas para estar así, surge la tercera justificación, como las anteriores y que lleva a la inercia: “Antes yo no era así”. Es el rejuego para no darse cuenta de quién es en estos momentos, en el aquí-ahora; con ella el sujeto se refugia en el pasado para no enfrentar el presente de cara al futuro, trata de vivir de las glorias pasadas, en fin, tiene el llamado “Síndrome de Yo soy aquel” (yo era el que..., yo fui quien...); es como esconderse en una cueva para no enfrentarse consigo mismo.

      Si se le hace consciente de lo que está tratando de hacer, surge, como un dardo dirigido en su contra, la siguiente expresión, más justificativa que las anteriores: “¿Usted cree que yo quisiera estar así?” Mediante esta agresividad hacia el terapeuta la persona intenta poner fin al análisis de las actitudes, pues se supone que ninguna persona desee sentirse mal. Eso es parcialmente cierto. Se supone. Y la suposición, entre otros significados, es la opinión que no está fundada en pruebas positivas. Pongamos un ejemplo, un paciente dice: “Todas las mañanas me levanto con tos y falta de aire. Me tomo una taza de café y me fumo el primer cigarro de los treinta diarios que consumo. He padecido de bronconeumonías a repetición a pesar de los consejos médicos de dejar ese mal hábito”. Aquí se puede preguntar: ¿Realmente desea no tener falta de aire y bronconeumonías a repetición? Si deseara no padecerlos dejaría de fumar de inmediato. (El ejemplo, a título personal, fue cierto. Desde hace más de tres años no fumo.) Por tanto, antes yo deseaba, consciente o no, ser así, padecer bronconeumonías, tener falta de aire y tos y en definitiva, suicidarme palmo a palmo, cigarro a cigarro.

      Evite decir estas cosas y evite que sean dichas por sus seres queridos.

      Eso sí está en usted, usted desea ser así, usted ahora es así y usted desea estar como está.

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YO ESTOY ASÍ POR LA CRIANZA QUE ME DIERON

      Una justificación muy socorrida por quienes, siendo adultos, pretenden responsabilizar a otros de su manera de comportarse, en este caso, a los padres.

      Si bien es cierto que una niñez caótica puede influir en la formación del sujeto, no sólo es la familia la que contribuye a la conformación de la personalidad sino también el medio escolar, laboral y social. Pero de manera fundamental es el propio sujeto quien, consciente y deliberadamente puede contribuir a que su propia formación sea buena, regular o mala. Todos hemos estado rodeados de cosas que no nos pertenecen. La mayoría de las personas respeta la propiedad de otros, pero existe una minoría que se apropia de lo ajeno porque lo desea y no inhibe tales deseos.

      Muchas adolescentes y jóvenes en cualquier parte del mundo tienen carencias materiales de todo tipo y lógicos deseos de poseer ropas, zapatos, cosméticos, perfumes, etc. La mayor parte de ellas trata de trabajar decorosamente para ir obteniendo poco a poco y muchas veces no en la medida de sus deseos, esas cosas materiales a las que hago referencia. Otras, por el contrario, se prostituyen para lograr esos mismos objetivos.
Como se evidencia, los seres humanos pueden tener igualdad de oportunidades para hacer las cosas bien hechas y para hacerlas mal. ¿Por qué un grupo de personas se inclina por esta última opción y después pretende culpar a otros de lo que ellos como adultos hacen?

      Se puede tener una niñez muy infeliz con carencias de todo tipo y eso influir de manera negativa en la forma de ser. Pero, ¿eso es un fatalismo que debe arrastrar toda la vida? Pienso que no. La verdadera enfermedad mental grave que invalida al ser humano que la padece en sus proyecciones vitales, hasta hoy, no se considera causada por determinado tipo de crianza. Si usted tiene una predisposición a padecer una enfermedad mental grave, puede padecerla aunque se haya criado en un hogar armónico. Si usted no tiene esa predisposición, saldrá relativamente ileso tras haber pasado una infancia en un clima emocional familiar inadecuado.

      Nadie le deseó una niñez infeliz ni le eligieron sus padres. Nadie tiene la culpa de esa niñez, usted tampoco. Y ya eso no tiene solución pues no lo podemos volver a criar como hubiera querido.

      Lo importante es el presente y el futuro y lo que esté haciendo ahora que es un adulto por vivir de forma creativa.

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Psicoterapia para aprender a vivir por Prof. Dr. Sergio Andrés Pérez Barrero. En este material se incluyen expresiones y consejos extraidos de la experiencia profesional del autor, con el objetivo de servir de ayuda a personas que pasan por dificultades vitales.

 
1. Naturaleza
2. Límites
3. Factores
4. Función
5. Técnicas
6. Entrevista
7. Pre-Matrimonial
8. Matrimonial
9. Juventud
10. Referencias
11. Aconsejamiento
12. Sin Bases
13. Un Vistazo
14. Anhelos 1
15. Anhelos 2
16. Problema
17. Telarañas
18. Modos/Metas
19. Expresiones 1
20. Expresiones 2
21. Expresiones 3
22. Expresiones 4
23. Expresiones 5
24. Expresiones 6
25. Expresiones 7
26. Expresiones 8
27. Consejos 1
28. Consejos 2
29 Consejos 3
30. Consejos4
31. Consejos 5
32. Consejos 6
33. Suicidio 1
34. Suicidio 2
35. Relaciones
36. Personalidad
37. Sentimientos
38. Escuchar
39. Madurez
40. Sanidad Interior
41. Obstáculos
42. Ocultismo
43. Textos 1
44. Textos 2
45. Textos 3
 

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