Derechos Humanoses el estudio de las
facultades, prerrogativas, y libertades fundamentales que tiene una
persona por el simple hecho de ser creado a la imagen de Dios, sin los
cuales no se puede vivir como tal. Se expresan como derechos
civiles y políticos; derechos económicos, sociales y culturales; y
derechos de los pueblos o de solidaridad. Se investiga cuál debe
ser el mensaje profético de la iglesia a favor de la dignidad humana,
la justicia social y el buen gobierno.
Una voz que clama en el desierto
Por
Gilberto Abels, Rector del Seminario Reina Valera
Dios hizo este mundo maravilloso para su gloria y luego creo al hombre
a vivir en ello. Tanto el mundo como el hombre han sido dañados
por el pecado. Sin embargo, Dios restaura al hombre “creado en
su imagen” y le
ha
encargado
la tarea de hacer real el Reino de Dios aquí en la tierra.
Repetidas veces la Palabra de Dios nos recuerda de esta
responsabilidad. Desde el principio del tiempo el hombre (Caín)
no ha podido negar que es el cuidador de sus hermanos. Jesús nos
retó a amar a nuestro prójimo y cuidar de ellos como de nosotros
mismos. La visión apostólica de la religión pura es puesto a la prueba de suplir las necesidades de las viudas y
desafortunados y de preocuparse por el bienestar de los presos. El
profeta preguntó en que responsabiliza Dios al hombre y concluyó que
es en ser misericordioso, hacer la justicia y andar en humildad.
Cumplir con esta visión de rectitud es
llamado en nuestros tiempos “defender los derechos humanos”.
Es garantizar que la principal creación de Dios, el hombre, tenga la
dignidad que merece el imagen de Dios a lo que fue hecho. El pecado
ha manchado el brillo del hombre. Bien conocemos el daño que causa el
vivir desenfrenadamente, sin conciencia de Dios, abatido por las
traumas de la vida y agotado por las adicciones. Pero el pecado que
aflije al hombre no solamente se expresa a nivel individual, sino a
escala grande de injusticias comunes a la sociedad,
institucionalizadas en los sistemas legales, políticos y comerciales,
en fin arraigados a la cultura misma. Ninguno vivo es necesariamente
autor de estos abusos, pero sí podemos hacer conciencia de su
existencia, educar a la gente de su daño y trabajar a favor del
cambio. Es la misión profética de la iglesia pregonar la justicia en
medio de la injusticia.
Antes de nacer venimos de Dios y
regresaremos a Dios al morir. El mundo que habitamos es el puente
entre estas dos realidades. Por algo Dios nos ha puesto en este
mundo. Los teólogos pueden declarar que existimos para la gloria de
Dios y aun para alabarlo y humanamente ofrecerle nuestro compañerismo
sentimental. Pero, a fin de cuentas, estamos en este mundo para hacer
el bien, y no el mal. Hacer el bien cuesta porque no solamente lucha
el hombre en contra de su naturaleza pecaminosa, pero también en
contra del espíritu inmundo que le rodea. La sociedad existente
refleja tanto la existencia de Dios como la de satanás - el bien y el
mal. Cuando predica la iglesia en contra del pecado debe
predicar en
contra de todo pecado, tanto individual como de sociedad. Al
predicar en contra del mal – que sea en contra de todo el mal, tanto
personal
como cultural.
Es poderoso proclamar la salvación de Dios
y ver vidas
transformadas, pero el mismo Dios que transforma
una
vida
puede también tranformar una nación entera. El Dios que cambia
mentes, puede también cambiar el pensar de una sociedad. El Dios que
puede
rectificar
la palabra del mentiroso, también puede enderezar los
pronunciamientos judiciales. El Dios que puede detener la mano del
ladrón, puede también corrigir el abuso del comercio. El Dios que
puede parar los pasos destructivos del joven, también puede dar
conciencia para proteger el medio ambiente sano. El Dios que puede
implantar modestia y humildad en el corazón, puede poner un espíritu
de servicio en el gobierno. La iglesia no debe guardar silencio sobre
estos temas, porque nuestro Dios puede hacer los cambios en grande.
La iglesia
evangélica crece y representa mucha gente en América Latina. Ya no
puede guardar silencio ante los abusos de la sociedad, y debe ofrecer
una visión clara de lo que es realmente una sociedad cristiana. El
ministro de Dios debe pregonar los valores de los derechos humanos.
Desde su púlpito puede educar toda una sociedad y enseñar un camino justo. ¿De que sirve ser Protestante, si nuestra fe no ofrece una
manera mejor de vivir en sociedad que el estatus quo? ¿De que sirve
ser miembro de la iglesia si es motivo de apartarse de la sociedad y
no jugar un papel en ella? La iglesia tiene que ministrar al hombre
entero que es un papel múltiple. Por
eso, el seminario ofrece la materia de EVANGELISMO Y MISIONES
para ayudar sanar el mal del pecado individual, ofrece la materia de CONSEJERÍA
CRISTIANA para ayudar sanar
las heridas emocionales,
y ofrece la materia de DERECHOS HUMANOS
para ayudar sanar los males de la sociedad. Tome en serio su responsabilidad de
profetizar a favor de la dignidad humana, la justicia social y el buen
gobierno. Dios le bendiga
en su ministerio, que puede ser la sanidad tanto de
almas como de una sociedad, al proclamar la
salvación completa de Dios.
Derechos
Humanos - Temas
PRIMERA GENERACIÓN – CIVILES, POLÍTICOS
La Vida
Hambre
Pena de Muerte
Ejecuciones
Sumarias
Desapariciones
Genocidio
Aborto
Eutanasia
Manipulación
Genética
Morir con Dignidad
Psicofísica/Moral
Tortura
Tratos Crueles
Honor
La Intimidad
Corresondencia
Escuchas
Telefónicas
Libertad
Informática
Inviolabilidad del
Domicilio
Propia Imagen
La Libertad
Esclavitud
Trabajos Forzados
El Pensamiento
Libertad de
Expressión
La Información
Libertad Religiosa
Objeción de
Conciencia
La Participación
Asociación
Reunión
Cargos Públicos
Sufragio
Seguridad Personal/Judicial
La Nacionalidad
Libre Circulación y
Residencia
Acusado Defenderse
Juicio Justo
Arresto Arbitrario
Presentación de
Pruebas
Jurado Imparcial
Habeas Corpus
Ser Juzgado/Puesto
en Libertad
Intérprete
Presunción de
Inocencia
Juez Natural
Proceso Penal
Informado de
Acusación
Proceso sin
Dilaciones
La Juridicción
Tutela Judicial
Indemnización
Asilo
Garantías
Judiciales
SEGUNDA
GENERACIÓN – ECONÓMICOS, SOCIALES, CULTURALES